¿Qué tienen que ver Shakespeare o Picasso con las habilidades gerenciales? Según dos experiencias académicas que se aplican en el país, los recursos culturales aumentan la capacidad de los jefes para convertirse en líderes.
Una de estas iniciativas es la que imparte María Elena Carballo en el Incae, con los cursos Liderazgo y literatura, y Cultura y valores a través del cine y la literatura, uno obligatorio y el otro optativo, dentro del plan de estudios del MBA.
La otra es la discusión de afiches y pinturas en talleres dirigidos por Lil Apéstegui, como parte de las actividades de la organización AcciónArte.
Remezón temático
Las personas que aspiran a puestos gerenciales muchas veces privilegian su formación estratégica y administrativa, en detrimento de la exposición a conocimientos sobre cultura y arte.
Según Carballo y Apéstegui, esto puede provocar incomodidad y hasta inseguridad durante los primeros acercamientos a metodologías culturales. Las experiencias sacan a los participantes de su zona de confort.
“La enorme mayoría nunca ha leído a Shakespeare. En una clase de 90, si acaso 2 o 3 lo han leído. Y no digamos Shakespeare, muchísima gente no ha leído literatura. El reto es muy grande”, explica Carballo.
Sin embargo, esto reviste de novedad los contenidos, incluso los más clásicos, y permite un aprovechamiento total de los ejercicios de discusión.
“La mayoría de la gente dice que no sabe nada de arte, entonces les decimos que de eso se trata: para el ejercicio, todos sabemos por igual y lo que buscamos es que describa lo que ve, cómo lo ve y por qué lo ve así. Aunque a veces sí nos ha pasado, con obras conocidas, como un Picasso, que una persona piensa que sabe montones y nos tiene que contar todo lo que sabe, que además es la verdad. Pero nos ha pasado muy pocas veces”, relata Apéstegui.
¿Cómo funciona?
“Más que el arte, es la metodología que utiliza el arte la que sirve a los gerentes. Nos sirve para hacer el ejercicio realmente importante: dialogar, conversar con los otros acerca de lo que estamos observando en una obra de arte”, explica Apéstegui.
Esto es útil porque utiliza la subjetividad como punto de partida: la del autor al crear y la del “consumidor” al interpretar.
Una imagen idéntica, observada en las mismas condiciones y al mismo tiempo por dos personas, puede provocar interpretaciones diferentes y hasta opuestas. Lo mismo sucede con una indicación poco clara o una estrategia cuyo impacto no se evalúa.
Además de evidenciar las diferentes interpretaciones de un mensaje, el ejercicio de discutir sobre arte obliga a desarrollar dos habilidades fundamentales para el líder: la de argumentar adecuadamente sus razonamientos (a la vez que escucha y respeta las argumentaciones de otros) y la de hacer preguntas adecuadas, que faciliten la conversación y el intercambio.
“La persona que está dirigiendo los talleres está buscando que esa argumentación razonada lleve a dar las evidencias, las bases; se le obliga a la persona a buscar estas ideas en su cerebro. Y todo esto se puede aplicar en las empresas, durante la resolución de conflictos. Muy a menudo el problema es que la gente no se comunica eficientemente”, asegura Apéstegui.
Y en los casos específicos de la literatura y el cine, los contenidos de las obras hacen un aporte adicional, debido a su calidad, complejidad y a los mensajes que se elija discutir.
“Como funciona la literatura es casi como una simulación. Esto se ha comprobado por la neurociencia actual, hay universidades importantes investigando cómo se comporta el cerebro durante la lectura de una ficción y se ha comprobado que se comporta igual que durante una simulación, recorre el camino con el personaje y adquiere experiencias nuevas”, comenta Carballo.
Ejemplos
Gabriel Páez, estudiante del curso actual para MBA del Incae, llevó las dos clases que imparte Carballo. Para él, la lectura más provechosa fue Macbeth, de Shakespeare, “porque muestra cómo el deseo puede en algunas ocasiones hacer que el ser humano haga cosas indebidas y también, cómo en momentos de triunfo, el ser humano puede ser dominado por la soberbia”.
Según la experta, este análisis es el resultado que buscan sus cursos. “En general, lo que tenemos es un personaje que tiene posición de liderazgo en una obra literaria, la leemos, la discutimos de ese punto de vista y desde otros puntos de vista. Para esto Shakespeare es extraordinario; podemos pensar que Hamlet nos plantea los retos de un líder joven, Macbeth los de un líder maduro, El rey Lear los de un líder al final de su vida. Las obras nos sirven para examinar el liderazgo en esos momentos”, ejemplifica.
Otra de sus alumnas de este año, María Fernanda Pérez, privilegió el contenido de una autora que genera la menor empatía al principio de la clase: Sor Juana Inés de la Cruz.
“Creo honestamente que todas las obras marcan la vida de quiénes las leen ¡Algo siempre nos queda de cada personaje! Sin embargo entre mis favoritas están Respuesta a Sor Filotea de la Cruz de Sor Juana Inés de la Cruz, por tratarse del primer documento en defender el derecho de las mujeres a la educación”, dice.
¿Y qué observa usted en la obra Montañas de Dinorah Bolandi? Es la imagen de la esquina inferior derecha de las ilustraciones agrupadas en esta página.
Un taller con autoridades de la Fuerza Pública ilustra la variedad de posibles interpretaciones. “Mientras algunos de los participantes veían un paisaje que les recordaba al desierto, un oasis a la derecha y hasta figuras que podía ser elefantes o camellos (hacia el centro de la obra), otros veían una carretera que se perdía en el horizonte y una finca a la derecha que estaba aislada, porque no se veía la conexión con la carretera”, relata Apéstegui.
Dedicar el tiempo a la escucha atenta de razonamientos y explicaciones permitió entender cómo piensa cada uno y eso facilita la comunicación cuando hablen de trabajo y no de arte.
Inténtelo usted: analice obras de arte y luego discuta, escuche con atención a su equipo, asegúrese de utilizar palabras claras. Sin duda, verá resultados.