Elon Musk, el ironman del mundo real, vuelve a embestir al negocio tradicional de la energía. Esta vez, lo hace con una batería capaz de capturar y guardar hasta 10 kilovatios hora (kWh) de energía y que cuesta menos de $3.500.
Una potencia que alcanza para cubrir la necesidad de un hogar durante picos de consumo, promete Tesla Motors en su web dedicada a la nueva criatura, cuyo nombre, PowerWall, no es casual.
Y si la casa demanda más energía, varias baterías pueden satisfacerla hasta 90 kWh.
Tesla Motors ya producía baterías de ión de litio capaces de alimentar a un auto para que recorra hasta 426 kilómetros, la mayor distancia alcanzada por un carro eléctrico hasta el momento, según la Agencia Estadounidense para la Protección Ambiental.
Pero el nuevo anuncio de Tesla augura cambios incluso radicales para el negocio eléctrico tradicional. Si el almacenamiento comprueba ser eficiente, ¿quién necesitará estar conectado a la red eléctrica?
El mundo empresarial se debate entre creerle “al loco de Musk” o seguir durmiendo hasta que la corriente se los lleve.
Son cautelosos porque deben serlo. Hasta ahora, la mayoría depende de una conexión en red que les abastece, en un modelo en el que una o varias empresas producen y los demás consumen.
Los analistas, incluso, han recomendado seguir conectados a la red... al menos hasta no ver los resultados reales de la batería.
El gran anuncio
Es 30 de abril y el CEO de Tesla Motors tartamudea frente a un público californiano expectante que le hace porras, cual fanaticada, desde la barra.
Con grandes aspiraciones como siempre, pero con un humor afinado como nunca, Musk se atreve a decir que solucionar el problema mundial de la contaminación por generar electricidad depende de dos factores.
El primero es el Sol.
“Tenemos este útil reactor de fusiones llamado ‘el Sol’ con el que no tenemos que hacer nada: el Sol simplemente aparece cada día y produce cantidades ridículas de energía”, alocuta Musk, en medio de las risas de su público.
Como el problema es que esta estrella “no brilla” de noche, el segundo factor es la batería.
Pero la novedad no es, en sí, la existencia de la batería. La diferencia es que Tesla la venderá a un precio accesible para estadounidenses de clase media ($3.500).
También, que la producirá masivamente en su megafábrica de $5.000 millones que permitirá una economía de escala para seguir disminuyendo los precios.
Sus compradores, además, la podrán instalar en cualquier pared de la casa porque la batería hasta es bonita.
Puede parecer banal, pero lo cierto es que ya atrajo $800 millones en órdenes solo en los primeros días después del anuncio, reveló Bloomberg News .
¿Quién le cree a Musk?
El presidente ejecutivo del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), Carlos Obregón, levanta una ceja y se reclina sobre la mesa: “Yo todavía soy muy escéptico de la capacidad de esas baterías”, dice.
Su opinión no es inusual ni descabellada. De hecho, es común en el país.
“Las baterías todavía están en fase de investigación y no de implementación. Las políticas públicas deben tener bases muy sólidas”, dice también Ronny Rodríguez, jefe de despacho del Viceministerio de Energía.
La discusión está latente en el sector a nivel mundial desde mucho antes de que Musk hablara.
“Ya está bajando la resistencia”, contó el investigador y exviceministro de Ciencia y Tecnología de Costa Rica, Keylor Rojas.
Para algunos, la producción en masa de baterías para el hogar, en un momento en que los precios de los paneles solares caen, podría suponer una “muerte en espiral” de los servicios de electricidad tradicionales, siempre que sus efectos no se controlen.
Para otros, como los investigadores de la revista Energy Policy , lo mejor es esperar.
“Sería más beneficioso mantener la conexión con la red pero minimizar la factura eléctrica con la instalación de un equipo optimizado de paneles solares y baterías”, asegura la investigación.
A su vez, el Instituto Rocky Mountain afirma en su estudio sobre la desviación de la carga energética, que dentro de 10 o 15 años, autoabastecerse en el plano eléctrico será más barato, si las tarifas siguen creciendo.
Morgan Stanley se había adelantado a la discusión desde marzo del 2014, proyectando que, cuanto más baratas se vuelvan las baterías y los paneles solares, más atractivo será para los consumidores desconectarse de los sistemas de distribución.
Eso, dice el exviceministro Rojas, traería consecuencias en términos de solidaridad. “¿Quién pagará por los postes eléctricos, por ejemplo o por la electrificación vial?”.
“Las políticas deberían enfocarse en ayudar a los operadores eléctricos a desarrollar otras fuentes de ingresos en vez de incrementar sus precios, que es la principal clave de la muerte en espiral”, añade el estudio publicado en Energy Policy.
