Nueva York.– Cuando Donald Trump fue elegido presidente de Estados Unidos, las bolsas de valores se recuperaron impresionantemente.
Los inversores, inicialmente, se embelesaron con las promesas de Trump sobre estímulos fiscales, desregulaciones de la energía, la atención de salud y los servicios financieros, así como fuertes recortes en impuestos corporativos, personales, patrimoniales y de ganancias de capital. Sin embargo, ¿sostendrán los hechos reales de la Trump-economía un aumento continuo de los precios de las acciones?
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No es de extrañar que las empresas e inversionistas hubiesen estado felices. Este tradicional acogimiento republicano de la economía del goteo del lado de la oferta favorecerá sobre todo a las corporaciones y a las personas individuales ricas, mientras que no hará casi nada por crear empleos o aumentar los ingresos de los obreros. Según el Centro de Política Tributaria , una institución no partidista, casi la mitad de los beneficios de los recortes de impuestos propuestos por Trump irían a quienes están ubicados en el 1% superior de la distribución de ingresos, es decir favorecerían a quienes perciben los ingresos más altos.
Sin embargo, los espíritus animales del sector empresarial pronto podrían dar lugar al miedo primigenio: la recuperación del mercado ya se está agotando, y la luna de miel de Trump con los inversores podría estar llegando a su fin. Hay varias razones para esto.
Para empezar, la expectativa del estímulo fiscal puede haber impulsado al alza de las cotizaciones bursátiles, pero también ha llevado a tasas de interés a largo plazo más altas, lo que perjudica el gasto de capital y a los sectores sensibles a los intereses, como por ejemplo los bienes raíces. Entre tanto, el fortalecimiento del dólar destruirá en mayor medida aquellos puestos de trabajo que son desempeñados típicamente por quienes constituyen la base obrera de apoyo de Trump. El presidente puede haber “salvado” 1.000 empleos en Indiana mediante la intimidación y el engatusamiento de la empresa Carrier, un fabricante de equipos de aire acondicionado; sin embargo, la apreciación del dólar estadounidense desde las elecciones podría destruir casi 400.000 empleos manufactureros a medida que pase el tiempo.
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Además, el paquete de estímulo fiscal de Trump podría llegar a ser mucho mayor de lo que sugieren los precios actuales del mercado. Tal como las acciones de los presidentes Ronald Reagan y George W. Bush demostraron, los republicanos rara vez pueden resistirse a la tentación de recortar los impuestos corporativos, de ingresos y otros impuestos, incluso cuando no tienen forma de compensar los ingresos perdidos, ni el deseo de recortar el gasto. Si esto sucede de nuevo durante la administración de Trump, los déficits fiscales aumentarán aún más las tasas de interés y el dólar, y causarán daños a la economía en el largo plazo.
Una segunda razón para que los inversores frenen su entusiasmo es el fantasma de la inflación. Debido a que la economía estadounidense ya se encuentra cerca al pleno empleo, el estímulo fiscal de Trump alimentará la inflación más que el crecimiento. La inflación forzará entonces a la dócil Reserva Federal de Janet Yellen a aumentar las tasas de interés más pronto y más rápido de lo que de otra manera lo hubiera hecho, lo que elevará aún más las tasas de interés a largo plazo y el valor del dólar.
En tercer lugar, esta indeseable combinación de políticas, conformada por una política fiscal excesivamente laxa y una política monetaria restrictiva, restringirá las condiciones financieras, dañando los ingresos de los obreros y sus perspectivas de empleo. La administración de Trump, que para empezar ya es proteccionista, tendrá que aplicar medidas proteccionistas adicionales para mantener el apoyo de dichos trabajadores, y de ese modo obstaculizará aún más al crecimiento económico y disminuirá las ganancias corporativas.
Si Trump lleva su proteccionismo demasiado lejos, sin lugar a dudas generará guerras comerciales. Los socios comerciales de Estados Unidos no tendrán más remedio que responder a las restricciones a las importaciones de Estados Unidos imponiendo sus propias tarifas a las exportaciones estadounidenses. El consiguiente juego de toma y daca obstaculizará el crecimiento económico mundial y dañará a las economías y a los mercados en todas partes. Vale la pena recordar la forma como la Ley de Aranceles de 1930 de EE. UU., conocida como la Ley Hawley-Smoot, desencadenó guerras comerciales a nivel mundial, que exacerbaron la Gran Depresión.
En cuarto lugar, las acciones de Trump sugieren que el intervencionismo económico de su administración irá más allá del proteccionismo tradicional. Trump ya ha mostrado su voluntad de dirigir sus acciones hacia las operaciones en el exterior de empresas, con la amenaza de gravámenes de importación, acusaciones públicas de incrementos abusivos de precios y restricciones a la inmigración (lo que dificulta la atracción de talentos).
El Premio Nobel de Economía, Edmund S. Phelps, describió la interferencia directa de Trump en el sector corporativo como un acto reminiscente de la Alemania nazi corporativista y la Italia fascista. En verdad, si el expresidente Barack Obama hubiese tratado al sector corporativo de la forma en la que lo trata Trump, habría sido tildado como comunista; pero, por alguna razón, cuando Trump lo hace, EE. UU. corporativo oculta el rabo entre las piernas.
En quinto lugar, Trump está cuestionando las alianzas de EE. UU., acercándose a rivales estadounidenses, como Rusia, y antagonizando a importantes potencias mundiales como China. Su política exterior errática está asustando a líderes mundiales, corporaciones multinacionales, y a los mercados mundiales en general.
Finalmente, Trump puede aplicar métodos de control de daños que solo empeoran las cosas. Por ejemplo, él y sus asesores ya han realizado declaraciones verbales con la intención de debilitar el dólar. Sin embargo, hablar es mucho más fácil, y las operaciones basadas en lo que se declaró tienen solo un efecto temporal sobre el valor de la moneda.
Esto significa que Trump podría adoptar un enfoque más radical y heterodoxo. Durante la campaña, Trump criticó a la Fed por ser demasiado dócil y por crear una “economía falsa”. Y, sin embargo, ahora puede sentirse tentado a nombrar nuevos miembros de la Junta de Fed, quienes sean aún más dóciles y menos independientes que Yellen, con el fin de incrementar el otorgamiento de créditos al sector privado.
Si eso falla, Trump podría intervenir unilateralmente para debilitar el dólar, o podría imponer controles de capital para limitar los flujos de entrada de capital que fortalecen el dólar. Los mercados ya están comenzando a actuar con cautela; es probable que se atraviese por un momento de completo pánico si el proteccionismo y la política monetaria imprudente y politizada precipitan guerras comerciales, guerras de divisas y guerras de controles de capital.
Sin duda, las expectativas de estímulos, de impuestos más bajos y desregulaciones podrían aún impulsar la economía y el desempeño del mercado en el corto plazo. Pero, tal como la vacilación en los mercados financieros desde la toma de posesión de Trump indica, las políticas inconsistentes, erráticas y destructivas del presidente dejarán sentir sus efectos sobre el crecimiento económico nacional y mundial en el largo plazo.
Nouriel Roubini es presidente ejecutivo de Roubini Macro Associates y profesor de Economía en la Escuela Stern de Administración de Empresas de la Universidad de Nueva York.