El espíritu ahorrador y emprendedor del chef pastelero Alejandro Solís Pleytes le ha permitido ir alcanzando diversas metas.
Diez años atrás fundó su negocio, tras ahorrar por alrededor de 15 años mientras trabajaba en el Costa Rica Country Club, y hace aproximadamente diez meses instaló paneles solares en su local de Heredia, fruto del dinero que ha ido generando.
Su negocio se denomina Pastelería y Cafetería Fina Santo Domingo, en la que actualmente trabajan él y seis personas más.
¿Cómo inició su camino como empresario?
Alejandro, de 46 años, viene de una familia de panaderos. Su abuelo materno Francisco Solís tuvo una panadería en El Salvador y en Costa Rica y su tío, del mismo nombre, también.
Desde los 15 años, Alejandro inició su trabajo en la panadería La Miel, propiedad de su tío, la cual se ubicaba en San José. Allí comenzó limpiando latas y hacía mezclas para queques y bocadillos.
Laboró en ese lugar hasta los 18 años y, con más conocimientos acumulados, se aventuró a trabajar en diversos hoteles, como el San José Palacio y el Marriot de Belén.
En los hoteles se encargaba de preparar bocadillos para eventos, panes y postres especiales.
Después de estas experiencias laborales, lo contrataron en el Costa Rica Country Club como chef pastelero, sitio en el que laboró alrededor de 15 años antes de renunciar, pues su sueño siempre fue tener su propia pastelería.
Alejandro cuenta que durante esos quince años ahorró ¢10 millones para montar su negocio, ya que siempre ha creído en el ahorro y así lo hizo también para adquirir su casa, pues le huye a las deudas.
El nuevo reto
Con el dinero acumulado, Alejandro adquirió un horno de cinco bandejas, una mesa para trabajar, una amasadora de 15 kilos, urnas y un carro de pastelería, entre otros implementos y equipo que requería. Asimismo, alquiló un local en San Vicente, de Santo Domingo de Heredia.
Su negocio iba a ser tanto una cafetería como una pastelería y el enfoque que le quiso dar fue vender postres y panes gourmet a un precio accesible.
Alguna de la repostería que vende incluye tortas chilenas, macarons, pan ciabatta, panes multigranos y hasta pasteles sin azúcar.
Aunque “al principio fue duro”, el negocio ha sido muy bien aceptado en la zona, lo que le permite tener seis empleados.
Alejandro ahora se encarga de la parte administrativa, pero siempre está pendiente de la preparación de los pasteles.
Una apuesta por el ahorro y el ambiente
El hecho de ser un negocio en el que la electricidad es esencial, se generaban altos gastos en este rubro.
A veces pagaba hasta ¢700.000 al mes de luz y esto impedía obtener mayores ganancias.
Como no quería subir los precios, quiso buscar una solución y hace tres años pensó en una alternativa sostenible.
Siempre le llamó la atención el tema de los paneles solares y el uso de energías limpias, por lo que asistió a una feria y decidió adquirirlos.
Alejandro asegura que invirtió ¢10 millones en la instalación de 48 paneles, también provenientes de sus ahorros.
Esto ocurrió hace más o menos diez meses y ahora paga como ¢300.000 al mes.
Ahora, su meta es convertirse en una pastelería carbono neutral y ya está haciendo gestiones para informarse sobre qué pasos debe dar.
Igualmente, otras metas están en su senda, como abrir nuevos locales con este mismo concepto ambiental.
¿Qué le recomienda él a otros emprendedores?
No tirar la toalla e inventar opciones para seguir adelante.
“Si se quema el negocio, hay que agarrar las cenizas y volverlas a formar, aunque sea para pintar el negocio con ellas”, expresó.
Además, sugirió no temerle a las energías limpias, sino invertir en ellas.
“Ese es el futuro, si quieren sobrevivir en este mercado”, concluyó.