Michelle Taboada Centeno quería utilizar las habilidades culinarias que adquirió desde niña -cuando cocinaba con su madre- para obtener ingresos adicionales, por lo que pensó en vender repostería y pastelería por encargo.
Sin embargo, se percató de que “de eso no se puede vivir”, pues al inicio cuesta darse a conocer. Por ello, su plan era desarrollar algún producto y venderlo en supermercados y así tener una entrada fija.
Pero, necesitaba obtener los permisos sanitarios que otorga el Ministerio de Salud. La tramitología y exigencias para obtener los permisos la decepcionaron.
“Me llevé con la sorpresa del proceso de trámite que implica sacar un registro sanitario, que me desinfló completamente”, narró la empresaria de 52 años.
Uno de los requisitos es contar con una cocina en un sitio aparte de su vivienda para desarrollar los alimentos. Ella no tenía el espacio para instalar una, pues vive en un apartamento alquilado.
Esta experiencia le abrió los ojos sobre la problemática que viven otras mujeres y hombres que quieren elaborar alimentos para subsistir o para obtener ingresos extra bajo los requerimientos de la ley, pero que no pueden cumplir con lo que les exigen.
De ahí surgió la idea de habilitar un espacio que tenga cocinas profesionales, bien equipadas, con los utensilios que se requieren y que cuenten con todos los permisos que exigen las leyes y alquilarlos a un precio cómodo a quienes los ocupen.
Se trataría de una “incubadora culinaria”, llamada The Kitchen Door (mismo nombre de su empresa), que serviría de plataforma para las amas de casas con habilidades en la cocina, dueños de catering service, de restaurantes y chefs.
Su “plan A” –el más básico- es inicialmente habilitar al menos dos cocinas profesionales.
Serían cocinas de más de seis hornillas, habría hornos para 5 o 10 bandejas, batidoras grandes de 20 o de 40 libras, se contaría con mesas de trabajo, y refrigeradoras grandes, entre otros equipos de calidad.
Su “plan B” es, más adelante, contar con cuatro cocinas profesionales y extender su propuesta hacia otras otras zonas del país que sean turísticas, como Limón, Guanacaste y San Carlos.
Pero, no solo alquilaría el espacio y evitaría que los emprendedores incurran en inversiones millonarias. También daría asesoría y entrenamiento a los empresarios gastronómicos para que desarrollen su negocio de forma completa.
Esto se debe a que Michelle ha notado que muchos empresarios son muy hábiles en la cocina, pero no tanto en la parte de negocios. Por ejemplo, no saben cómo fijar el precio de sus productos.
Ella concursó con su proyecto en la competencia de negocios Yo Emprendedor y ganó el premio Mujer Emprendedora. En la competencia tuvo la oportunidad de pulir su idea y de realizar los estados financieros, con el apoyo de una mentora, para concretar su iniciativa.
Taboada está buscando financiamiento y el lugar en el que operaría la incubadora. Ella confía que en el primer semestre del otro año puede iniciar.
La empresaria contó que tuvo la oportunidad de viajar a Miami y visitar sitios en los que se han desarrollado ideas similares a lo que sería su incubadora.
En esa ciudad, vio cómo el dueño de un restaurante alquila el local para que su chef pruebe recetas nuevas antes de introducirlas a su menú, por lo que su incubadora también brindaría ese servicio de “laboratorio”.
Taboada nació en Perú, creció en República Dominicana y al incorporarse a la empresa Chiquita Brands llegó a Costa Rica, hace 21 años.
Al hablar de sí misma y de sus intereses, es inevitable referirse a la cocina, pues siempre se ha dedicado a ello: en las actividades familiares, en las cenas navideñas, en eventos para amigos y conocidos, en todo tiempo, es una parte importante de su vida.
Ahora, espera ayudar a otras personas que comparten su interés en este arte culinario.