El ingeniero informático Esteban Ramírez Ruiz trabajó tres años para una empresa de software, en el 2015 fue despedido y, al no encontrar trabajo, creó su propio negocio dedicado a producir helados.
Después de dejar la desarrolladora, su familia vivió de los recursos de su liquidación alrededor de seis meses.
Llegó el momento en que empezaron a acabarse.
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A las dos de la madrugada de un día, él y su esposa, Ariadne Arias Méndez, se preguntaron: “¿Qué hacemos?”.
De su conversación surgió la idea de emprender. ¿En qué?
Analizaron que su esposa es muy hábil en los temas culinarios, él es bueno para vender, sumado a sus conocimientos en informática y diseño gráfico.
Como a Esteban le gustan mucho los helados, pensaron en crear un negocio enfocado en la creación de paletas de helados, al que llamaron La Paletica.
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Sus primeros clientes
Un domingo de marzo del 2016, en el que tenían que vender almuerzos en su iglesia de Heredia, aprovecharon para llevar sus helados y comercializarlos.
Se trataba de un helado básico de crema de coco, como los que hacen las abuelitas y le añadieron un relleno de leche condensada.
Por ello, bautizaron a ese helado como La Abuelita.
Elaboraron alrededor de 30 y prácticamente todos se les vendieron. El precio en ese entonces era de ¢800.
Una integrante de la congregación les consultó si les interesaría vender los helados para una actividad deportiva de la escuela de sus hijos.
Ellos aceptaron, sin tener claridad de cuántos helados les iban a pedir, pues contaban únicamente con un molde para 12 paletas.
Cuando les preguntaron si tenían opciones de helados tipo granizado, como otros que existen en el mercado, Ariadne y Esteban crearon su propia versión.
Así surgió La Copoleta.
Finalmente, les pidieron elaborar 300 paletas, incluidas La Abuelita y su nueva creación.
Esa cantidad era descomunal, pero se apuntaron a hacerlos. No podían decir que no.
Compraron nuevos moldes, así como un congelador (a crédito).
Tenían un mes para elaborarlos.
Pasaron varias madrugadas fabricando los helados y el día de la entrega cumplieron con lo acordado.
Luego, para otra actividad, les encargaron 100 paletas.
Gracias a estos primeros clientes, un abogado experto en temas de propiedad industrial probó sus helados y le gustaron.
Él les ayudó a registrar la marca de su producto.
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Los productos y su crecimiento
Hoy La Paletica cuenta con ocho helados diferentes, a los que les ponen nombres particulares.
Dentro de ellos se encuentran La Guacamaya, que es una paleta con trocitos de fruta y rellena de una mermelada de piña.
Otras de ellas son La Pachita, hecha de rompope; La Perica, de cas y rellena de crema de limón; y La Machita, hecha de piña y rellena de crema de naranja, entre otras alternativas.
A medida que crecían se les unió un inversionista, quien les ayudó a adquirir una máquina especial traída desde Colombia para crear los helados de mejor manera y aumentar su producción.
Hoy sus productos se venden en diferentes heladerías, restaurantes, cafeterías y supermercados.
Algunos puntos son el mercadito central en Mercado Combai en Escazú, Sándwich Bar en Heredia, la Heladería Nosara en Heredia, la cafetería Aromas Coffee en Santa Ana, el supermercado City Market, en Avenida 10, entre otros sitios.
Actualmente, Esteban trabaja a tiempo completo para una empresa y sigue vinculado a La Paletica en el área comercial y de mercadeo.
Ariadne es responsable de toda la parte de producción
La empresa adquirió un microbús, tipo vocho, que utilizan para vender sus helados en ferias y actividades locales.
Su plan es consolidarse no solo como una empresa que ofrece sus helados a comercios, sino también en eventos, a los que acuden con su vocho.