Conducta y desempeño se titula una de las gráficas que a mi gusto mejor ejemplifican la búsqueda de la integridad en individuos y las organizaciones.
Es un sencillo cuadrante propuesto por Larry Bossidy y Ram Charan en su clásico del management "Execution: The Discipline of Getting Things Done", título traducido al castellano como "El arte de la ejecución en los negocios".
Bossidy y Charan mencionan que el "Resumen de la elaboración del liderazgo", procura comparar tanto ejecución como rendimiento para un grupo de individuos, para evaluar hoy quiénes son más prometedores en un mediano y largo plazo.
Por ejemplo, no solamente presenta cuáles ejecutivos logran grandes metas de ventas, sino también cuáles colaboran también con sus pares o son simplemente lobos solitarios. En este caso, las soluciones de ventas claramente requieren un abordaje de equipo, por lo que quienes se modelan a sí mismos como héroes individuales van a requerir desarrollar nuevos patrones de comportamiento para surgir en un nuevo entorno.
Dimensiones del liderazgo. En este gráfico se exponen dos ejes, X y Y, sobre los cuales se elabora el crecimiento personal y profesional de las personas. En el eje horizontal descansa la conducta.
A esta vertiente podemos asignarle infinidad de atributos, un derroche de virtudes, por ejemplo, respeto, honestidad, veracidad, transparencia, rectitud en una palabra. Al lado opuesto encontramos el desempeño, y con él las características que asignan peso directo a la ejecución, las capacidades de realizar, la orientación a los logros.
Lo mágico de esta pequeña síntesis del liderazgo es que integra simultáneamente dos dimensiones de la persona: el ser y el hacer. Identificamos personas elocuentes por sus resultados al tiempo que descubrimos gente apasionada por transparencia. Vemos decisión por alcanzar las metas y la ocupación constante hacia cómo realizarlas.
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Cada una de estas dimensiones tiene una amplia variedad de expresiones en la realidad.
Bossidy & Charan lo presentan en tres niveles: debajo del estándar, en el estándar y sobre el estándar. Una persona puede lograr parcialmente los resultados, de la misma manera en que alguien puede comportarse de manera medianamente aceptable. Más aún, alguien puede superar las métricas fijadas, y ser también un ejemplo de coherencia porque se ha empeñado aún en situaciones difíciles.
Competente. La pregunta que queda hacer es ¿dónde se ubica el líder? Efectivamente, y en manera ideal, el paradigma del líder debe encontrarse en la mejor combinación de ambos mundos: un referente en el carácter y en el desempeño. Llegados a este punto tenemos una apropiada definición del atributo "competente".
La persona competente es aquella que actúa de manera ejemplar tanto en la dimensión del ser como del hacer. Le es habitual tratar bien a su personal, y si es posible decirlo así, con mayor respeto que la mayoría de quienes le rodean, a la vez que lleva a su equipo a las cotas más altas que hayan conocido.
El líder no es una amalgama de amor-odio, una contradicción de personalidades, sino una noble integración de del humanismo con la profesionalidad. Busca la excelencia personal y técnica, de manera orgánica y sincronizada.
Hay líderes que nos dicen totalmente lo contrario, con sus acciones y con sus legados. Nos hacen pensar que actuando de otra manera no habría sido posible lograr lo que consiguieron. ¿Quién lo sabe? Ciertamente sus resultados son loables, pero no podemos cansarnos de preguntar ¿y si se hubiesen esforzado por hacerlo de una manera diferente?
La integridad es diferente. La ejecución que carece de integridad es incompetente: no se trata de ser simplemente buenos o bondadosos. Tan carente de liderazgo es quien erosiona la ética de las organizaciones y la sociedad con tal de alcanzar lo que se propone, como quien busca mantenerse al margen de la ejecución para disfrazarse de una intocable rectitud.
La integridad no es un camino para todos. En nuestro ADN está escrito lo mejor y lo peor de la naturaleza humana, desde la grandiosa capacidad de inventiva, hasta el más robusto poder destructor.
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Pero a ese punto no se llega de la noche a la mañana. Se requiere madurar en todos los sentidos para poder afirmar con seguridad al final de nuestros días que hemos buscado lo mejor de nosotros y de quienes nos rodean, a pesar de nuestros múltiples defectos. Esto es integridad. Esto constituye un alto componente del liderazgo.
* El autor es director del Instituto de Estudios Empresariales (IEE) de Panamá.