Hace algunas semanas, Larry Fink, CEO de BlackRock, el inversionista más grande del mundo, que maneja $6 billones, encendió una acalorada controversia con sus declaraciones respecto de que su compañía cambiaría sus prácticas de contratación, y potencialmente su estructura de compensaciones, para impulsar la diversidad y asegurar que en un plazo de cinco años la compañía no solo sea “una bola de hombres blancos.” Esto como seguimiento a su carta anual a los CEO en la cual señala que las compañías necesitan abrazar un propósito más allá de la mera maximización de ganancias.
Los críticos, de acuerdo con Fox Business, calificaron el compromiso de Fink hacia la diversidad como una forma de “socialismo corporativo,” quejándose de que “el ejecutivo de una compañía que cotiza en bolsa use los recursos de la empresa y su cargo como CEO para promover una agenda personal”. El artículo de Fox procedió a citar a Charles Elson, experto en gobernanza corporativa de la Universidad de Delaware (EE. UU.): “Este fundamentalmente no es el rol de una compañía que cotiza en bolsa, y es injusto para los inversionistas que podrían no coincidir con su agenda política. Un CEO no debería usar el dinero de casa para impulsar una meta que podría no crear rendimiento económico”.
No podría estar más en desacuerdo. Los líderes empresariales deben finalmente, de una vez por todas, abandonar la anticuada y errónea noción de que los factores sociales –incluida la diversidad– son irrelevantes para el éxito económico de nuestras compañías.
Como varón de raza blanca, me es fácil entender por qué los hombres blancos podrían reaccionar defensivamente ante temas de diversidad, pero debemos dejar de pretender que las empresas de algún modo existen en un vacío que no afecta ni depende del bienestar de nuestra sociedad. De hecho, un creciente conjunto de evidencias demuestra que el éxito económico es determinado en buena medida por la forma en que una compañía atiende los temas sociales.
FSG publicó un reporte, The Competitive Advantage of Racial Equity, que documenta numerosos ejemplos de compañías que encontraron nuevas fuentes de ingresos y mayor rentabilidad al cumplir de mejor manera las necesidades de consumidores y empleados de color. Después de todo, la mayoría de los jóvenes de menos de 18 años son de color, y se espera que la población blanca sea una minoría en 2040 –un cambio dramático para un país que era 80% blanco apenas en la década de 1980–.
En lugar de imponerle sus valores personales a los accionistas, Fink está transformando a BlackRock para tener éxito en el futuro, tomando el liderazgo en un tema que todas las compañías estadounidenses tendrán que enfrentar muy pronto.
La raza no es el único tema social con consecuencias económicas. Walmart ha ahorrado miles de millones de dólares de sus gastos anuales, al reducir agresivamente su huella ambiental, al disminuir desperdicios, cambiar a energías renovables y promover una agenda de sustentabilidad. Por su parte, Generation Investment Management, fondo de inversiones de alto desempeño a nivel global, ha alcanzado esos resultados mediante un decidido enfoque en la sustentabilidad.
Comprometerse con un propósito y tener un impacto social positivo es cada vez más importante para la buena administración y el valor para los accionistas. La investigación de George Serafeim, mi colega en la Harvard Business School, ha mostrado que las compañías que están seriamente comprometidas con un propósito superan el desempeño de sus pares. Al desarrollar el temario para el curso de maestría de Harvard titulado Creando valor compartido: Ventajas competitivas a través del impacto social, Michael Porter y yo encontramos cada vez más ejemplos de compañías que obtienen una ventaja competitiva al entregar un impacto social positivo. Cada año, la revista Fortune publica una lista de 50 compañías que están cambiando el mundo –firmas que tienen impacto significativo en temas sociales, de una forma muy contectada a su negocio– y las compañías de esa lista, en promedio, han superado el desempeño del mercado.
Toda compañía necesita una fuerza de trabajo saludable, educada, diversa y productiva; acceso sustentable a recursos naturales, proveedores socialmente responsables, consumidores que puedan permitirse comprar sus productos, y un gobierno prudente, estable y libre de corrupción. Las masivas consecuencias económicas del reciente cierre del Gobierno de los Estados Unidos refuerzan el argumento de que un gobierno efectivo es esencial para la prosperidad corporativa.
En lugar de culpar a líderes como Fink por imponer una agenda personal en sus empresas, debemos criticar a aquellos CEO que no toman en cuenta las consecuencias sociales y que, como resultado, dañan los rendimientos de sus accionistas. Cuando Volkswagen encontró una forma de engañar las pruebas de emisiones y Valeant Pharmaceuticals International elevó los precios de sus medicamentos existentes a niveles astronómicos, la inconsciencia de los directivos respecto a la responsabilidad corporativa y el impacto social de sus acciones ocasionó un daño masivo para sus accionistas. Hay numerosos ejemplos del costo para los accionistas cuando la gerencia está ciega a las consecuencias sociales, y por el contrario no conozco casos en que hayan sido afectados porque los directivos estaban atentos a temas sociales. Aun así, de algún modo, persiste la idea de que la atención a temas sociales es un costo –o una elección personal de una administración con tendencias de izquierda– en lugar de una estrategia disciplinada y con visión de largo plazo, para crearle valor a los accionistas.
Los directivos y emprendedores astutos están encontrando nuevas fuentes para la creación de valor a través de innovaciones que cumplen con necesidades sociales (como los automóviles eléctricos de Tesla y como Revolution Foods, que ofrece nutritivos almuerzos escolares) o encuentran formas de contratar e impulsar a personas con preparatoria trunca y mejorar la productividad (como el programa This Way Ahead, de Gap), y ahorran costos de servicios médicos al mejorar las condiciones de la comunidad (como Humana). Encontrar soluciones redituables a los desafíos de la sociedad puede resultar en enormes rendimientos para los accionistas.
Los economistas clásicos les enseñaron a los líderes empresariales que los temas sociales y medioambientales eran externalidades que no tenían efectos en el negocio, pero la evidencia a nuestro alrededor muestra que eso es incorrecto. Las compañías más exitosas de la actualidad han aprendido que el impacto social de su empresa es un factor crítico en su estrategia competitiva y efectividad operacional. No es Fink, sino sus críticos, los nos están imponiendo sus anacrónicos valores personales, en perjuicio de los accionistas.
Mark R. Kramer es académico sénior en la Harvard Business School y cofundador de FSG.