Hace aproximadamente 20 años, Rosa Benavides Pérez, de Cutris de San Carlos, recibió su primer crédito comunal para establecer su propia tienda de abarrotes.
En ese entonces, no podía acceder a un crédito bancario, por lo que dicho préstamo, otorgado por la Fundación Unión y Desarrollo de Comunidades Campesinas (Fundecoca), representó una buena opción de cumplir su sueño de tener su empresa.
Aunque no continuó con ese negocio, a lo largo de los años ha obtenido varios préstamos comunales, que le han ayudado a ella y a su familia a seguir con otros negocios.
Hoy, Benavides, de 60 años, tiene una finca en la que cría y vende cerdos. Además, cría gallinas, cuyos huevos son adquiridos por sus propios vecinos. Incluso, construyó casas de alquiler, negocio que le permite subsistir a ella y a su familia.
La semana pasada se realizó IV Foro Costarricense de Microfinanzas en el que, precisamente, se habló del impacto positivo que tienen los créditos comunales en el desarrollo sostenible de las diferentes regiones del país. En el evento se discutió la necesidad de fortalecer las alianzas entre el gobierno y el sector privado con las organizaciones que se dedican a las microfinanzas, para extender este modelo de crédito en más sectores del país.
¿Cómo funciona un crédito comunal?
Los créditos comunales son una opción para las micro, pequeñas y medianas empresas de recibir financiamiento para el desarrollo de sus negocios.
Se trata de préstamos que otorgan organizaciones, asociaciones o fundaciones que generalmente les trasladan a las comunidades la responsabilidad de su manejo.
La organización le da un capital semilla a la comunidad. Ese capital proviene de lo que se conoce como “fondeadores”, que pueden ser entidades financieras nacionales o internacionales, así como organizaciones no gubernamentales (ONG) y sin fines de lucro.
Los créditos funcionan a través de comités de crédito comunal, promovidos por dichas organizaciones, y son manejados por los mismos pobladores de las localidades, a quienes se les capacita para efectuar esa tarea. Las tasas de interés anuales generalmente van del 10% al 24%.
Las responsabilidades de las comunidades incluyen: apoyar a microempresarios de su región, abrir el expediente de crédito, analizar si se otorga el crédito, aprobarlo, desembolsarlo y darle seguimiento de cobro.
Algunos de esos comités trabajan en los salones comunales de los pueblos o tienen sus propias oficinas.
Roinel Vargas, director ejecutivo de la Red Costarricense de Organizaciones para la Microempresa (Redcom), que reúne a 18 asociaciones y fundaciones enfocadas en temas de microfinanciamiento, explicó que la ventaja de estos créditos es que quienes los otorgan conocen a las personas a quienes les van a prestar.
Además, saben que tienen experiencia en el área en la que trabajan, que tienen buen comportamiento crediticio y tienen una noción de si son responsables o no, lo cual les da más seguridad de que no caerán en morosidad.
“A las personas no les gusta caer en mora sabiendo que su propia comunidad los conoce, quieren seguir manteniendo un estatus”, dijo Vargas, al referirse a una de las diferencias del crédito comunal frente a los préstamos comunes que otorgan las entidades financieras.
Según él, por esa razón la morosidad tiende a ser menor.
Beneficios
Según Vargas, los créditos comunales tienen una respuesta de aprobación más rápida que los créditos normales: entre 24 horas y 8 días, lo cual resulta ideal para empresarios a los que les surge una oportunidad de negocios y no tienen tiempo para acercarse a un banco a pedir un préstamo.
Por ejemplo, a alguien a quien le ofrecen comprar ganado, pero el vendedor no puede esperar mucho tiempo para recibir el pago; o el caso de una costurera a quien le solicitan uniformes para entregar en una semana y no cuenta con el material para fabricarlos, pues no tiene dinero.
Vargas enumeró otros beneficios: se otorga mayor flexibilidad en el tema de garantías y la atención es mucho más personalizada. En cuanto a las condiciones de los créditos, muchas de estas son establecidas por los fondeadores (las instituciones o entidades que dan los fondos) y son los comités de crédito comunal los que finalmente administran los recursos.
“Es la comunidad empoderada, manejando el crédito para su propia comunidad, donde la persona realiza su actividad normalmente, puede ser un campesino, una ama de casa. Cada 15 días o una vez al mes se reúnen en estas figuras de comité de crédito comunal y hacen esta labor de pequeños banqueros de pueblo”, expresó Vargas.
Rosa Benavides contó que, en los inicios de su negocio, ella optó por un préstamo comunal, pues le ofrecía varias ventajas.
“Es más fácil: lo hacemos en la misma comunidad, no nos piden tanto requisito, los intereses que pagamos capitalizan el fondo para prestarle a otras personas. Los intereses quedan en nuestra propia comunidad”, explicó Benavides, quien hoy forma parte de la junta directiva de Fundecoca, trabajo que hace voluntariamente.