Las startups que forman parte del consorcio de biotecnología de Costa Rica (CR Biomed) están invirtiendo, investigando y apostando a resultados cuyas ventas se verán en el futuro próximo, incluso hasta en diez años, aparte de sortear múltiples desafíos y obstáculos.
"Estamos en camino", dijo Alvaro Peralta, presidente de Urëk Biotecnología. "Es un proceso. Tenemos un gran potencial de exportar propiedad intelectual. Estamos saliendo de una etapa incipiente".
Urëk nació en el 2012 y se dedica a la investigación básica, donde realizan estudios y pruebas que podrían convertirse en un insumo que continúen otros centros de investigación y desarrollo, para que finalmente desembocarían en la innovación de productos en los sectores de farmacéuticos, cosméticos o alimentos.
Entre las iniciativas actuales de esta empresa se encuentra una investigación sobre una eventual solución para cicatrices en humanos. El resultado se registra bajo algún esquema de propiedad intelectual (una patente, por ejemplo) y se vende.
Esto último puede tardar varios años. A partir de ahí la empresa recibe ingresos por la firma del contrato y las regalías generadas en la comercialización de los productos.
Mientras todo eso se da, la operación se sostiene con capital propio, de inversionistas ángeles o de riesgo, fondos de cooperación internacional o ahorros personales.
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En Costa Rica las startups, varias entidades y otras empresas consolidadas de biotecnología (como Grupo Trisan y Florex) formaron un consorcio que les genera mayor respaldo, proyección, credibilidad, contactos, líneas de investigación y tecnologías, especialmente al participar en ferias del sector de Estados Unidos y Europa.
"Esto incide positivamente en una futura inserción de estas empresas en las cadenas de valor global de la biotecnología", aseguró Alvaro Piedra, director de exportaciones de la Promotora de Comercio Exterior (Procomer), que brinda apoyo al consorcio.
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Desafíos
Es un proceso que posee desafíos, como la tramitología, la falta de financiamiento adecuado, la carencia de incentivos para empresas de investigación y la desinformación sobre la biotecnología.
"En Costa Rica existe una pequeña industria biotecnológica, que se puede apoyar fuertemente en la academia y que necesita la colaboración del Estado para progresar", dijo Miguel Rojas, coordinador del Centro de Investigación en Biotecnología del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC).
En el haber, las empresas se caracterizan por una fuerte cultura de colaboración, la capacidad y la creatividad para resolver problemas. Además, se cuenta con instalaciones científicas dotadas con equipos modernos que facilitan el avance en las investigaciones y desarrollos.
Entre las empresas hay diversidad de iniciativas enfocadas en la innovación en biotecnología, dispositivos médicos y ciencias de la vida, las cuales carecen de temor de ir a los centros globales de la industria.
Clúster biotecnológico |
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Firmas y entidades que integran el consorcio Biomed CR: |
Grupo Trisan |
bioTD |
Urëk Biotechnology |
Speratum |
Salud a un click |
Bromé |
Magenta Biolabs |
Funin |
Florex |
Instituto Tecnológico de Costa Rica |
Lanotec |
Carao Ventures (apoyo en temas de inversión) |
Marketplaza (consultoría e internacionalización) |
Raquel Ramírez (Biotecnóloga) y Carlos Alvarado (Escuela de Biotecnología del TEC) |
Fuente: Procomer |
Es el caso de Magenta Biolabs. La startup, formada por cuatro estudiantes del TEC, fue seleccionada a principios del 2016 por Indie Bio EU, una incubadora especializada en biotecnología y localizada en Irlanda, que le brindó $100.000 para viajar a ese país y, durante tres meses, desarrollar allí cremas antiedad y para cicatrización de heridas.
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Después de la pasantía, los cuatro biotecnólogos continuaron la investigación con la meta de licenciar el procedimiento para lograr la molécula –a partir de deshechos y subproductos industriales y agrícolas– que servirá como componente de los cosméticos.
Se espera que, a principios del próximo año, se obtengan los resultados iniciales y que un año después, en el 2019, se determine si es posible pasar a la producción en mayor escala. "El riesgo es muy alto, porque a la hora de escalar podría no dar los resultados", dijo Marcelo Castro, investigador de operaciones de Magenta.
Tener los resultados en la mano, empero, no garantiza que el negocio se cierre de la noche a la mañana.
Bromé, ubicada en Liberia, logró hacer los contactos en 2014 con un fabricante de cervezas en México para que utilice su producto, una proteína extraída de la piña que se llama bromelina y que mejora el sabor, el olor y el color de la bebida.
El fabricante ha realizado múltiples pruebas para validar los resultados de la bromelina. La decisión final podría darse con suerte en cinco o hasta en ocho meses.
La bromelina también se utilizaría en la industria del vino con similares propósitos o en la farmacéutica, como un componente en las pastillas para mantener su componente activo.
Después de apoyarse hasta en ahorros personales para sostener las operación, que ahora alcanza ya 27 personas, la startup reunió recursos de Banca para el Desarrollo, inversión privada y de las primeras ventas a dos clientes del sector farmacéutico, los cuales cubren el mercado local y regional.
La empresa quiere enfocarse en fabricantes de cerveza y vinos, por lo que también ha realizado contactos en otros países, como República Dominicana y Chile.
"Esperamos empezar ventas en el mercado de cervezas y vinos el proximo año", dijo Andrey Montoya, fundador y encargado de desarrollo de ventas de Bromé.