Un satélite ruso que pretendía llegar a la luna de marte colapsó contra el mar Pacífico en el 2011. No mató a nadie, pero pudo haber caído en cualquier parte.
La Tierra está rodeada de intentos científicos fallidos como ese, de desechos y de satélites activos e inactivos. Las cifras varían según el ente, pero se calcula que hay entre 17.000 y 23.000 objetos flotantes de los cuales solo el 6% está en funcionamiento. Un 30% son satélites desmantelados y el resto es puro desecho. Unas 6.300 toneladas de basura tecnológica, calcula la Agencia Espacial Europea (ESA por sus siglas en inglés).
El “suelo” del espacio exterior está lleno de basura que muy pocos de los actores que la lanzan tratan de recoger y muchos menos saben cómo hacerlo.
El problema es que esa basura puede precipitarse sobre nuestras cabezas, chocar contra algún otro satélite, generar interferencias en las telecomunicaciones e incluso frustrar misiones espaciales.
“Es como en la película Gravity, solo que menos exagerado”, explica el presidente de la Asociación Centroamericana de Aeronáutica y del Espacio (ACAE), Carlos Alvarado.
El incidente ruso no fue un hecho aislado pero atizó la discusión sobre quién juntará toda la basura espacial que se acumula desde hace décadas en la órbita y que podría matarnos.
Es lo que se discute esta semana en un foro organizado por ACAE y por la Fundación Mundo Seguro (SWF por sus siglas en inglés), una organización privada que promueve la sostenibilidad espacial: crear satélites que puedan volver a la tierra de manera responsable y reducir la contaminación alrededor de la tierra.
Sin reglas claras. Dentro de la Tierra, botar basura puede ser multado y hasta penalizado, pero afuera es otra historia: nadie está obligado a recoger lo que bota.
No hay acuerdos internacionales, reglas o leyes que obliguen a los países a traer de vuelta todo el “detrito” que crean allá afuera. Solo hay guías creadas por entes internacionales.
Los representantes de ACAE y de la SWF tampoco prometen que llegue una solución absoluta en el corto plazo, al menos no una obligatoria. “Son medidas voluntarias”, aclara Laura Delgado, gerente de proyectos de SFW.
Lo que ellos promueven es que los satélites lleven suficiente combustible como para regresar a la Tierra una vez que haya culminado su vida útil. Es una cuestión de planificación, dice Delgado.
Los 70 países y más de 100 organizaciones que lanzan dispositivos al espacio han mostrado desconocimiento, falta de conciencia y, sobre todo, intereses políticos y económicos que entran en conflicto.
¿Por qué no recogen al menos los desechos más grandes? “No sabemos a quién le pertenecen todos esos pedazos y ¿qué va a detener a una persona con malas intenciones de que remueva un satélite en uso?”, argumenta Delgado.
La ONU y otros entes promueven la discusión desde hace casi una década. En el 2007, indicó Delgado, se publicó la primera guía de sostenibilidad espacial y la Agencia Espacial Europea está pensando en múltiples modelos para recoger la basura. La semana pasada, el medio de negocios Business Insider publicó la nueva estrategia de la ESA: lanzar una red para "pescar" satélites en el espacio.
En Costa Rica se construye en este momento un satélite que contará con las características sostenibles, aseguró Alvarado. Es el primer satélite centroamericano y permitirá conocer, en tiempo real, el flujo del dióxido de carbono en los bosques tropicales. Sería una contradicción que una herramienta pensada para prevenir el cambio climático no fuera sostenible, dice Alvarado.