Desde finales del 2021 los mercados internacionales vienen demostrando una volatilidad, es decir, una fuerte variación de precios y en esta ocasión con una tendencia a la baja. De esta manera, se cerró el mes de enero con una caída del 5.17% del índice accionario deStandard and Poor’s, indicador principal de los mercados accionarios, convirtiéndose en uno de los inicios más complejos y el mes de peor desempeño desde marzo 2020, cuando inició la pandemia.
El motivo de esta caída no ha sido una, sino varias situaciones, entre ellas la incertidumbre en temas como la inflación, el proceso de aumento de las tasas de interés como respuesta a esta inflación, conflictos geopolíticos entre Rusia y Ucrania, la nueva variante de la COVID-19 – ómicron, los cuellos de botella en la cadena de suministros, el incremento en precios del petróleo y los commodities, por citar los que con mayor frecuencia nos señalan los analistas y los noticieros.
Estas situaciones nos hacen recordar que los mercados son dinámicos y que están inmersos en factores de incertidumbre, los cuales pueden llevar a resultados positivos, pero también, en situaciones con rendimientos negativos, producto del ajuste de precios al incorporar el impacto en los activos financieros de esta nueva realidad.
Este proceso no es nuevo en los mercados, ya que éstos acompañan a los ciclos económicos, que luego del período de crisis, pasan por la recuperación y ahora entran en un proceso de estabilización. Es importante recordar que los ciclos, aunque se pueden describir en su comportamiento esperado, cada uno se caracteriza por situaciones de origen y de impacto distintos. Hace 12 años, cuando se dio la crisis inmobiliaria y financiera en Estados Unidos, el origen se ubicó en las entidades financieras, lo que generó que los consumidores al enfrentar una devaluación en los precios inmobiliarios, desencadenaran una crisis económica generalizada. En el 2020, una crisis sanitaria impacta de manera simultánea no solo la demanda sino también en la oferta con un “detenimiento” sin precedentes.
Ahora, luego de la crisis y de las ayudas del gobierno y de los bancos centrales, volviendo las industrias a su normalidad, se evidencian los desequilibrios vigentes, y por ello, corresponde en este momento lidiar con un escenario retador, quizá sin precedentes, que nos permita predecir de manera certera los posibles movimientos esperados en los mercados. Es en este momento cuando la diversificación, la paciencia y la racionalidad deben prevalecer en la toma de decisiones.
Es fácil decirlo, pero no enfrentarlo.
Estos escenarios adversos y de ajustes activan las emociones y las sensaciones de miedo de perder el patrimonio construido por muchos años, por lo que es en estos momentos donde cobra mayor relevancia el ir a validar que los objetivos patrimoniales sigan vigentes y que se disponga de un horizonte de tiempo bien definido. Tomar decisiones basadas en las emociones puede acarrear pérdidas innecesarias, que a futuro podrían generar una recuperación mucho más retadora.
Mantenerse en el plan trazado es disciplina y es esa disciplina la que mejor retribuye a los inversionistas en el tiempo.