Derek Curtis Bok rector de la Universidad de Harvard entre los años de 1971 y 1991, compartió una célebre frase que abre esta corta reflexión y dijo “si usted cree que la educación es cara, pruebe con la ignorancia”. Lo anterior nos lleva a que evaluemos algunas variables del impacto económico de una deficiente educación que destaca y pronostica el VIII Informe del Estado de la Educación 2021, recientemente expuesto en el Programa Estado de la Nación.
Costa Rica en el año 1995 registraba una incidencia de pobreza de un 7,8% datos que se desprenden del Instituto Nacional de Estadística y Censos. Para ese entonces, nuestros indicadores de inversión del Producto Interno Bruto (PIB) en educación alcanzaban la cifra de un 3,37%, según datos del Banco Mundial.
El informe Estado de la Educación 2021 consigna una escalofriante cifra. Para los próximos cinco años nos indica que los niveles de pobreza para las zonas rurales pueden alcanzar más del 30% y en la zonas urbanas superior al 26%.
Al año 2020, los niveles de pobreza se registran en un 19,1% con una inversión del PIB en educación para el mismo año de un 7,04%. Algo no se ha venido haciendo bien con respecto a estos recursos en el crecimiento y mejora de la educación, como principal motor del desarrollo económico.
El peso que obtiene una formación profesional competente y simétrica en alcanzar niveles de crecimiento económico, recae significativamente sobre la educación. La cual entre otras causas apolíticas ha sido terriblemente castigada por la pandemia .
Cinde, Procomer y otras entidades especializadas han realizado una seria lectura de las necesidades de formación superior, técnica, académica y práctica de forma eficiente y coherente, concluyendo con una fina lectura de la demanda, oferta y oportunidad de mercado inmediata y futura coherente con las necesidades de desarrollo y crecimiento.
El reconocido matemático, químico, profesor y filósofo costarricense, don Enrique Góngora Trejos decía: “Entre enseñar muchas cosas superficialmente o enseñar pocas con profundidad, prefiero lo último” y justo el informe Estado de la Educación, desde un análisis pedagógico resume, que nuestras generaciones de los últimos años, en los procesos de enseñanza-aprendizaje de las instituciones públicas, las personas estudiantes, asisten y resuelven, pero no aprenden. Intrínsicamente, respondemos una de las preguntas que se hace el maestro Góngora, allá por 1984 cuando concluía su reflexión “¿estamos enseñando alguna cosa con alguna profundidad?
La pandemia entre otros fenómenos ha exacerbado notablemente una tóxica exclusión educativa, profundizando y ensanchando las brechas del acceso a los más básicos recursos e instrumentos de aprendizaje, propios de aquellos que marcan la era de información y una temeraria cuarta revolución industrial automatizando todo lo que a su paso se encuentre.
La educación en Costa Rica está galopando sostenidamente hacia un punto de inflexión, pero simultáneamente ante una inmejorable oportunidad de mejora, si se capitalizan dosis importantes de innovación, escalabilidad y exponencialidad de mecanismos ágiles en la toma de decisiones y aplicación de metodologías de enseñanza digitalizables, innovadoras y concatenables con la tecnología, lo que conduce a un verdadero aprendizaje significativo
Las posibilidades que indexan la crisis son innumerables, pero requieren de una muy auténtica y legítima voluntad política de emplearse a fondo en una propuesta de valor hacia el desarrollo económico.
Ser maestro es un honor, educar bien es un servicio y deber esencial.
Marco F. Alvarado es el Director Ejecutivo Académico de Universidad Politécnica Internacional Costa Rica