E l turismo es el principal motor de la economía de Costa Rica. Más allá de la capacidad de generación de empleo y divisas, con la actividad que merece ser comparado este sector es con las altamente productivas zonas francas de manufactura y servicios.
Sin embargo, el turismo tiene otra gran ventaja a su favor: su alta desconcentración territorial, pues sus inversiones, empleo y flujos operativos se dan en prácticamente todas las regiones y rincones de nuestra nación.
Asimismo, esta industria tiene a su favor una característica muy importante: se trata de un sector de la economía donde no hay conflicto significativo con el Gobierno de la República –más allá de algunas confrontaciones en materia de permisos de construcción–.
Aparte de esto, más bien se da en él una alianza intersectorial donde el Instituto Costarricense de Turismo (ICT), la Cámara Nacional de Turismo (Canatur), las cámaras regionales y las empresas del sector interactúan de manera fluida para alcanzar objetivos comunes.
Esta clase de alianza público-privada de largo plazo existe desde hace 20 años en Costa Rica, así como una similar suma ya 35 años en el sector de zonas francas, con resultados que están a la vista de todos los habitantes de esta nación.
En estos dos sectores la acción conjunta y coordinada del sector privado y el Estado ha logrado, ya por décadas, resultados excepcionales en la atracción de inversiones de empresas líderes en el ámbito global, en la promoción y el mercadeo internacional, y en la mejora de todos los parámetros de productividad, calidad y desempeño.
El turismo costarricense es frecuentemente citado como ejemplo internacional, pues más allá de las medidas tradicionales de inversión, empleo, número de turistas, y tiempo de estadía, empezó a medir su sostenibilidad ambiental desde la década de 1990 y ha sido pionero en medir también su impacto social sobre las comunidades turísticas a nivel global.
Como todas las industrias, el turismo tiene sus motores internos y generadores de crecimiento.
Costa Rica tiene una ventaja enorme en su prestigio internacional por factores sociales e institucionales –como la paz, la democracia, nuestra tradición ambientalista y nuestro progreso social– pero también en la buena gestión de variables críticas de su productividad.
Ya se ha modificado la estrategia, agregando nuevos destinos dentro del país y nuevos enfoques –convenciones, salud, bienestar, gastronomía y cultura– a los ya dominantes de ambientalismo, sostenibilidad, aventura y naturaleza.
Hay que reconocer que la administración Solís Rivera se ha destacado por su manejo de las variables críticas del sector turismo; entre ellas, el riesgo que implica una elevada dependencia del mercado norteamericano, un peligro que los actuales directivos y jerarcas del ICT han decidido mitigar con acciones concretas.
La buena gestión del riesgo estratégico pasa por dos elementos básicos: mitigar el impacto potencial del riesgo identificado y reducir la probabilidad de que este se llegue a manifestar.
La diversificación de la fuentes de turismo cumple con ambos puntos: reduce la probabilidad de que un evento o crisis en Norteamérica afecte radicalmente el número de turistas y disminuye la dependencia real ese mercado.
Esto se ha logrado mediante una exitosa gestión del Instituto Costarricense de Turismo en la tarea de atraer al país nuevas aerolíneas, tanto de otras ciudades de Norteamérica –lo que reduce nuestra relativamente alta dependencia de la Costa Este y California, en los Estados Unidos–, como de Europa –hacia donde aumentó de manera radical el número de vuelos directos desde Alemania, España, Reino Unido, Suiza y Francia, a los que pronto se unirán rutas desde Holanda e Italia, tal y como informamos en nuestra edición No. 1.138 (22-28 de julio del 2017) con el título “ICT, a conquistar más aerolíneas europeas”–.
Sin duda alguna, el turismo seguirá siendo un importante motor de desarrollo económico y social para Costa Rica, creando valor a cada turista y también a docenas de comunidades en todo el territorio nacional.
Lo anterior se debe a que es un sector con estrategia, con una alianza intersectorial que funciona y es gestionada por expertos.
Ojalá muchos otros sectores siguieran este ejemplo. La economía de Costa Rica volaría aún más alto y con menos turbulencias provocadas por los vaivenes de los mercados internacionales y la visión cortoplacista y mezquina que impera en algunas mentes que, lejos de construir, pareciera que se deleitan en boicotear el desarrollo nacional.