En un mundo cada vez más complejo y saturado de información, en lugar de ser un aliado en la toma de decisiones, a menudo nos sumerge en aprehensiones e inseguridades, alejándonos de nuestro verdadero enfoque.
Es crucial reconocer que el dinero no debería ser acumulado en una cuenta bancaria, sino más bien, debe considerarse como un habilitador de nuestras metas, sueños y objetivos de vida. Por ello, en el proceso de gestión lo que está implícito, jugando un papel relevante, son nuestros principios, valores, creencias y vivencias.
Nuestras decisiones están sesgadas por nuestras experiencias y las de personas cercanas. Estos aspectos influyen los mensajes, lecciones y ejemplos que nos dieron nuestros padres y personas modelo a lo largo de nuestra vida.
Este principio ha sido fundamental en mi experiencia y carrera profesional. En mi experiencia profesional en la gestión patrimonial, he trabajado con personas físicas y jurídicas para ayudarles a acceder a productos de inversión adecuados para su perfil de riesgo. Es por esto por lo que cada vez estoy más convencida que en estos procesos, muchas veces llenos de normativa y palabras técnicas, uno de los elementos más importantes es la comunicación.
Ante esta premisa es que mi principal recomendación es abordar el proceso de la gestión de su patrimonio no desde el producto, sino desde sus necesidades como el centro de la toma de decisiones.
Al dar un paso hacia la gestión de su patrimonio, lo primero es que debe de hacerse acompañar de un asesor. La relación no debe comenzar con la discusión de productos; eso vendrá después, una vez que ambos tengan claro su enfoque y objetivos. Esta será una comunicación bidireccional, donde la confianza será fundamental, ya que habilitará una relación profesional que se definirá en conjunto. El asesor jugará un rol de facilitador en identificar y priorizar esos objetivos financieros y personales, a través de conversaciones sinceras con la responsabilidad fiduciaria que este debe a sus clientes, es decir, ponerlos en el centro. Es un proceso que toma el tiempo para poder explorar y aprender sobre sus antecedentes culturales, personalidad, actitudes, creencias, historia familiar y valores, para luego poder brindar una asesoría congruente.
Los asesores son, además, esas personas que nos acompañan (por medio de la comunicación continua) en el proceso de generación de autoconfianza, porque nos enseñan desde lo más básico hasta lo más complejo, con el objetivo de que estemos alineados con la información que nos comparten, directamente vinculada a las decisiones que tomemos en conjunto para cumplir nuestros objetivos de inversión. Esto alimenta el no sentirnos inseguros y enfocarnos en las metas financieras que queremos lograr.
La evaluación de la estructura respaldando al asesor es crucial para la ejecución de los planes, ya sea una empresa, institución o un grupo de expertos especializados en inversiones. Estos van a recibir de manera directa la información que le brindemos al asesor, para tomar las mejores decisiones en línea con nuestros objetivos.
De esta manera, en un proceso de asesoría se deberá de invertir tiempo junto a su asesor para que éste lo pueda conocer lo más posible, de forma que le permita motivarle a crear una visión de su futuro financiero sin sesgos de fracasos pasados y límites actuales. Con ello, le podrá acompañar en el diseño de las actividades de planeamiento para alcanzar sus objetivos. Este será un PLAN que ambos conocerán y sobre el cual podrán dar seguimiento de manera continua. Para llegar a este punto la base será en todo momento COMUNICACIÓN que generará para ambos mayores beneficios que costos.