La cuarta revolución industrial avanza exponencialmente. El desarrollo en paralelo de la inteligencia artificial, la impresión en 3D, la nanotecnología y el Internet de las cosas generan escenarios que hace poco parecían de ciencia ficción.
Para entender mejor el impacto y prepararse es valioso pensar en algunos puntos de inflexión. Estas transformaciones llegarán antes de lo que muchos esperan. El año pasado más de 800 expertos mundiales analizaron escenarios de inflexión tecnológica altamente probables en los próximos 20 años.
Alrededor del 2022 más del 10% del mundo tendrá ropa conectada a Internet.
Un par de años después se espera que lo que hoy es el teléfono celular sea algo que se pueda implantar en el cuerpo humano.
Para el 2023, se espera que el primer gobierno utilice big data en lugar de un censo como herramienta para la toma de decisiones. Aprovechando datos más relevantes y de múltiples orígenes.
Para el 2024 más de 90% del mundo podría estar conectado a Internet y más del 80% de la población mundial tendría una presencia digital. Hoy Facebook y Google trabajan en globos y drones solares para llevar conectividad a lugares alejados.
Alrededor del 2024 se espera el primer transplante de un hígado humano impreso en 3D. Para el 2025 más del 5% de los productos de consumo serán impresos en 3D.
Alrededor del año 2026 se espera ver la primera ciudad inteligente que no tenga semáforos. En el mismo plazo se espera que la primera computadora con inteligencia artificial sea miembro de la junta directiva de una empresa.
Lo que el motor de vapor hizo para el poder del músculo en la primera revolución industrial, estos avances digitales y computacionales lo hacen para el cerebro.
Estos escenarios también nos ayudan a pensar cómo participar activamente en sus aplicaciones y los ajustes que podemos empezar a hacer a tiempo.