Al imponer restricciones al gigante estadounidense de los semiconductores Micron, China alza el tono frente a Estados Unidos en un pulso tecnológico alentado por las tensiones diplomáticas.
Varios analistas consultados por AFP consideran, no obstante, que el margen de maniobra de Pekín quizá sea limitado, siendo su prioridad la de reimpulsar su economía, la segunda del mundo, debilitada por tres años de política anticovid.
El de los microchips es un sector altamente estratégico que da vida a la economía mundial moderna, pues estos pequeños dispositivos se encuentran en las bombillas LED, las lavadoras, los autos o los celulares inteligentes.
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Pero los que fabrica Micron “presentan problemas potenciales para la seguridad de las redes”, lo que pone en riesgo “la seguridad nacional de China”, señaló el domingo el organismo chino encargado de ciberseguridad, que instó a “los operadores de infraestructuras que trabajan con datos sensibles de China” a dejar de comprarlos.
En respuesta, Washington dio cuenta de sus "muy serias preocupaciones" el lunes, una posición que reiteró este jueves la secretaria de Comercio estadounidense, Gina Raimondo, a su par chino, Wang Wentao, durante un encuentro en la capital estadounidense.
El fin de semana, los dirigentes de los países del G7, reunidos en Hiroshima (Japón), habían advertido en contra de cualquier intento de "coacción económica", en una alusión velada a las prácticas de China.
"El comunicado fuerte del G7 quizá añadió más leña al fuego", apuntó Gary Ng, economista de Natixis. Según él, el caso de Micron "sentará jurisprudencia".
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“Represalias”
El procedimiento contra el grupo, iniciado a finales de marzo, es el primero contra una empresa extranjera desde que Pekín endureció las reglas en materia de ciberseguridad, en 2021.
"No me sorprendería que los reguladores decidieran en un futuro utilizar estos procedimientos como una herramienta de represalia" geopolítica, consideró Gary Ng.
Por su parte, Emily Weinstein, investigadora en la universidad de Georgetown, destacó que la noción de "operadores de infraestructuras que trabajan con datos sensibles" es muy amplia, pudiendo abarcar desde la defensa a la salud, pasando por la conservación del agua.
Además, recordó que "China siempre ha encontrado razones de seguridad nacional u otras para crear barreras proteccionistas".
Así, las autoridades chinas a veces exigen acuerdos de transferencia tecnológica, obligando a las empresas a almacenar los datos dentro del país y, en determinados sectores, a algunas compañías extranjeras a crear otra empresa con un socio local.
La nueva medida "es claramente en represalia por lo que Pekín percibe como un apoyo de Washington a Micron y a la industria estadounidense de los semiconductores", señaló Paul Triolo, experto en tecnología china de la consultoría Albright Stonebridge.
Y es que en octubre de 2022 Estados Unidos, argumentando también cuestiones de "seguridad nacional", anunció nuevos controles a la exportación, para entorpecer el acceso de Pekín a chips de alta gama "con aplicaciones militares".
La medida vetó a fabricantes chinos de chips como Yangtze Memory Technologies, rival de Micron.
La baza surcoreana
Para China, Micron -cuarto fabricante mundial de semiconductores- era un objetivo fácil, pues sus chips se pueden sustituir por los de los surcoreanos Hynix y Samsung.
En cambio, apuntar contra otros gigantes estadounidenses, como Intel o Qualcomm, será más difícil, pues sus chips se utilizan en bienes de consumo -como celulares- que se fabrican en China y luego se exportan.
Además, Pekín no se puede arriesgar a debilitar su economía, todavía afectada por las consecuencias de la política de "cero covid".
"China se ha mostrado muy prudente y no ha tomado demasiadas medidas de retorsión [...] porque Pekín no puede aumentar rápidamente sus capacidades nacionales para hacer frente a un eventual déficit" de chips, observó Gary Ng.
A partir de ahora, para compensar, apostará "por los proveedores surcoreanos", dijo Paul Triolo.
Pero la Casa Blanca instó el mes pasado a los fabricantes surcoreanos a no exportar a China y también presionó a los Países Bajos y a Japón, dos productores clave, que anunciaron restricciones en este ámbito.