Masaya. El gobierno del presidente de Nicaragua Daniel Ortega recuperó violentamente el martes el control de la ciudad de Masaya en abierto desafío al reclamo internacional del cese de la represión a los opositores.
Policías y paramilitares irrumpieron al alba en Masaya para iniciar un asalto que duró horas y dejó un saldo de al menos dos muertos, dijo Vilma Nuñez, dirigente de una organización de derechos humanos.
La cruenta crisis de Nicaragua, que lleva tres meses y ha dejado más de 280 muertos, será discutida este miércoles en Washington por el Consejo Permanente de la OEA.
Masaya era la última de las ciudades que resistía a las fuerzas gubernamentales desde el inicio de las protestas en abril en reclamo de la renuncia de Ortega.
Los choques del martes estuvieron centrados en el barrio indígena Monimbó, donde los opositores resistían detrás de barricadas de hasta dos metros de altura y respondían disparando morteros de fabricación casera, según testigos.
LEA MÁS: Obispos continuarán diálogo pese a agresión de seguidores de Ortega
Por la noche el gobierno dijo que Masaya estaba “liberada”. “Hoy (martes) le tocó a Monimbó, Masaya, que desde ya luce calles liberadas de tranques (bloqueos) donde la gente puede circular libremente”, dijo el gobierno en su sitio web, El 19 Digital.
Más de 1.000 hombres fuertemente armados con ametralladoras entraron disparando a mansalva a esta ciudad de 100.000 habitantes ubicada 30 km al sur de la capital, indicaron pobladores.
Un día antes, Ortega recibió llamados a terminar con la violencia contra la población de parte de 13 países latinoamericanos, el gobierno de Estados Unidos y el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. El martes se sumó la Unión Europea.
El ataque del martes fue el “más fuerte” que lanzaron contra Masaya, relató a la AFP Cristian Fajardo, dirigente estudiantil. Jóvenes del barrio Monimbó dijeron estar dispuestos a morir por una “Nicaragua libre”.
Ráfagas de armas de todo calibre se escucharon por todos lados de Masaya, dijeron testigos. Indicaron que los paramilitares tomaron el hospital local para impedir la atención de los heridos.
LEA MÁS: Conflicto nicaragüense enciende alarmas en la economía nacional
Luego desataron “una cacería indiscriminada” contra la población, en la que fueron capturadas al menos 40 personas, denunció Núñez.
En medio de los enfrentamientos, el nuncio apostólico de Nicaragua, Stanislaw Waldemar Sommertag, llamó al gobierno y a los opositores a pactar una tregua y dialogar, pero las autoridades no respondieron.
En Estados Unidos, el secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, Francisco Palmieri, pidió “enérgicamente” a Ortega que detuviera el ataque a Masaya.
“La continua violencia y derramamiento de sangre promovidos por el gobierno en Nicaragua deben cesar inmediatamente. El mundo está observando”, escribió Palmieri el martes en Twitter.
La acción de las fuerzas gubernamentales forma parte de la llamada “operación limpieza” que policías y paramilitares iniciaron semanas atrás para desalojar de las calles a los manifestantes que exigen la salida del poder de Ortega, un exguerrillero izquierdista de 72 años que gobierna desde 2007.
La policía tiene “el compromiso de limpiar los tranques (bloqueos de vías) a nivel nacional al costo que sea”, dijo horas antes de los ataques el jefe de la policía de Masaya, Ramón Avellán.
Masaya se había declarado en rebeldía contra el gobierno desde que estallaron el 18 de abril las protestas antigubernamentales que reclaman la salida del gobierno de Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo.
La pareja presidencial es acusada por sus opositores de instaurar una dictadura que controla todos los poderes del Estado. Masaya era el único bastión rebelde que el gobierno no había logrado doblegar.
El secretario de la presidencia nicaragüense, Paul Oquist, aseguró este martes a AFP en Bruselas que “el intento de llevar a cabo un golpe de Estado en Nicaragua ya está acabado” y abogó por terminar de resolver la crisis mediante el diálogo.
En tanto, la vicepresidenta Murillo celebró el avance en la “liberación” de las ciudades y calificó a los manifestantes como una “minoría llena de odio”.