La mercadóloga Natalia Llobet Montealegre quería establecer un negocio en el área alimentaria que fuese innovador.
Tenía una amplia experiencia en el sector de alimentos, pues a lo largo de su carrera laboral ha asesorado a empresas en el campo del mercadeo.
Ahora las cosas iban a ser un poco diferentes, pues había llegado el momento de fundar su propia empresa y 'arrollarse las mangas' para sentar las bases de su negocio.
La emprendedora investigó sobre las tendencias de consumo y pudo ver cómo la gente cada vez buscaba productos más saludables.
Se percató de que las personas también solían consumir muchos snacks. Con esa información, pensó en desarrollar un producto nutritivo, que no hubiese que freír y que sirviera de snack o merienda para los consumidores.
Su plan era crear algo distinto, que fuera más allá del maní y de las nueces, de los cuales ya había muchas marcas en las góndolas de los comercios.
Con el apoyo del Centro Nacional de Ciencia y Tecnología de Alimentos (CITA) y de la Escuela de Tecnología Alimentos de la Universidad de Costa Rica analizó que las leguminosas, como los garbanzos y el edamame, eran alimentos que aportaban muchos nutrientes y que servirían para la creación de los bocadillos.
Fue así como empezó a experimentar en el desarrollo de los garbanzos y edamame (vainas de soja) tostados, a los que llamó Bite’m. Los alimentos pasaron las pruebas para determinar si se adaptaban a las condiciones climáticas del país (para ofrecer una alternativa más fresca).
La empresaria destacó que el edamame es uno de los productos vegetales que tiene el mayor contenido de proteína y es rico en vitamina B, tiene omega 3; mientras que el garbanzo es altísimo en fibra, tiene hierro y proteína.
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El dinero: el primer obstáculo superado
Parte de las razones por las que Llobet emprendió este negocio se debió a que se había quedado sin trabajo.
Ella recuerda que prácticamente no tenía "un cinco" para invertir, pues el dinero de sus prestaciones debía utilizarlo para asumir los gastos de su familia, pues es jefa de hogar.
En ese momento, sus dos hijos dependían de ella. “O cogía la plata para pagar la escuela, la casa, todo, o la cogía para el negocio. No podía sacrificar la comida”, rememoró.
Tomó la decisión de buscar financiamiento. Acudió a Fundecooperación y solicitó un crédito de ¢30 millones, con lo que invirtió en la materia prima, el equipo necesario y en el diseño de los empaques.
En junio del 2015 introdujo su producto. Empezó a venderlo a nutricionistas, un gremio que fue vital para dar a conocer su producto pues no era tan común consumir los garbanzos y el edamame como una merienda.
A su vez, lo comenzó a comercializar en gimnasios, ya que los deportistas son uno de sus principales segmentos, y el primer supermercado que le abrió las puertas fue Auto Mercado.
Luego ingresó a Walmart, Más x Menos, y Fresh Market, entre otros.
Actualmente, posee cuatro presentaciones de 45 gramos.
Una de ellas está hecha de garbanzos, arándanos y semillas de girasol. Otra es de garbanzos salados. También tiene una opción de garbanzos barbacoa. Y hay una alternativa de edamame salado.
En setiembre del año anterior la empresa empezó a exportar a Panamá, donde sus alimentos se venden en la cadena de tiendas delicatessen Grand Deli Gourmet.
En junio de este año 2017 espera participar en una feria en Estados Unidos para generar contactos y eventualmente vender en la nación norteamericana.
Hoy Llobet reparte su tiempo entre su pyme y como encargada de mercadeo de una empresa nacional.
A futuro, el negocio –que cuenta con cuatro trabajadores en su planta de Alajuela– planea introducir más opciones y ofrecer su producto a estudiantes de escuela y de colegio.
Su objetivo es seguir posicionando a los garbanzos y al edamame como alimentos que pueden disfrutarse en cualquier momento.