El café nacional gourmet está pasando de las fincas de pequeños productores directo al mercado costarricense, con nombres propios y precios competitivos.
Varios productores nacionales se aventuraron a salir al encuentro del consumidor con su propio sello, cuando tradicionalmente solo exportaban el grano de alta calidad o lo vendían a intermediarios locales.
La principal razón que los motiva a adueñarse del proceso (de la finca hasta el consumidor, sin intermediarios) es la búsqueda de mejores precios.
Sin embargo, sus volúmenes de producción y otras particularidades (como empaques poco atractivos, o ausencia de certificaciones y permisos, entre otros) los dejan fuera de las grandes cadenas de supermercados, y esto obliga al consumidor a aprender dónde y cómo buscarlos.
Para el Instituto del Café de Costa Rica (Icafé), el surgimiento de marcas propias mueve el mercado local e, incluso, puede potenciar al sector exportador.
“Es un esfuerzo positivo de integración vertical y de valor agregado por parte del productor en la cadena del café. El Icafe esperaría que el costarricense pueda acompañar este esfuerzo adquiriendo estos productos”, dice Ronald Peters, director ejecutivo de esta organización.
El primer paso que debe dar el consumidor es moverse a espacios como ferias orgánicas o puntos de venta de tipo “comercio justo”. Ahí puede establecer contacto directo con los productores.
Otra vía de acceso son las cafeterías especializadas, particularmente las del área metropolitana (la mayoría de apertura reciente) donde le dan información detallada: procedencia, marca y tipo de proceso al que se somete el café.
También han surgido opciones como Xplore Coffee y Producto Limpio, plataformas en Internet para venta directa de esto cafés ticos de alta calidad.
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Una de las marcas propias que ya circulan es Café Batalla, que sale de Naranjo de Alajuela, donde Carlos Batalla y familia venden unos 800 kilos por cosecha.
La principal razón para tener sello propio es la confianza.
“La idea siempre ha sido mejorar la cultura de consumo de café, tratando de ganar clientes exigentes con la calidad de café y no por la facilidad del supermercado“, dice Batalla.
Razones similares son las que mueven a Café Aromas y Café Santa Lucía. El primero es de Jiménez, Cartago, y el segundo de Zarcero, Alajuela, pero ambos coinciden en que agregan más valor con su producto si asumen el proceso, en especial, el tostado.
“Así logramos obtener mayores ganancias. Además, ayudamos con el propósito de sostener la actividad cafetalera en el distrito”, explica Greivin Gamboa, propietario de Café Aromas.
Mientras el producto cartaginés tiene la exportación como meta, el de Zarcero ya se exporta y más bien encuentra retos en el mercado local, por ejemplo, algunas barreras debido al empaque de bajo costo que utilizan.
“Sigo pensando que mientras la calidad sea buena, la gente lo va a seguir buscando, que es lo que nos ha sucedido. Pero para supermercados y tiendas, sí es importante la imagen y estamos en proceso de cambio de empaque, para colocar más producto en San José”, asegura Ricardo Pérez sobre su Café Santa Lucía.
La marca Bonny Rustic, por su parte, se creó hace dos años porque de lo contrario su producción de café orgánico artesanal sería insostenible.
“Un año me pagaron ¢100.000 por fanega y me pareció que apenas salía con los costos, pero al año siguiente me pagaron ¢50.000 y así la finca no cubría sus gastos. Ahora no deja grandes ganancias, pero sí la podemos mantener”, asegura Marlon Bonilla, líder del negocio familiar.
También el café Naturalba existe por la situación desventajosa de la venta del grano.
“El café tostado tiene un valor agregado importante y no depende de los precios de la bolsa de Nueva York. Para nosotros, es mucho más rentable y estable vender café tostado que café oro”, explica Marie Beuchet, propietaria de la marca.
Ambos productos se venden recibiendo pedidos directos de los clientes y transportándolos por cuenta propia.
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Marcas como Hacienda Tobosi, Cafeoteca y Tres Generaciones by Doka Estate, tienen un desarrollo mayor en sus procesos comerciales e, incluso, apuestan por incidir en el consumidor de otras maneras.
“(Queremos) abrir una academia de café, donde ofrezcamos cursos de barismo, catación y tostado de café, aprovechando las fincas”, explica Jorge Brenes, de Hacienda Tobosi.