Otra vez me ocurrió. Este viernes iba caminando por el costado oeste del Liceo Mauro Fernandez, en Tibás y rumbo al gimnasio. Adelante estaba una pickup 4x4 estacionada. Alguien me llamó.
—¿Usted sabe dónde quedan unos apartamentos?
—Por aquí hay muchos apartamentos.
—Son unos que quedan frente a una parada.
—¿Cuál dirección les dieron?
El chofer y su acompañante me repitieron una dirección a la tica. Estaban a mitad de camino si es que les dieron las coordenadas correctas.
—¿Y no les dieron un Waze?— les dije.
—No— respondió el chofer entre confundido y apenado.
Más tarde pensé en que, perfectamente, eran unos apartamentos camino a Colima, antes de la Metalco.
Tenían rato de dar vueltas y ya el dueño de los apartamentos no les respondía el teléfono. Seguro se cansó de esperarlos, llegó otro posible inquilino antes o vaya a saber.
¿Cuánto tiempo y costos se habrían ahorrado si hubieran utilizado una app tan sencilla como Waze?
Es un ejemplo simple de cuánto perdemos por no aprovechar la tecnología. Cuando visito a un emprendimiento suelo pedir la dirección a la tica para ubicar mentalmente por dónde es. Y porque así los chóferes con experiencia también reconocen el sitio más fácilmente. Sin duda, con el Waze vamos a lo seguro, en especial cuando desconocemos un sitio exacto.
Volvamos a la pregunta.
En el gimnasio al que voy no tengo que esperar días o semanas para obtener mis resultados. Llego me descalzo, subo a la báscula y ésta me envía los datos a la app. Puedo ver la evolución en el último año.
Si llegué al plazo de la rutina, la app me lo recuerda y ahí mismo actualizo los objetivos (si es necesario) y se genera en segundos el nuevo plan de ejercicios.
A diferencia de los gimnasios donde hay que sacar cita para las mediciones y esperar varios días para que te den la rutina. Y el instructor o entrenador, además, pasa acongojado entre hacer las nuevas rutinas de los clientes y atender a los que están en planta haciendo ejercicios. Lo mismo ocurre en otras actividades.
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Un emprendedor puede utilizar aplicaciones de inteligencia artificial (IA) para hacer sus planes de mercadeo en minutos, algo que le costaba horas o días antes. Según The Wall Street Journal un propietario de un gimnasio de Boston lo hizo así y aumentó 30% sus ventas en 2024.
El diario estadounidense reporta que la productividad (la producción total dividida por las horas trabajadas) aumentó 2% en el tercer trimestre en Estados Unidos en comparación con el año anterior y que, según el Departamento de Trabajo, es el quinto trimestre consecutivo con un aumento así o superior. “Las empresas aprendieron nuevas formas de hacer las cosas y adoptaron nuevas tecnologías”, explica el Journal.
¿Cuáles son estas nuevas formas? Códigos QR en lugar de menús de papel en los restaurantes, videoconferencias en lugar de viajes, pagos y transferencias móviles, ventas en línea (mediante tiendas web o en redes sociales), aplicaciones de IA que realizan tareas en segundos (traducción, redacción, videos, imágenes, búsquedas de información) y el trabajo híbrido (presencial y teletrabajo), entre otras.
No es algo diferente a lo que hemos visto aquí en Costa Rica.
Luego de dejar a los hombres de la pickup atrás, pensé en que vivimos un cambio similar al de los años noventa, cuando la ofimática y las computadoras personales sustituyeron a las máquinas de escribir, llegaron las redes internas e Internet y más tarde empezo la masificación del celular.
El Journal advierte que no se está viendo el incremento de la productividad de ese entonces, cuando Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal, exclamó “¡Eureka!” en media era clintoniana.
“Impulsada por la innovación tecnológica y ayudada por una fuerte demanda de los consumidores y otros factores, la economía vivía un boom verdadero y constante. Aún así, por bien que las oportunidades fueran reales, el grado de exaltación era surrealista”, dice Greenspan en su libro autobiográfico La era de las turbulencias.
Más adelante, lo tengo subrayado, explica las diferencias de EE. UU. y otros países basándose en informes del FMI.
“El FMI atribuye el creciente desfase respecto de EE. UU. ‘a la recepción más lenta de las nuevas tecnologías, sobre todo los rápidos avances en tecnología de la información y las comunicaciones (TIC)’, fruto del retraso de la inversión en TIC”.
Otra página más adelante enumera los efectos de esas inversiones en TICs en EE. UU. en rotación de capital, rápido descenso de los inventarios e inseguridad laboral.
“Los cambios tecnológicos subyacentes que avalan esta hipótesis aparece sólo una vez cada siglo o cada 50 años”, advirtió Greenspan. Saquen cuentas. Ahora ese ciclo podría ser más acelerado y los plazos se podrían estar acortando.
Aunque no fuera igual hoy que hace cuatro décadas, sí hay cambios.
La escasez de mano de obra con los requisitos necesarios también impulsa la instalación de fábricas y empresas con tecnología de última generación. Cada vez más empleos necesitan personas con las competencias técnicas para manejar las nuevas tecnologías.
Muchos empleos podrían verse desplazados. Por ejemplo, en el CES Las Vegas que se realiza en estos días Sony presenta unos audífonos de alta definición que se apoya en IA para traducir en tiempo real. Démosle tiempo: en poco tiempo superará los puntos débiles que pueda traer aún.
El solo hecho de utilizar y analizar datos de ventas, inventario, compras y otros facilitan que las empresas optimicen sus operaciones, los pedidos, las entregas y la atención postventa. Es el caso de Google Maps y de Waze.
Creo que ya les había contado uno o dos casos parecidos de gente que me pregunta una dirección.
Recuerdo, y perdón si les repito la anécdota, que un sábado venía trotando mis últimos kilómetros del día. Había bajado el ritmo, según las indicaciones más sabias en el running. En un semáforo alguien me hizo señas.
Tuve que cruzar hasta media calle, pues el vehículo —otra pickup, pero en este caso de carga, y de hecho llevaba unos materiales— estaba en el carril contrario. El chofer me preguntó por un sitio.
El lugar quedaba a la vuelta.
A la vuelta es un decir. Tenía que doblar a la derecha en una esquina y luego otra vez a la derecha. Le di las indicaciones y retomé la trotada. Cuando iba más abajo me quedé helado.
Le había dado mal la indicación. Siempre me pasa. Doy muchos detalles.
Doy tantos detalles que yo mismo me pierdo.
—¿No le dieron un Waze?
—No— me respondió. Tampoco lo pidió.
Seguramente se extravió por los detalles que le di. Por dicha no sería por mucho.
La calle correcta quedaba una cuadra adelante o una cuadra atrás. Para reducir mi disonancia, como dicen en psicología, le había advertido que fuera preguntando.