Durante los últimos cuatro años, Costa Rica ha tenido el mayor déficit fiscal de la región, con una tendencia creciente que parece no detenerse.
El faltante del país pasó de 5,6% con respecto al PIB en el 2014 a 6,1% en el 2017 y se espera que para el próximo año se ubique en 6,6%, según las estimaciones del Banco Central en la revisión de Programa Macroeconómico 2017-2018, de julio pasado.
Si se compara con la región, al cierre del 2017 Costa Rica tendrá un déficit que se ubicará 3,8 puntos porcentuales por encima del de la región, según datos del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi).
El país más deteriorado después de Costa Rica es Panamá, con una brecha proyectada del 4,4% del PIB para este año, alimentada por su alta inversión en obras de infraestructura, seguido por Honduras, Guatemala y Nicaragua.
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Pese a esto y contrario a lo que se pensaría, Costa Rica no tiene la deuda más alta en relación con el PIB (la superan El Salvador y Honduras), aunque sí la de más rápido crecimiento, comparada incluso con otros países de América Latina.
La cara del déficit
Una suma de factores hicieron que Costa Rica mantuviera su déficit fiscal y que siguiera escalando hasta los niveles actuales.
Para Abelardo Medina, coordinador del área macrofiscal del Icefi, el mantenimiento del nivel de bienestar socioeconómico que ha tenido el país y la forma en cómo se han estructurado los beneficios sociales explican el exceso del gasto y la falta de ingresos que tenemos.
“Costa Rica ha construido un nivel de desarrollo que requiere una buena cantidad de recursos para mantener los servicios que da a la población y todo parece indicar que está esperando que se recupere el ritmo de la actividad económica para que la deuda se vaya licuando”, explicó Medina.
“Sin embargo –agregó–, eso lo han estado esperando hace un año y lo que hoy tenemos es un déficit y una deuda que ocupan casi un tercio de su presupuesto”.
Según el Banco Central, el PIB tuvo una desaceleración durante el 2017, pasando de 4,5% en 2016 a 3,8%, pero se espera que se recupere durante el 2018.
“El problema es que el país no crece a la velocidad que crece el déficit y cuando en un país uno combina dos factores, deuda y actividad baja, se vuelve un problema”, admitió.
Para William Calvo, exdirector de la División Económica del Banco Central, un déficit manejable es uno que se ubique en alrededor del 2,5% o 3% del PB, ya que esos niveles permiten un financiamiento interno que no presiona las tasas de interés y que permite obtener recursos externos en condiciones saludables.
Según comenta Calvo, el país estuvo en esos niveles hace muchos años, pero las diferentes administraciones y asambleas legislativas no adoptaron las medidas necesarias para mantenerlos así y aumentaron desproporcionadamente el gasto sin tener ingresos para financiarlo.
Así, se dio un crecimiento económico importante especialmente en sectores cuya naturaleza permitía la exoneración de impuestos y, al desarrollarse más que otros a los que sí se les exigía el pago de tributos, se dio una estructura en la pesaban más los gastos que los ingresos.
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Los problemas con la recaudación, la conformación de los impuestos, el exceso de gasto y los menores ingresos tributarios son situaciones que dieron pie al déficit actual.
Para Francisco de Paula Gutierrez, expresidente del Banco Central, una posible reforma va a requerir mejorar la estructura fiscal para frenar los disparadores del gasto, pero no solo eso.
Desde su perspectiva, las reformas fiscales deben ser integrales y deben incluir cambios en los regímenes de pensiones, en la estructura del gasto público, en los métodos de recaudación y otros aspectos que determinan la dimensión del déficit.
Thelmo Vargas, exministro de Hacienda, concuerda con Gutierrez en este punto.
Afirmó que no se debe reducir el déficit solo elevando impuestos, pues ello reduciría la tasa de crecimiento de la economía y, por ende, aumentaría la deuda.
Tal es el caso de Honduras, donde mientras el déficit baja, la relación de la deuda con respecto al Producto Interno Bruto se mantiene alta.
En el 2014, Honduras realizó la primera reforma fiscal de su historia en la que aumentó los impuestos e implementó una reducción del gasto que logró llevar su déficit fiscal de 7,9% del PIB en el 2013 a 2,8% en el 2016, aunque se espera un leve aumento hacia el cierre de este año.
Sin embargo, se pusieron en juego otras cosas cuando se realizó la reforma fiscal.
Para Juan José Urbina, economista encargado del caso de Honduras en el Icefi, el ajuste fue casi una terapia de choque, ya que se aprobó un 31 de diciembre y entró en vigencia al día siguiente y sus efectos comenzaron a mostrarse en menos de un mes.
