Washington D. C. Se suele decir que la población que envejece es un desafío económico importante para el mundo desarrollado. Pero un nuevo informe del McKinsey Global Institute (MGI) revela que la demografía cambiante plantea una amenaza aún mayor para las perspectivas de crecimiento de muchas economías emergentes.
En los últimos 50 años, el crecimiento del 1,6% anual de la población fomentó una creciente fuerza laboral y un rápido incremento del PIB en muchas economías emergentes. El empleo cuando menos se duplicó en China y Sudáfrica, y como mínimo se triplicó en Brasil, India, Indonesia, México y Nigeria. En Arabia Saudita, por su parte, el empleo aumentó casi nueve meses.
Sin embargo, frente a la desaceleración del crecimiento de la población, se espera que el crecimiento anual promedio del empleo en las economías emergentes caiga de 1,9% a 0,4%. En términos absolutos, la caída superará la de las economías desarrolladas, donde se espera que el crecimiento anual del empleo caiga del 0,9% al 0,1% en los próximos años. En la mayoría de las economías, se estima que el empleo alcanzará su pico en los próximos 50 años; en China, la fuerza laboral podría reducirse un 20% en este período.
Por supuesto, esta tendencia registra excepciones. Se proyecta que Indonesia y Sudáfrica seguirán experimentando un aumento del empleo (aunque a tasas más lentas). Se espera que la fuerza laboral de Nigeria se triplique de 2014 a 2064, mientras que otras muchas economías en el África subsahariana experimentarán niveles similares de crecimiento.
Ahora bien, en términos generales, los vientos de cola demográficos de las economías amainarán, con consecuencias graves para el crecimiento del PIB. Si no se produce ningún otro cambio en las tendencias actuales, las tasas de crecimiento del PIB de las economías emergentes caerían un tercio, de 4,8% a 3,1% anualmente, en 2064. Más problemático aún es el hecho de que el porcentaje menguante de la población en edad laboral va a causar una caída del PIB per cápita de más del 30% en algunos países, sobre todo Brasil, México y Arabia Saudita.
La buena noticia es que las economías emergentes tienen a su disposición una herramienta poderosa para compensar estas tendencias: el crecimiento de la productividad. Sin duda, el crecimiento anual de la productividad en las economías emergentes tendría que acelerarse un 57%, de 2,8% a 4,4%, para compensar plenamente el cambio demográfico. Pero, aun si ese objetivo ambicioso no se puede alcanzar en todas partes, las economías emergentes tienen un margen considerable para registrar un crecimiento de la productividad. Después de todo, en los últimos 50 años, la brecha de productividad entre las economías emergentes y desarrolladas prácticamente no se achicó; en términos absolutos, como mínimo se duplicó.
Productividad por sector
Por cierto, si bien el crecimiento promedio de la productividad en las economías emergentes se aceleró en todas las décadas desde los años 70, esto refleja en gran medida un crecimiento rápido de la productividad en un solo país, China, donde el promedio anual ha sido de 5,7% desde 1964. En otras partes, la experiencia ha sido desigual. México y Arabia Saudita mejoraron su productividad en menos del 1% por año en este período; Argentina, Brasil, Rusia y Sudáfrica registraron un crecimiento de la productividad de 1,2-1,5%.
No existen motivos para creer que a estas economías les va a ir mucho mejor. Con una estrategia integral, 11 economías emergentes (Argentina, Brasil, China, India, Indonesia, México, Nigeria, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica y Turquía) podrían, en promedio, impulsar su crecimiento anual de la productividad de hasta 6% para 2025. El 20% de ese crecimiento se lograría a través de la adopción de estrategias que ya hayan resultado exitosas en otras partes, y el resto quedaría en manos de las nuevas innovaciones tecnológicas, operativas y comerciales.
Son muchas las oportunidades para alcanzar los niveles de productividad de los países desarrollados en sectores clave. En el comercio minorista, las economías emergentes podrían duplicar su productividad para 2025, en gran medida mediante la adopción de formatos modernos de almacenamiento, como supermercados e hipermercados, que son como mínimo tres veces más productivos que las tiendas pequeñas tradicionales. En México, un impulso del 10% de la participación de los comercios minoristas modernos arrojaría como resultado un incremento del 25% en la productividad total del sector.
De la misma manera, si la gigantesca industria automotriz de China consolidara operaciones en una cantidad menor de plantas más grandes que operan casi al tope de su capacidad, la productividad del sector –que está muy por debajo del promedio de los países desarrollados– podría aumentar en hasta un 50%. Y muchos países pueden mejorar considerablemente la eficiencia de las cadenas de valor de alimentos, por ejemplo, mediante una mecanización de la agricultura.
También hay un margen enorme para la innovación en materia de mejora de la productividad, en especial en atención médica, un sector que recién está evolucionando en la mayoría de los países emergentes. La digitalización de las historias clínicas permitió que el Dispensario Rural Bhorugram de la India prácticamente duplique la cantidad de inmunizaciones que brindó en apenas cuatro años. De la misma manera, permitió que los empleados en el Centro Médico Rural Mosoriot de Kenia occidental pasaran un 60% menos de tiempo interactuando con otros empleados sobre cuestiones administrativas, y casi el doble de tiempo registrando a los pacientes.
En términos de innovaciones operacionales, está el ejemplo del Centro de Atención Oftalmológica Aravind de la India que, al aplicar los principios de la ingeniería industrial a su flujo de trabajo, se ha convertido en el principal proveedor de atención oftalmológica del mundo. Aravind puede llevar a cabo dos tercios de la cantidad de operaciones realizadas por todo el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, a una sexta parte del costo, y con una tasa de infección menor.
Los gobiernos pueden desempeñar un papel importante a la hora de promover la innovación. La desregulación de la agricultura y el impulso de la I&D de Brasil le permitieron a la Corporación de Investigación Agrícola Brasilera llevar adelante más de 9.000 proyectos tecnológicos, incluido el diseño de una variedad de soya tropical que puede sobrevivir en el clima de Brasil. Aumentó la eficiencia y esto permitió que los rendimientos de los cultivos de Brasil estuvieran a la par de los de las economías desarrolladas.
La era del crecimiento “fácil” del PIB impulsado por un ejército masivo de trabajadores jóvenes está terminando. Las economías emergentes deben enfrentar el desafío de crecimiento que tienen por delante, implementando cambios radicales en las políticas, los incentivos y las prácticas establecidas para impulsar la productividad. Reconocer este imperativo es el primer paso. Ahora debe comenzar el trabajo duro.