El sábado que vinieron a instalar la conexión, hace tres semanas, los técnicos me contaron que había mucha gente cambiándose a fibra óptica, desde usuarios en residenciales hasta hogares humildes.
¿Lo común? La necesidad de un servicio estable, de alta velocidad y que permita —sí, que permita— cumplir con el trabajo o las clases. Una vez que empecé a utilizar el servicio de fibra óptica, aparte de las peripecias lógicas de estos trámites, de primera entrada la velocidad recibida no era la que contraté. Los usuarios deben estar preparados a todo, como la interrupción del servicio este 10 de abril, dada la calidad de los servicios en el país.
La duda con el cable módem es si es suficiente, especialmente cuando la capacidad se comparte con otros usuarios, por la llamada sobresuscripción, y se requieren alta capacida pues actualmente uno trabaja en la nube: WhatsApp para comunicación instantánea, correos electrónicos (del trabajo y uno personal), Drive, los documentos y las videollamadas.
Aquí, aparte de la computadora de escritorio, solamente hay un móvil conectado a la red wifi. Aún así tenía dificultades. Cuando revisaba la velocidad que estaba recibiendo, era tragedia. De 50 Mbps contratados, la aplicación de SpeedTest me indicaba que recibía menos de 20 Mbps. En algún momento marcó menos de 10 Mbps. Además, el servicio es muy inestable. Sé que no era el único, por los comentarios en redes sociales a la publicidad del operador que tenía.
El problema es la tecnología, aunque sea San Docsis 3.0. El cable módem nos permitió dejar atrás el ADSL y su antecesor (el dial-up) desde el año 2000. Quedó desfasado ante el incremento de la demanda de tráfico.
A los pocos meses de iniciada la pandemia, los organismos internacionales de todo tipo empezaron a urgir a los países a avanzar en conexiones de última milla, hasta los hogares, de fibra óptica (la llamada FTTH) para la reactivación económica, la educación virtual y el teletrabajo.
En Costa Rica hay operadores que ya ofrecen FTTH: el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), varias compañías, las cooperativas de electrificación rural y al menos dos cableras (Telecable y Cabletica).
El otro día el Instituto destacaba que Costa Rica es el tercer país con más crecimiento en enlaces de fibra óptica, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con un 62% entre 2019 y 2020, superado sólo por Israel (99,8%) y Reino Unido (69,3%). Esto demuestra el hambre que hay por este tipo de servicios de banda ancha.
El ICE ya tiene desplegado su servicio en 789 localidades urbanas y rurales; además, prevé una expansión en otras 200 comunidades en el corto y el mediano plazo. Excelente. Pero verse en el espejo o verse el ombligo no siempre permite ver los pies en la tierra.
El Fair Internet Report indica que Costa Rica incrementó en 116% la velocidad promedio de las conexiones, de 6 a 13 Mbps. ¿Qué hace uno hoy con 13 Mbps?
Con esa velocidad promedio, el país es el 65 de 142 países y regiones medidos a nivel mundial; el 12 en América Latina y el Caribe; y el 3 en América Central, pues nos superan El Salvador (20 Mbps) y Panamá (18 Mbps).
Costa Rica, además, está muy muy muy lejos de los sitios con las mejores conexiones promedio: Jersey (199 Mbps) y Dinamarca (124 Mbps), en Europa del Norte, y Hong Kong (115 Mbps) en Asia.
Hay otros tres sitios con velocidades que superan los 100 Mbps: Suiza (111 Mbps), Andorra (105 Mbps) y Bermuda (103 Mbps).
La expansión de los servicios de fibra óptica mejorará la situación del país, pero hay muchas otras regiones y países que corren más. La competencia debe tomarse en cuenta si queremos atraer nómadas digitales. También para las firmas externas y locales que quieren ofrecer trabajo híbrido o teletrabajo en el Valle Central o fuera de él.
Lo primero era ver cuál operador daba el servicio en mi barrio.
Llamé a las cableras, pero en mi zona —y esto que vivo en área céntrica y comercial— no tienen cobertura con fibra óptica. El ICE ya había realizado instalaciones en edificios vecinos y en el mismo edificio de apartamentos donde vivo. Así que empecé el trámite con el Instituto.
Una gran ventaja, por la pandemia, es que la solicitud fue “digital”: se hace el contacto en forma electrónica, se indica el correo electrónico, se recibe el contrato (hay que imprimirlo, firmarlo en manuscrito si no se tiene firma digital, volverlo a escanear y devolverlo). Luego, a esperar...
—Con el ICE hay que tener paciencia, pues tardan en hacer la instalación— me habían afirmado quienes ya contaban con fibra óptica.
La otra desventaja del servicio del ICE es que es asimétrico (nadie se explica por qué) pese a que la fibra óptica permite igual velocidad para descarga y carga o subida de datos. En la zona norte, por ejemplo, la Cooperativa de Electrificación Rural de San Carlos (Coopelesca) brinda un servicio simétrico.
Claro que a uno como usuario lo primero que le interesa es que instalen el servicio. La espera desde el trámite a la instalación se estaba alargando. Ya conocía el caso de un usuario que solicitó y firmó el contrato para enlaces de fibra óptica, al cual el ICE eliminó la orden y no le comunicó hasta que preguntó, insistió y reclamó.
