Estamos a inicios de año. Momento en el que muchas personas visitan de nuevo sus responsabilidades, sus nuevas decisiones, sus acciones y sus propósitos de vida.
Sin embargo, tan pronto las cosas se ponen difíciles, en lo profesional o en lo personal, todo lo anterior comienza a caer y pierden el impulso.
Parafraseando al neurólogo Víctor Frankl, “vida” significa tomar responsabilidad de encontrar las respuestas a los problemas y cumplir las tareas que se nos presentan, en la que cada momento y reto es un propósito en sí mismo. El propósito de nuestra vida estaría determinado por la forma como respondemos a estos momentos. Me atrevo a decir que la vida profesional y personal se basa en la responsabilidad y para ejercerla se requiere de decisiones, tal como lo decía Frankl.
Alguna vez ha dicho “ya decidí qué tengo que hacer”, pero luego no toma acción. El problema es que las decisiones sobre sus responsabilidades determinan los valores de su vida y el propósito final de esta. En otras palabras, hay que ser íntegro y hacer lo que uno dice que va hacer, o volverse alguien que no quiere ser.
Es importante darse cuenta de que las decisiones que tomamos nos definen tanto en resultados como en relaciones. Las decisiones no son el acto de escoger lo que queremos, sino más bien el actuar sobre dichas opciones. Escoger sin actuar no es nada.
Por ejemplo, año a año usted puede elegir que esta vez sí irá al gimnasio o dejará de fumar pero nunca lo hace. ¿Fue acaso eso una verdadera decisión? El saber que ese es el camino correcto no significa que exista la decisión de tomarlo. La decisión requiere acción.
Si deseamos crecer constantemente debemos entender que el crecimiento se genera cultivando dos cosas: resultados y relaciones. Tanto en la vida personal como en la profesional, son las acciones los vehículos mediante los cuales podemos lograr avance en esas dimensiones.
Recordemos que toda acción tiene una reacción. Con las personas hay dos consecuencias por acción: (i) una objetiva o funcional y (ii) una subjetiva o emocional. La primera se refiere a que generalmente pensamos que la acción está dirigida a una solución funcional. Esto es lo que normalmente piensa la gente. Hago X para lograr Y. El problema es que olvidamos la parte subjetiva, y que como, seres sociales y emocionales que somos, nuestras acciones afectan la psique de otros y la propia.
Ser estratega
Por eso también hay que entender que toda acción, o la falta de ella, puede generar emociones positivas o negativas en aquellos aspectos relacionados con el objeto de la acción y en nosotros mismos. En la empresa, buscamos generar básicamente la emoción de la confianza y presentar soluciones para avanzar hacia el objetivo.
Las consecuencias objetivas de nuestras acciones tienden a ser en el corto plazo y dirigidas a un crecimiento mediante resultados. En cambio, las consecuencias subjetivas de nuestras acciones tienden a impactarnos a corto, mediano y largo plazo en el crecimiento de nuestras relaciones. Por eso, aquellos que se concentran solo en resultados, pueden a la larga quemar los puentes de relaciones y perjudicar sus posibilidades de crecimiento futuras.
Ante esto debemos ser estrategas y proactivos en nuestras acciones. Los ticos tenemos el dicho de que mucho se logra por “argollas” y no por resultados. En realidad es un balance de los dos: existen estudios que nos indican que los trabajos se dan a aquellos que nos caen mejor y a quienes les tenemos confianza y no necesariamente a aquellos que son los más capaces. Por eso es importante, administrar los impactos emocionales de nuestras acciones.
Empero, no todas las acciones necesariamente nos llevaran a donde queremos ir o las haremos midiendo las consecuencias. Para ello, Stephen Covey nos indica que toda persona tiene la habilidad de ser proactivo y no reactivo. Se trata de aprovechar el espacio entre el estímulo y la respuesta para decidir de la manera adecuada cuáles son nuestras mejores opciones de donde escoger.
Unos trucos para aprovechar ese espacio es preguntarnos: ¿Qué haría un ganador? ¿Qué hizo en mi situación aquel en que me quiero convertir? ¿Cuáles son las consecuencias positivas y negativas de cada opción en relación con mis valores?
¿Qué pasa si no actuamos como debemos? A veces la gente decide escoger no actuar ni comunicar en defensa de algo que valora más a corto plazo, por lo que se vuelven irresponsables. Por ejemplo, se busca defender el ego, la imagen o la ilusión de no cometer errores o de que no se ha hecho nada malo. Nadie es el malo de su propia película y tampoco le gusta aceptar que se ha equivocado. Si valoramos ideas o emociones por encima de la responsabilidad para defender el ego, esto nos lleva a tomar las decisiones en favor de él. Decidimos hacer aquello que valoramos en la vida, y eso nos define como responsables o irresponsables.
Las decisiones que tomemos como profesionales o en nuestra vida en cuanto a nuestras responsabilidades deben ir encaminadas a su cumplimiento. En ocasiones, el cumplimiento no se dará sin el reconocimiento de ciertas dificultades.
La actitud correcta que tomemos ante los momentos difíciles nos permitirán ser vistos como responsables. Eso a su vez, nos traerá gratificación, propósito y ser quienes escogemos ser. Así que escoja ser de armas tomar y actúe sobre lo que le da la vida.