Cuando en el 2010 a María de los Ángeles Rojas Guadamuz el médico le comunicó que tenía un tumor en la matriz, por un momento su mundo se vino abajo, lloró a solas por media hora.
Después, las palabras de su esposo José Luis Calvo la tranquilizaron y le dieron una nueva perspectiva: esta mala noticia no debía detenerla, ni paralizarla. “Vea que me puedo morir yo primero por un accidente o por otra cosa, no se preocupe, esté tranquila”, le dijo él.
Eso la hizo imaginar que el tumor no estaba allí, “porque en realidad todos somos de la muerte y cualquiera se puede ir antes de uno”, se dijo la hoy empresaria de 39 años, quien fue diagnosticada en una clínica privada luego de que sus vecinos le ayudaran a recolectar dinero para acudir a la cita.
A pesar de que le anunciaron que el tumor no era maligno (aunque sí le causa menstruaciones muy prolongadas y molestias), el padecer también de la tiroides hizo que le recomendaran mantener una vida un poco más tranquila, sin demasiadas actividades que pudieran agobiarla o empeorar su condición.
En el 2008, Rojas llevó un curso para aprender a hacer muñecas de trapo y había empezado a venderlas, pero no de forma constante.
Junto a su esposo, se dedicaba a cuidar una quinta en Barrio San José de Alajuela. Ella se encargaba de la limpieza de la casa.
El nacimiento de un negocio
La desafortunada noticia que recibió en el 2010 hizo que tomara la decisión de dejar la limpieza y dedicarse de lleno a elaborar las muñecas de trapo. Este fue el nacimiento de Muñecas de Trapo Mariel, que también significó un escape para “olvidarse” de sus padecimientos.
Las muñecas son hechas a mano y la ropa en máquina de coser. La empresaria dura alrededor de seis horas fabricando cada muñeca.
En el proceso participa toda la familia. Rojas usa un algodón industrial que es antialérgico y su esposo José Luis es quien se encarga del pelo: él hace las trenzas de lana que adornan las cabezas de las coloridas muñecas. Sus hijos Luis José y Ángel Isaac se encargan de comprar los materiales y de hacer mandados, por lo que se trata de una microempresa familiar.
Uno de los objetivos de esta empresaria es reavivar la tradición de jugar con estas muñecas, como ocurría hace muchos años.
Hasta hace unos días vendía su producto en Barrio San José de Alajuela, cerca del restaurante Princesa Marina, en la calle principal. Allí llegaban bastantes personas que rememoraban la época en la que jugaban con estos juguetes de algodón.
No obstante, sus creaciones han llegado a ser disfrutadas por personas que viven en otros países como Brasil, El Salvador, Nicaragua y Estados Unidos.
Más dificultades
Desde esta semana Rojas vende las muñecas a 500 metros del liceo de esa misma localidad, pues su esposo fue despedido de la quinta en la que laboró por nueve años, luego de que la dueña les cediera la propiedad a nuevos administradores que traían a su propia gente.
Esto les cayó como un balde de agua fría y los obligó a buscar una nueva casa y ahora tienen que asumir nuevos gastos a los que no estaban acostumbrados.
Durante esta época de desempleo, el negocio de las muñecas de trapo espera ser el sostén de esta familia. En lo que resta de diciembre apuestan a que más personas decidan comprarlas para regalárselas en Navidad a sus familiares y amigos.
En cuanto a su condición de salud, desde su diagnóstico, a Rojas le recomendaron hacerse ultrasonidos cada tres meses para ver si el tumor ha evolucionado, pero no se los ha hecho debido a que no tiene los suficientes medios económicos.
Según ella, debido a que el tumor en principio no es maligno, hasta el 2016 tiene cita para ser evaluada en el Hospital San Rafael de Alajuela.
A pesar de que hizo un reclamo en la contraloría de servicios por el tiempo que deberá esperar para ser atendida, le dijeron que tienen prioridad los casos de cánceres malignos.
Por eso, asegura que no le queda nada más que ser paciente y confiar en que todo esté bien. "Tengo la fe de que siga benigno o que no esté, pero ahora no tengo control", lamentó.
Aunque el panorama actual en su vida y en la de su familia no está a la altura de sus expectativas, ella no se detiene y su sueño es colocar las muñecas en alguna tienda del país y garantizarse así una entrada fija que les dé una mayor estabilidad.
Por ahora y, mientras se resuelve su situación, ese es su mayor afán.