Desde pequeña, Adriana Álvarez Meza creció escuchando que podía alcanzar lo que se propusiera y fue educada para convertirse en una mujer independiente.
Tras una etapa en la que alcanzó varias metas y vio que eso no lo era todo, fundó su propia startup con ayuda de la incubadora Parque Tec.
En sus planes siempre había estado graduarse de la universidad y trabajar.
Su mamá Livia Meza, su papá Antonio Álvarez Desanti (hoy candidato del Partido Liberación Nacional) y su madrastra Nuria Marín la motivaban constantemente y han sido su motor a lo largo de su vida, destacó Adriana.
Aunque cumplió muchos de sus propósitos —como estudiar publicidad, obtener una maestría en el extranjero, viajar, alcanzar un puesto de liderazgo en su trabajo, casarse y ser madre— por ahí del 2010 se dio cuenta que no era suficiente.
"Una debería decir: 'Bueno, ya lo tengo todo, todo está perfecto'. Pero, yo me sentía realmente miserable, me sentía totalmente infeliz, pero no sabía por qué", recuerda.
Adriana lo atribuía a que quizás en el trabajo había complicaciones, o a que la maternidad costaba un poco al inicio, o a que su matrimonio no se encontraba en su mejor momento.
Empezó a examinar cuál era el problema, pues inclusive en el desarrollo de su profesión ─que anteriormente disfrutaba─ ya no se sentía realizada.
Abrir los ojos
Una serie de situaciones la hicieron abrir los ojos y darse cuenta de que tenía concepciones erróneas de qué era ser una mujer empoderada.
A petición de Nuria Marín se involucró en la asociación Alas (cofundada por Marín), que promueve el liderazgo femenino.
Pero, lo hizo para hacerle un favor a ella, no porque creyera realmente en la causa.
Su labor sería brindar apoyo en el campo de la comunicación y se dedicaría a buscar mujeres que se unieran a la agrupación.
En ese entonces, Álvarez no tenía claro qué era el feminismo y en su mente existía la idea de que las feministas eran mujeres a las que les gustaba pelear contra los hombres.
Pensaba, además, que el feminismo era “malo”, que no funcionaba y que si una mujer no tenía acceso a ciertas oportunidades se debía a que no las buscaba.
Hoy reconoce que su discurso era “equivocado”.
¿Qué la hizo cambiar?
Participó en un taller de empoderamiento de la asociación y entendió que el feminismo lo que procura es alcanzar la igualdad de derechos y oportunidades entre los hombres y las mujeres.
Allí se percató de que no estaba viviendo su vida bajos sus términos, sino bajo los parámetros de los demás.
Adriana expresa que ella era la que hacía todo en su hogar: se encargaba de la casa, de su hija, salía a trabajar en la mañana y fungía como la ‘mamá’ de su esposo de ese entonces y ella pensaba que eso estaba bien. Pero, no lo estaba, como entendería después.
Entre tanto, en su trabajo, al formar parte de una empresa familiar, sentía que debía demostrar por partida doble que estaba ahí porque tenía la capacidad y no por el mero hecho de ser la hija del dueño.
En el campo de la maternidad, no se concebía como la madre ‘ideal’ y su confianza en sí misma se fue minando.
Aún así, en las redes sociales subía fotos que la hacían ver como la mujer 'perfecta' y que mostraban ─en apariencia─ que todo iba bien, cuando no era así.
A medida que participaba en los talleres para mujeres, fue realizando cambios en su vida y, por fin, desechó la noción que tenía de que ser una mujer empoderada era hacerlo todo, mantenerse callada y sufrir en silencio.
Adriana tomó la decisión de divorciarse en el 2012, la cual ─dice─ no siempre es la salida, pero en su caso fue la mejor alternativa.
Mientras se enfrentaba a sus paradigmas mentales y creer que había “descubierto el Santo Grial”, juzgó que quizás otras mujeres pasaban por su misma situación de no sentirse suficientemente buenas.
Pero, ¿quién les daría a ellas los talleres para hacerles ver que podían edificar una vida diferente? ¿Quién sería su motivadora?
La respuesta fue: ella misma.
Ese sería ahora su proyecto de vida: aconsejar e inspirar a las mujeres a crecer laboralmente y en sus relaciones personales.
Por este motivo, siguió capacitándose y se certificó como coach de vida.
LEA TAMBIÉN: Ella convirtió su deseo de independencia económica en un negocio pujante
Su propia startup
Con todo esto en mente, decidió crear su propia startup, a la que llamó Hablemos Mujer y que, como su nombre lo dice, pretende generar una conversación con el público femenino sobre temas de su interés.
Ingresó a Parque Tec para encaminar su proyecto y abrió una página en Facebook desde la cual brinda consejos, comparte artículos escritos por ella y todos los jueves emite en vivo (por medio de Facebook Live) un programa en el que aborda un tema.
Por otro lado, en la incubadora la motivaron a escribir un libro en el que relata sus experiencias personales y en el que también ofrece recomendaciones.
Fue escrito en octubre del 2015 y se titula “La Súper Mujer: Cómo dejar de ser perfecta y aprender a ser feliz” y se encuentra disponible digitalmente en Amazon y en iTunes.
Por otro lado, pronto ofrecerá un curso virtual basado en el libro (llamado La Súper Mujer), que contiene ocho módulos y que se podrá comprar por $75.
A futuro planea escribir más libros, dentro de ellos uno dirigido tanto a niñas como a niños, con el fin de romper con estereotipos desde una corta edad y que los menores puedan leer textos que vayan más allá de la existencia de un príncipe azul que debe rescatar a la princesa.
La idea es que su emprendimiento igualmente sirva para que otras mujeres y hombres se conviertan en 'personalidades' de Hablemos Mujer y que brinden sus propias charlas y talleres para las mujeres.
Actualmente, a pesar de que no vive una vida perfecta, Adriana se siente satisfecha y asegura que aprendió qué quiere hacer con su vida, no importa lo que la sociedad piense. Afirma que ya no vive en función de demostrarle a otros que es buena, eso dejó de ser relevante.