A las 6:00 p.m. las calles de Managua se apagan por completo. Nadie sale de sus casas, las personas se refugian en silencio y afuera solo se escuchan los vehículos tipo pick-up de la Policía Nacional, los paramilitares y los grupos de la Juventud Sandinista quienes se adueñan de los espacios públicos con armas de fuego.
"Si estás afuera de la casa después de la 6:00 p.m. te disparan, te humillan o te matan", relató Gabriela Castro, una comunicadora social, docente universitaria e investigadora nicaragüense quien a pesar de que enfrenta una denuncia por "terrorismo mediático" interpuesta por miembros del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), decidió refugiarse en las páginas de EF para contar su historia.
Hay muchas formas de reconstruir la crisis que se vive en Nicaragua. Aquí la voz cantante será la de Gabriela y su relato se enlazará con los momentos más difíciles que ha vivido esa nación centroamericana en los últimos dos meses.
El país enfrenta una "guerra silenciosa", en un bando están los ciudadanos, los estudiantes, los campesinos, agricultores y la clase empresarial, quienes piden la renuncia del presidente Daniel Ortega y un cambio en el Gobierno del país.
El otro "ejército" es el que defiende los intereses de Ortega conformado por la Policía Nacional, los grupos armados del FSLN, la Juventud Sandinista -que incluye a personas de barrios pobres, según Gabriela - y grupos paramilitares.
Los ciudadanos agrupados en la opositora Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia recurren a manifestaciones, barricadas en carreteras -llamadas "tranques" en Nicaragua- y fabricación de armas hechizas de bajo calibre para defender su postura y exigir la salida de Ortega del poder.
En tanto, la Policía y los grupos que pelean a favor del gobernante nicaragüense cuentan con vehículos, armas de fuego, bombas y equipos especiales para enfrentamientos. De manera extraoficial, los grupos ciudadanos denuncian que hay francotiradores del Ejército que colaboran con el bloque de defensa de Ortega.
Un campo de batalla
Aunque todavía no se vive una guerra civil de manera oficial, Nicaragua es un campo de batalla.
Gabriela Castro lo relata desde la primera fila: "El país está sumido en un estado de terror y de histeria colectiva, las personas escuchan muertes, detonaciones y bombas en las noches, hay muchos casos de depresión y paranoia por la crisis social que vivimos".
La muerte de una familia de seis miembros, incluidos dos niños de ochos meses y dos años, el pasado 16 de junio en Managua, fue uno de los hechos que infundió más terror en la población.
Organizaciones de derechos humanos en Nicaragua denunciaron que grupos "parapoliciales" quemaron la casa de esta familia debido a que los propietarios se rehusaron a abrir sus puertas para que se instalaran francotiradores en el techo.
"Este es uno de los capítulos más dolorosos y que ha generado mayor conmoción en toda Nicaragua. Las personas tienen miedo de que la Policía y los paramilitares entren a sus casas y les hagan daño", apuntó Castro.
La cifra de muertos en Nicaragua ya supera las 215 víctimas y los 5.000 heridos de acuerdo con datos de organizaciones de derechos humanos. El Gobierno por su parte le baja el tono a los fallecidos y reconoce solo 46 decesos.
Castro también señaló que la crisis y la ola de violencia han provocado la quiebra de negocios, restaurantes y emprendimientos familiares.
Momentos de temor
"Nicaragua es un desierto", así lo calificó Gabriela Castro. Los ciudadanos cada vez salen menos de sus casas, quienes lo hacen se suman a las protestas, los demás prefieren resguardarse. Los adultos mayores y niños permanecen aterrorizados por las balas, las explosiones de las bombas y los gritos de los heridos.
Lo que sucede en Nicaragua es un misterio incluso para la misma población, por eso los ciudadanos piden que Ortega permita el ingreso del Alto Comisionado de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos, de la Secretaría de la Organización de Estados Americanos (OEA), del representantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y de la Unión Europea (UE).
Esta es una de las condiciones que impuso la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia para continuar con la mesa diálogo en la que también participa el Gobierno.
Ortega ya envió las cartas de invitación a estas organizaciones internacionales y se espera que las delegaciones ingresen al país en las próximas semanas.
Gabriela asegura que están en un periodo de "brazos caídos" muchas empresas suspendieron operaciones en Nicaragua durante la crisis y el Gobierno le quita dinero en publicidad a los medios de comunicación que no dan noticias favorables para Ortega.
Así se vive la crisis en Nicaragua desde la óptica de Gabriela Castro una comunicadora social que ha participado en las manifestaciones contra el gobierno de Ortega y quien reside en la convulsa Managua, una ciudad que teme convertirse en el escenario de una nueva guerra civil.
Nota del redactor: Para este reportaje se contó con el apoyo del fotógrafo nicaragüense, Jorge Mejía Peralta, quien aportó imágenes de las manifestaciones y el enfrentamiento social.