Los fondos de mercado de dinero, los más apetecidos del país, sufren lo que llamarían sus propios participantes, uno más de los males del mercado: tienen pocas opciones de inversión.
A pesar de que son los más cotizados por la liquidez que ofrecen y son considerados instrumentos de refugio, cuentan con pocos alternativas para gestionar el riesgo y los rendimientos.
El manejo de la cartera de estos fondos –que tienen la mayor representación en el mercado y cuentan con el 80% del total de cuentas abiertas– se vuelve especialmente complicada cuando sus carteras están constituidas por instrumentos en dólares.
En esta moneda, casi la mitad de las inversiones está concentrada en certificados de depósito a plazo de bancos estatales y un 31% son recompras.
En los fondos en colones la situación no es muy diferente: la cartera está constituida en un 74% por certificados de depósito de bancos estatales y 11% en recompras.
El resto son pequeñas colocaciones en certificados de bancos privados, bonos de bancos estatales y algunos bonos de largo plazo del Gobierno próximos a vencer.
La poca diversificación viene acompañada de una regulación que para algunos resulta restrictiva y que limita, entre otras cosas, la composición de la cartera por instrumento y por plazo.
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Por normativa, la cartera de los fondos de mercado de dinero deben tener títulos con un plazo promedio de 90 días. Además, deben invertir el 85% en valores de menos de 360 días y 15% no puede superar los 540 días.
Este mal, aunque no es nuevo, se ha intensificado en los últimos años pues hay menos emisores en el corto plazo.
Los emisores privados prefieren financiarse a través de créditos en el extranjero que invertir tiempo y dinero en engorrosos trámites para convertirse en emisores de bonos. Y para los bancos (que sí son emisores), resulta más cómodo colocar en el largo plazo.
“No es lo mismo para el banco que la gente invierta a pocos días a que le dejen el dinero fijo por cinco años; los que captan siempre van a preferir el largo plazo”, explicó Johnny Mora, director de Grupo Financiero Acobo.
Por esto, los portafolios han recurrido a invertir la mitad de sus carteras en CDP’s, qué, aunque son considerados ilíquidos y no responden a la naturaleza de estos fondos, se han convertido en un instrumento de captación para los bancos.
Incluso, bancos como el Nacional y el Banco de Costa Rica crearon carteras que invierten exclusivamente en certificados de depósitos de sus respectivas entidades.
Otros portafolios han elegido invertir en recompras en el mercado secundario, que también ocupan una porción importante de las inversiones, sobre todo en dólares.
Sin embargo, las recompras no son atractivas para todos.
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Los fondos de BNFondos cerraron en setiembre con cero recompras y en general, realizan pocas inversiones en estos instrumentos.
Según indica Pablo Montes de Oca, gerente de esta entidad, no invierten en recompras porque encuentran mejores opciones. Esta entidad utiliza las recompras solo como una vía para “cerrar huecos” de plazo.
Para Montes de Oca, las recompras funcionan como una excepción, pero no como un instrumento para gestionar siempre en la cartera.
Empero, debido a las pocas opciones de inversión, algunos fondos han antepuesto la gestión de liquidez sobre los rendimientos, un efecto que podría afectar a los inversionistas.
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Freddy Quesada, gerente general de INS Valores, explicó que algunas Sociedades de Fondos de Inversión (SAFI) deben establecer como prioridad la liquidez del fondo, especialmente en momentos cuando el mercado tiene ciclos de mayor oferta de instrumentos.
Para él, hay momentos en que la liquidez debe ser una prioridad sobre los rendimientos y en otros se deben tomar posiciones inversas.
Además, la poca diversificación de instrumentos hace que a su vez exista poca competencia entre fondos, porque los rendimientos son muy similares entre uno y otro.
“Todos buscamos el mismo sector, todos competimos por las mismas inversiones”, afirmó Mora.
Ante esta situación, las expectativas de que se den cambios resultan poco probables.
Las SAFI se encuentran expectantes ante una posible reforma a la regulación, que permitiría, entre otras cosas, aumentar los plazos de las inversiones y crear otros fondos a corto plazo, diferente a los de mercado de dinero, cuya composición permitiría crear productos con cierta volatilidad que también servirían a los fondos de largo plazo y, de esa forma, mejorar la gestión.
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