¿Para cuándo?
Ya las firmas de proyecciones comienzan a hacer sus apuestas. Para GMT, el negocio de energía solar más almacenamiento alcanzaría réditos de hasta $1.000 millones en el 2018.
La nueva tecnología es ya dis- ruptiva, pero se adaptará a la realidad energética del mundo en poco más de diez años.
El cambio será tan rápido como el paso de la telefonía fija a la móvil, se adelanta el exviceministro Rojas.
Rojas se basa, a su vez, en la percepción del sector en Alemania, uno de los países de mayor crecimiento en la instalación de nuevas formas de energía.
De hecho, ya la compañía de energía SolarCity, que pertenece a los familiares de Musk y que se convirtió en una de las mayores aliadas de Tesla, incorporó baterías para el hogar en el 2014, producidas por Tesla Motors.
En su sitio web, la firma las vende como sistemas de respaldo ante un eventual apagón o desastre natural. Era la prueba definitiva de Musk para conocer el hambre del mercado.
La disyuntiva país
En el negocio eléctrico tradicional, la energía solar o la eólica solo se puede aprovechar en red.
La energía que no se utilice al tiempo en que es creada se desperdicia si los paneles solares o las turbinas no están conectadas a una grilla de accesos múltiples, que en el caso local es el Sistema Eléctrico Nacional (SEN).
Hay posibilidades, también, de guardarlas en las baterías que preceden a las de Musk, pero son tan caras que solo se utilizan en casos excepcionales. Costa Rica utiliza una modalidad semejante en la electrificación rural.
Pero en el momento en que la energía se pueda acumular (en la batería de Musk o en cualquier otra) se acaban muchos de los problemas de escasez que vienen con las sequías.
Es una posibilidad que acepta el gerente de planificación del ICE, Gilberto de la Cruz, quien mira con cautela los efectos de esa posible fuente de energía.
“Aún son demasiado caras”, dijo el ingeniero, quien también aduce que es todavía una tecnología incipiente, sin mucho desarrollo a nivel mundial.
Tiene razón. El exviceministro Keilor Rojas indica, con base en su observación en reuniones internacionales sobre el tema, que ningún país del mundo está realmente preparado para acoplarse a este nuevo modelo.
El físico costarricense Eugenio Araya plantea, además, otra disyuntiva: los desarrollos hidroeléctricos le han costado millones al ICE y tendrá que compensar esos costos con la venta de los servicios eléctricos.
El Plan de Expansión de la Generación Eléctrica del ICE indica la posibilidad de construir cinco proyectos hidroeléctricos, además del Diquís, pero De La Cruz explicó que el documento está abierto a cambios coyunturales.
Descartó, además, que se estén enfocando únicamente en la generación de energía hidroeléctrica. “Nuestro interés principal es diversificar la matriz”.
En este momento, la matriz incluye la energía eólica como una de sus fuentes de generación más constantes, con un 9% de participación en el pastel de actores, pero la energía solar es marginal.
La discusión mundial coincide con una batalla que en el país se vuelve cada vez más fuerte: la verdadera posibilidad de producir electricidad en su hogar, mediante paneles solares, y obtener un intercambio favorable.
El gran problema
El Plan Piloto de Generación Distribuida para Autoconsumo en el país, que incluía energías alternativas como la eólica y la solar, dio resultados positivos pero le dejó un sabor amargo a los empresarios al concluir en febrero.
La falta de reglamentos y el límite que habían impuesto de 10 mW de aporte al SEN le impidió continuar con el plan piloto.
Los 350 asociados al sistema siguen operando, pero ya no pueden sumar más paneles, aunque aseguran que tienen la capacidad para generar mucha más energía y compartirla con el país.
Ahora, la falta de acuerdos entre el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) con la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) crea un letargo que nadie sabe cuándo acabará.
Mientras la Aresep cree que los asociados deberán ingresar al sistema como proveedores de servicios públicos y realizar todos los trámites que eso implica, el Minae insiste en que los abonados al servicio tendrán como prioridad el autoconsumo y, por lo tanto, deben ser tratados como consumidores.
En esa discusión están, mientras los grupos de empresarios como Acesolar continúan insistiendo en que su aporte podría volver cada vez más limpia la matriz eléctrica del país.
En el 2014, Costa Rica utilizó un 10,3% de energía térmica (producida con hidrocarburos) para satisfacer la demanda. Un porcentaje que, con nuevas tecnologías de almacenamiento, podría verse reducido a cero.
Elon Musk ha tomado cartas en el asunto. Advertidos están.