Todos quieren ser Uber.
Desde las lavanderías, los supermercados y las floristerías hasta los maridos de alquiler... todos los servicios quieren reproducir el exitoso modelo. Una tendencia a la que han bautizado como “uberización”.
A las nuevas aplicaciones creadas, los tecnólogos les llaman “ Uber for X ”: “el Uber de los helicópteros”, “el Uber de las bicicletas”, “el Uber de los libros”, “el Uber de la lavandería” y así.
Pero no todos pueden hacerlo.
Padre y madre de la nueva economía colaborativa ( sharing economy ), Uber y Air BnB van a la cabeza de un sunami de tecnologías que amenazan a los negocios tradicionales del mundo y a sus gobernantes.
Su fórmula consiste en ofrecer una nueva forma de adquirir bienes y servicios bajo demanda, conectando en tiempo real a los usuarios y los proveedores. También le han llamado “economía bajo demanda”.
A su paso, este modelo quiebra normas, leyes, negocios... e incentiva el autoempleo por encima del trabajo formal.
Queda claro que es una amenaza para el statu quo .
También tiene el potencial de arrollar a las pequeñas empresas que crean plataformas en la línea de la economía compartida a nivel local.
¿Qué puede hacer un innovador costarricense dentro de este modelo que no haya hecho ya una startup en Silicon Valley?
¿Quiere, por ejemplo, crear una aplicación para compartir su mesa con los viajeros?, ¿o lanzar una plataforma para alquilar servicios domésticos?, ¿o quizá crear un programa para prestar su cortadora de césped?
La respuesta, casi siempre, será la misma: ya existe una app para eso. Quizá no esté operando en Costa Rica, pero Internet muy pronto la traerá a sus manos.
En las nuevas tecnologías digitales, solo quienes se apresuren a entrar a la cancha tendrán oportunidad de ganar o, al menos, meter un gol.
Innovación a la carga¿Vale la pena innovar, sabiendo que un gigante de Silicon Valley podría tener la misma idea y encontrar diez veces más capital?
Hay dos vías para lograrlo, dice Allan Boruchowicz, cofundador de la firma costarricense que brinda capital para startups Carao Ventures.
Una es copiar.
Se puede tratar de importar un esquema semejante al que ya tienen otras apps fuera de las fronteras, pero deberá adelantarse tanto y crear un músculo tan fuerte entre su clientela, que a los grandes operadores les interese comprarlos cuando lleguen al país.
Es la opción menos apetecida por los capitalistas ángeles.
En Costa Rica ya algunos emprendedores habían intentado “ser como Uber”, pero la mayoría fracasó, relata Boruchowicz.
De todas formas fracasarían luego. Cuando las gigantes entran al terreno de juego, simplemente destruyen la cancha.
A Uber hay que copiarle el esqueleto del negocio y no la idea, explica a EF Harshil Lakhan, gerente de Mercadeo de Juggernaut, que es una firma creada por tecnólogos para dar asesoría a los emprendedores interesados en ingresar al mundo de la economía “bajo demanda”.
El mercado del compartir ha evolucionado tanto que en Estados Unidos y en Asia ya se crean firmas de consultoría para orientar a los emprendedores en esta materia.
En el otro extremo, se pueden crear nuevos servicios con el ADN del sharing economy o de la economía bajo demanda, pero con alto potencial innovador.
Gilles Maury, especialista en tecnología de Deloitte, coincide con Burochowicz en que otra forma en la que se puede evitar la muerte súbita de las innovaciones es creando aplicaciones que sirvan a propósitos más locales o comunitarios y donde las grandes compañías no estén interesadas en invertir.
Aquí no solo entran los creadores noveles sino también las compañías tradicionales que pueden sacarle ventaja al modelo y evitar su muerte inminente.
Las reglas cambian
La razón por la cual quiebran los negocios tradicionales frente a la existencia de herramientas como Uber es porque no los consideran sus competidores, dicen los especialistas internacionales.
“El reto ahora es navegar”, argumenta también el gerente general de la Ollería, Juan Ignacio González.
Para Juggernaut, la evolución para tener éxito en las plataformas “tipo Uber” son semejantes a los que se siguen para alcanzar el éxito de cualquier nuevo servicio.
Es decir, la única forma de hacerlo es arriesgando y mejorando constantemente las plataformas, para alejarse de la mayoría.
Sin embargo, la economía compartida cambia las reglas del juego de las industrias en las que se inserta: los deja perplejos.
“Estas plataformas reinventan los fundamentos”, dice Sangeet Choudary, director de la firma de consultoría en plataformas digitales Platform Thinking Labs, en un artículo publicado en la revista Forbes .
Hay cuatro supuestos que deben repensarse, dice Choundary: la creación del valor, su consumo, el control en la calidad y la escala a la que se produce.
El usuario solo debe necesitar dos elementos para encontrar lo que quiere: un teléfono inteligente y una tarjeta de crédito.
Con estas herramientas, prácticamente cualquiera puede tener acceso a un valor y, a su vez, crear otros. El cuarto desocupado de su casa ahora puede generar dinero.
A su vez, el consumidor no tiene que pagar un hotel para hospedarse en un país extraño.
“Al democratizar las herramientas de producción y llevar acceso a un mercado global de consumidores, estas plataformas desbloquean fuentes de abastecimiento que de otra forma no hubiesen existido”, dice Choudary.
También cambia el comportamiento de los usuarios.
Quien nunca antes se subiría en el carro de un desconocido, ahora confía en las reseñas de quien ya ha utilizado el servicio y le pide un carro a Uber en lugar de un taxi.
Es la forma en que ahora se controla la calidad del servicio: entre todos.
Las economías de escala también dieron un giro: pasaron de producir más bienes y servicios a sumar más actores al mercado.
Detrás de los volantes de Uber no solo hay choferes amables sino algoritmos matemáticos robustos y complejos que los vuelven cada vez más competitivos.
Con ello, unen a cada vez más choferes y usuarios, sin necesidad de comprar o producir un solo carro.
La evolución
Descubrir: ¿Cuál es el problema que está resolviendo? Si alguien más lo resolvió en otra parte del mundo y cuenta con capital para desarrollarlo, quizá es hora de buscar otro ángulo.
Validación: demuestre que hay gente interesada en la idea. No solo entre sus amigos, sino entre el público meta de la aplicación. Algo que está funcionando en Estados Unidos puede no ser tan atractivo en Costa Rica.
Eficiencia: Las herramientas digitales e Internet permiten que esos servicios se expandan fácilmente, pero requieren de una curaduría para ganarse la confianza de los clientes.
Escalamiento: cuando las plataformas están validadas y adquieren la confianza del público meta, es hora de lanzarla en nuevas esferas.
Fuente Juggernaut.