A un año de la peor crisis de Volkswagen, el CEO de la automotriz alemana, Matthias Müller, tiene algunos logros para exhibir a la junta directiva de la empresa, pero su objetivo de transformarla y aumentar significativamente su ganancia sigue siendo difícil de alcanzar.
Müller ha tenido que afrontar el escándalo de la manipulación de las emisiones contaminantes, cuya cuenta asciende a $20.000 millones y puede seguir subiendo, lo que redujo su margen de maniobra. La automotriz alemana prevé eliminar hasta un máximo de 25.000 puestos de una fuerza laboral global de 624.000 personas en los próximos años, aunque el ejecutivo ha descartado despidos forzados.
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El equipo de gestión de la marca Volkswagen y el sindicato también han estado en conversaciones, llamadas "PactoFuturo", durante ocho meses, con el fin de alcanzar un consenso sobre reducciones de costos para financiar grandes inversiones en vehículos eléctricos y de conducción autónoma, nuevas tecnologías que amenazan muchos empleos tradicionales del sector.
Müller se ha abocado además a reducir costos en otras áreas. "Estamos operando en tiempos volátiles e inciertos", dijo hace un año. Desde entonces, vendió el avión Airbus de la empresa, descontinuó el sedán de lujo Phaeton y moderó las espléndidas presentaciones de la empresa en los salones del automóvil.
Realizó cambios en la cultura autocrática de VW. La oficina del presidente ejecutivo se mantiene abierta para promover el diálogo e hizo quitar el botón del ascensor en la sede central de la firma que lo llevaba a su suite de forma directa.
En su gestión, las marcas de VW y sus operaciones regionales han obtenido una mayor autonomía y se ha dejado de lado el modelo vertical que a menudo demoraba la toma de decisiones en Wolfsburgo. Müller incorporó ejecutivos externos que llegaron con la misión de incentivar el cambio.
VW tiene que reestructurar la fabricación de su marca homónima para que se mantenga competitiva en una industria donde sus mayores rivales incluyen startups de Silicon Valley además de los fabricantes tradicionales, como Toyota Motor y General Motors Co.
Con menos recursos a su disposición, Müller está destinando más inversión hacia nuevas tecnologías para no perderles pisada a sus competidores.
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Relación con sindicatos
Como se trata de un cambio que atraviesa todo el sector, automotrices como VW necesitarán menos empleados y con destrezas diferentes para gestionar negocios digitales y fabricar vehículos eléctricos.
El sindicato amenazó con bloquear decisiones de inversión que se tomen a menos que la empresa garantice los trabajos de sus 282.100 trabajadores en Alemania, casi la mitad de su fuerza laboral global.
Algunas de las recientes sugerencias de la gerencia han enardecido al sindicato. Alrededor de 20.000 operarios abuchearon y le gritaron a Herbert Diess, el jefe de la división de autos de Volkswagen, cuando les dijo que miles de empleos serían eliminados y que los empleados en Alemania tendrían que volver a trabajar semanas de 40 horas, frente a una semana de 35 horas en la actualidad.
Por años, los altos costos y las escasas ganancias de las plantas de la marca VW habían sido ocultadas por las grandes ganancias de la filial de autos de lujo Audi y las de su fabricante de autos deportivos Porsche. Ahora, sin embargo, las utilidades de Audi están cayendo, lo que pone de relieve la debilidad de la marca Volkswagen.
"Sin el grupo y las otras marcas, la marca Volkswagen estaría en una situación desesperada", afirmó Diess hace poco. "En su actual estado, la marca Volkswagen no es sostenible".
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La automotriz también trata de tercerizar la producción de algunos de sus componentes, uno de los escollos en las negociaciones con los trabajadores. El sindicato también quiere garantías de que la fabricación de tecnología, como las baterías para autos eléctricos, tenga lugar en Alemania, para contrarrestar las pérdidas de empleos en las actividades de ingeniería tradicional.
Müller necesita el visto bueno del sindicato. Cualquiera sea el plan que apruebe la junta, no será el cambio radical que exigen muchos inversionistas, pero reflejará un equilibrio entre las exigencias de protección laboral del sindicato y la ambición de la gerencia de mejorar la competitividad y rentabilidad.