Sensato. Así califico el llamado del mandatario Carlos Alvarado para que los diputados de cualquier fracción no se apresuren a criticar el plan de recorte del gasto público preparado por el Gobierno sin siquiera conocer en qué consiste.
Lo más prudente y responsable, máxime tratándose de un problema tan delicado y apremiante como el déficit fiscal, es tener la cortesía de escuchar primero a la ministra de Hacienda, doña Rocío Aguilar.
Esta jerarca comparecerá ante el plenario legislativo el miércoles y jueves de la semana próxima con el objetivo de exponer y explicar las medidas para podar el robusto y frondoso árbol del gasto público que suma ya tres gobiernos al hilo con amplio follaje, en parte por la apertura "generosa" de la llave de los recursos, debido a la mezquindad y cálculo político, también por temor a los sindicatos (¿o complicidad?) y el desperdicio de tiempo valioso.
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Conociendo la seriedad, rigurosidad, mesura, celo, responsabilidad, compromiso y solvencia profesional de doña Rocío —quien ha dejado una huella de integridad e independencia en las empresas, organizaciones e instituciones por donde ha pasado— confío en que la propuesta elaborada es seria y digna de ser analizada y discutida con argumentos sólidos.
No espero menos de esta abogada y administradora de negocios con énfasis en finanzas y banca, y contralora general de la República del 2005 al 2012, puesto desde el cual fue una voz crítica sobre los privilegios, incentivos y remuneraciones, y el crecimiento acelerado de estos en los presupuestos del sector gubernamental.
Asimismo, señaló las deficiencias estatales en materia de recaudación de impuestos y ejecución de recursos.
No se trata, entonces, de un tema nuevo para doña Rocío, sino de uno que ha estudiado y profundizado.
¡Cuidado con ese anzuelo!
Lo anterior no significa que el plan de recorte del gasto público va a contar con el beneplácito de todos los sectores del país. Por el contrario, es de esperar que levante roncha, incomode y enoje a algunos pues los grandes problemas requieren de pequeños, medianos y grandes sacrificios. No podemos seguir pegándole curitas al déficit fiscal; es hora de aplicar bisturí.
En este sentido, es sumamente importante que el Poder Ejecutivo, que ha estado enviando señales positivas y esperanzadoras en la tarea de poner orden en materia de finanzas públicas —entre ellas, el compromiso de llevar el déficit fiscal a un 2% o 3% del PIB en el 2022, cuando se estima que llegará a un 7,1 % en el 2018 y un 7,9 % en el 2019— no muerda el consabido anzuelo de someter las iniciativas en este campo a una mesa de debate integrada por representantes de diversos sectores.
La tarea le corresponde única y exclusivamente al Gobierno y a los 57 diputados que los ciudadanos elegimos por la vía democrática el pasado 4 de febrero. Estos son nuestros representantes oficiales, escogidos en las urnas electorales, respaldados por los votos soberanos del pueblo.
Ellos son quienes me representan como ciudadano; no los sindicatos, cámaras, universidades, Iglesia, asociaciones, etcétera. Estas son, simple y sencillamente, organizaciones con voz —la cual ya hemos escuchado a lo largo de muchos años de discusión en torno al déficit fiscal— pero no con voto ni con veto.
Los delegados autorizados, calificados y legítimos son los ciudadanos que ocupan las curules de Cuesta de Moras.
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Solo así, respetando la institucionalidad que los costarricenses escogimos para organizar nuestra vida política, social y económica —la cual no incluye un Parlamento paralelo, un Congreso auxiliar o una Asamblea Legislativa pirateada—, se podrá alcanzar la meta con la que está comprometido el ministro de la Presidencia, Rodolfo Piza: la aprobación del proyecto de Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas en los primeros 100 días de la Administración Alvarado Quesada.
"Debemos salir de esto rápido para ponernos a trabajar en los temas importantes. Tenemos que centrarnos en reactivar la economía, generar empleo y modernizar el sector productivo", manifestó Piza el 17 de mayo anterior, en entrevista con el periodista Manuel Avendaño de El Financiero.
Don Carlos, doña Rocío, don Rodolfo, por el bien de Costa Rica no caigan en el juego de una mesa de diálogo donde se discuta entre cuatro paredes un problema al que no podemos darle largas. La liga, ustedes lo saben, está a punto de reventarse. Con todo respeto: no cedan a presiones internas y externas.