Desde que envié la solicitud, pasó casi un mes y nada. Un día observé desde la ventana de mi cuarto que en el otro edificio de apartamentos había un equipo del ICE haciendo una instalación. ¿Por qué no aprovechan de una vez y hacen las otras instalaciones pendientes en la misma zona, barrio, vecindad, alameda o cuadra? La mente burocrática no funciona así. Hay que seguir el orden de las órdenes de servicios.
Envié un reclamo, basándome en el Reglamento de Prestación y Calidad de Servicios: “Una vez que se acepta una solicitud el plazo es un día hábil cuando hay infraestructura (artículo 26) y si no hay infraestructura el plazo no excederá de 30 días hábiles y cuando se requiera construir infraestructura 45 días hábiles ( artículo 26 citado)”.
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La respuesta fue que en mi zona no se podía colocar ningún servicio en ese momento ya que había un faltante de material, el cual se resolvería hasta después del 22 de marzo. Son los eternos líos del ICE: se quedó sin los aparatos receptores de señal (los llamados Set-top box o STB) para brindar televisión e Internet.
Poco antes de esa fecha, el 19 de marzo, me llamaron para coordinar la hora a la que podrían venir los técnicos al día siguiente, que era sábado. Ya había pasado un mes desde que envié el contrato firmado.
Necesitaba que los técnicos llegaran temprano, pues ese día trabajaba. A las 8:30 a.m., les dije. La instalación podía ser rápida (de una a dos horas) o podía durar toda la mañana. Llegaron con puntualidad tica, claro está.
Para la instalación hay que verificar cuál es el poste donde hay puertos disponibles. Al puro frente del apartamento hay un poste. Revisaron si ahí había puertos. Si en el poste del frente no era posible, podía ser el poste siguiente o más arriba o tal vez más allá, a dos cuadras y desde ahí tirar la fibra óptica.
En algunos sitios eso puede implicar largas distancias. En Guararí de Heredia en una instalación desplegaron fibra óptica por hasta un kilómetro. Alguien aprovechó y cortó el cable. Volvieron a tirar el enlace, esta vez con el apoyo de otros equipos. En el poste del frente de mi apartamento había puertos disponibles.
Cuando ya el servicio estaba configurado, la medición en el dispositivo del técnico del ICE indicaba que la velocidad era la contratada, los 50 Mbps. ¿Sería siempre así?
Desde el inicio sentí la diferencia, pero —como lo dije en mi Twitter— no sabía si era por mi percepción de principiante o por entusiasmo de consumista. Las páginas se descargaban con más rapidez, no se pegaba casi nada, he realizado videoconferencias y para Netflix o YouTube —utilizando el Chromecast para trasladar el video a la pantalla— tampoco se presentaban dificultades. Comprobé que es más estable.
En las semanas siguientes hice varias mediciones. En las pruebas realizadas con la computadora (conectada en forma alámbrica y con wifi) y con el móvil me daba menos de la mitad de lo contratado. Pregunté por correo electrónico.
Me respondieron que en la velocidad contratada se garantiza una estabilidad de hasta 80% y que si se presentaba algún error llamara al departamento de averías. Ahí hacen una revisión a nivel de la central.
Llamé. Con la guía del técnico, revisamos el módem. El técnico habilitó nuevos canales en 2.4G y 5G (por la generación del wifi, supongo). Cerré todas las aplicaciones y pestañas. Con la conexión en 2.4G, el móvil reportó 50 Mbps. En la computadora, conectada vía wifi, 30 Mbps. Al final del día, cuando terminé de trabajar, me conecté a la señal que decía 5G. Dio la velocidad contratada.
La repetí al día siguiente, con las aplicaciones usuales abiertas. Lo mismo (ver las fotos). Resuelto lo de la velocidad, me quedaba una pregunta a servicio al cliente: ¿cuándo tengo que pagar?
Todavía estoy esperando la respuesta. Esos problemas, sin embargo, son menores.
Este sábado 10 de abril el ICE reportó una “falla nacional” del servicios de Internet fibra óptica. No todas las zonas fueron afectadas. No es la primera vez. En algunos casos los fallos se deben a camiones que se llevan el cableado o a robo de cables.
En este momento tenemos una afectación parcial en los servicios de Internet residencial en varias zonas del país. Nuestro personal técnico ya lo está atendiendo, para que sea restaurado lo antes posible.
— kölbi (@kolbi_cr) April 10, 2021
Otra causa puede ser por cortes de los cables submarinos. Pero actualmente hay conexiones a este tipo de conexiones internacionales en ambas costas y a nivel centroamericano.
Se supone, además, que las redes de transporte (lo que llaman el core) y las de distribución (a nivel de zonas y barrios) deberían tener redundancia, de forma que —si hay un corte en un sitio— la señal se pueda recibir desde otra dirección, aunque sea a velocidad más ralentizada, y que la afectación directa sólo sea a los suscriptores que alimenta la porción de cable afectada.
¿Por qué cualquier inconveniente afecta zonas enteras?
El ICE anunció el mismo sábado que la falla estaba resuelta. Pero este domingo todavía habían usuarios sin el enlace; en el servicio 1119 la cola era de más de 30 personas adelante; y en el chat respondían que en 24 horas llamaban.
¿No deberían tener equipos y protocolos para emergencias o piensan que los fines de semana los negocios no abren, las empresas dejan de operar y en las casas no trabajamos o estudiamos?