Hace un par de meses tuve la oportunidad de participar en un evento en donde nos conectamos en vivo con la Estación Espacial Internacional y tuvimos la oportunidad de conversar con Samantha Cristoforetti, la tercera mujer astronauta de la Agencia Espacial Europea y la primera mujer astronauta italiana.
La experiencia de conversar con alguien que está en el espacio fue realmente increíble y me dejó sumamente admirada por la tecnología que lo hace posible. Pero más aún, me encantó conversar y aprender de una mujer empoderada, inteligente y además muy carismática, que es referente para miles de personas y especialmente de niños y niñas alrededor del mundo.
Una de las anécdotas que más que gustó escuchar fue que Mattel creo una muñeca barbie inspirada en Samantha. Me pareció una extraordinaria decisión por parte de la compañía para romper estereotipos y para inspirar una nueva generación de niñas a soñar y no ponerse límites en lo que quieran estudiar o en qué ámbito desarrollarse profesionalmente.
Cuando yo estudié ingeniería en los años 90, éramos pocas mujeres en la facultad de la Universidad de Costa Rica y es por esto que, me emociona ver cada vez más mujeres en carreras y profesiones que estaban estereotipadas como masculinas: astronauta, banquera, constructora y por qué no, presidenta de un país.
Me encanta esa libertad y también la visión estratégica de las empresas por buscar la equidad de género. Esta barbie astronauta es una muestra contundente de la importancia de honrar a heroínas de la vida real y no a estereotipos de apariencia física. Hoy más que nunca debemos luchar porque las mujeres tengamos la misma libertad de elegir, la misma remuneración por hacer el mismo trabajo y la misma oportunidad de desarrollarnos hasta nuestro máximo potencial como seres humanos integrales.