Estamos en guerra y nadie lo sabe. Lo peor es que ni siquiera se conoce al enemigo. Se trata de una guerra cibernética de alcance mundial.
Imagínese que todas sus cuentas bancarias se vuelven en ceros, se borra toda la información del Registro Público, que Google y sus contenidos no se pueden utilizar, o que el archivo con todas sus contraseñas es encriptado. Definitivamente un caos.
Aunque pareciera ciencia ficción, es una amenaza real. Realmente seria. Está sucediendo ahora. Es más, es posible que su computadora o dispositivo ya tengan instaladas esas bombas virulentas esperando la orden de detonación.
Según expertos, estos ataques son cada vez más sofisticados. Uno de los más recientesdenominadoWannaCrydejó indefensos miles de servidores de empresas e instituciones alrededor del planeta.
Incluso, se han infiltrado, para uso clandestino, armas cibernéticas desarrolladas por la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos.
Ante esto, la mayoría de paquetes de antivirus comerciales parecen ser poco efectivos.
¿Qué hacer? Ese esotro problema. Nadie lo se sabe con certeza. Estamos literalmente como “el burro amarrado contra el tigre suelto”.
Así, lo primero es asumir una responsabilidad personal, haciendo un uso responsable de Internet.
Esto es un asunto de seguridad nacional. El país debería contar con un centro para investigar, prevenir, identificar y mitigar ataques en el ciberespacio. Más allá del ente de coordinación interinstitucional existente.
Es fundamental que dicho centro cuente con infraestructura moderna, equipamiento, recursos y personal altamente especializado.
Hoy mismo deberíamos estar preparados para restablecer funciones básicas luego de una catástrofe.
Ciertamente hay que esperar lo mejor, pero hay que estar preparados para lo peor.