Inicialmente, la reforma se realizó porque los niveles de deuda eran preocupantes y también inquietaba su ritmo de crecimiento, por lo que el ajuste se aplicó para mantener la sostenibilidad.
Así, para el 2016, Honduras obtuvo la recaudación de impuestos más grande de Centroamérica, que resultó de un 18,5% del PIB; en Costa Rica fue de 13,3%.
Sin embargo, Urbina asegura que el costo de bajar el déficit tuvo un precio.
“Los resultados se ven bien en números, pero cuando se pone el contexto social, no se ve tan atractivo”, admitió.
Explicó que, a cambio de controlar su déficit, Honduras ha reducido el gasto en sectores que son necesarios para el desarrollo social, como la salud, la seguridad y la educación.
Antes de la reforma fiscal, por ejemplo, la economía en Honduras registraba una presión tributaria (ingresos tributarios) de 16,4% del PIB, relacionada con un crecimiento económico de 6,2%.
Sin embargo, para el 2016, se registró una presión tributaria aproximada de 17,7%, frente a un incremento de la producción aproximado del 3,8%, según datos del Icefi.
“La reforma tributaria es necesaria, pero no solo para quedar bien con el Fondo Monetario Internacional (FMI), sino para resolver los otros problemas. Costa Rica tiene los niveles sociales más altos de la región y el problema no es tener finanzas públicas sanas, sino además de eso, mantener esos niveles”, explicó Urbina.
Para Urbina, es vital para Costa Rica realizar una reforma en el menor plazo posible, pues de no ser así, se comenzarían a ver los efectos en otros escenarios, como en seguridad, educación y salud.
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Calvo aseguró además que si bien los indicadores fiscales del país no son positivos comparados con los de la región, sus condiciones económicas no se asemejan a las costarricenses, y eso debe tomarse en cuenta a la hora de valorar la composición del déficit.
Otros países, como El Salvador o Nicaragua mantienen niveles de brecha bajos a cambio de altos niveles de deuda y tasas de crecimiento bajas.
En el caso de Guatemala, en materia fiscal, el déficit está controlado y, por ende, la deuda no crece mucho, además de que cuentan con una de las cargas tributarias más bajas del mundo.
“La situación de Guatemala es una supeditación de la política fiscal a la monetaria, el Gobierno apunta a que lo más importante es no emitir mucho dinero y mantener el nivel de precios estable, además de apretar el gasto del sector público”, explicó Medina.
Nivel versus crecimiento
En el caso de la deuda, aunque ha alcanzado niveles considerablemente altos, preocupa más la rapidez de su crecimiento que el monto.
“Si vemos el contexto latinoamericano, Costa Rica no tiene un nivel de deuda tan elevado cuando hablamos solo del Gobierno. Lo preocupante es la velocidad en la que está subiendo y aunque hay países que tienen niveles altos de deuda, ya tienen su situación fiscal solucionada”, explicó Gutiérrez.
Según las perspectivas económicas del FMI para las Américas, Costa Rica aumentaría su deuda pública de 46,7% a 48,8% del PIB para el 2018, siendo el único país de América Central que aumentaría sus obligaciones en dos puntos porcentuales para el próximo año.
“El problema actual es saber si con la realidad que tenemos el país va a ser capaz de tener una deuda sostenible en los próximos seis años y eso no es solo importante para nosotros, sino para los fondos que nos prestan dinero”, aseguró Gutiérrez.
Para él, el financiamiento externo tomará un horizonte incierto entre tanto no se solucione el problema de la deuda, ya que los entes financieros se cuestionan si cuando tengamos que pagarles, podremos hacerlo.
Si se compara con la región, los países que tienen mayor deuda son El Salvador y Honduras; sin embargo, en ambos casos, los resultados no compiten con el nuestro, por ser considerablemente más bajos, por lo que para ellos es más más fácil financiar la deuda.
En el caso de Honduras, por ejemplo, poseen un acuerdo de stand by con el FMI que les permitió acceder a un derecho de giro de $220 millones en fondos de apoyo presupuestario para restablecer sus irregularidades de balanza de pagos a cambio de desarrollar cambios en sus políticas fiscales y otros acuerdos.
Para Vargas, es importante no solo controlar el gasto sino enfatizar en el control de ese rubro a futuro, pues “si no se controla, no habrá reforma fiscal que alcance”.
“El déficit se mantendrá mientras no se actúe sobre el faltante de recursos y en particular sobre el nivel y la tasas de crecimiento de los gastos del Gobierno y entes descentralizados. En Costa Rica el Estado gasta más de la cuenta y esto crece año con año”, afirmó Vargas.