Las obligaciones del Gobierno reflejarán nuevamente un mayor dinamismo que el ahorro nacional, pero esta vez con la presión de un déficit fiscal más alto.
El Banco Central proyectó que esto ocurrirá en este 2017 y también en el próximo año y eso significa que el faltante de dinero del Ejecutivo está creciendo a tasas más altas que el dinero disponible para poder cubrirlo.
Esta no es la primera vez que sucede ya que el déficit fiscal tampoco es nuevo, sin embargo, la balanza se había revertido en el 2016 y ahora el esfuerzo se tiró por la borda, nuevamente.
El año pasado, el déficit se contrajo y esto permitió que la liquidez reflejara un resultado mejor, pero en este 2017 las finanzas públicas no corren la misma suerte.
A setiembre, la diferencia entre los gastos y los ingresos del Gobierno muestran una brecha que representa un 4% del Producto Interno Bruto (era de 3,4% al mismo corte del año pasado).
Al término de este año, el déficit llegaría a 6,1% del PIB y subiría a 6,6% en 2018.
Sumado a esto, el dinamismo que muestra ese faltante sería mayor a lo registrado en los últimos tres años: está creciendo a un ritmo de 23,6% a setiembre, contra el 4,3% que muestra la liquidez.
Los intereses de la deuda continúan en ejerciendo un rol protagónico en la presión de la deuda, pues al noveno mes del año repuntaron casi 23%, una cifra no vista desde 2013.
Por su lado, la liquidez está por debajo de la previsión de 8,4% que realizó el Banco Central en su Programa Macroeconómico 2017-2018 y las proyecciones indican que crecería todavía menos en 2018.
Cuando la deuda crece más que los fondos prestables de la economía se genera presión sobre las tasas de interés, debido a que aunque sí hay recursos disponibles, el mercado los ofrece a un mayor costo.
Empero, hay factores que podrían jugar a favor de la Tesorería Nacional en el manejo de los vencimientos de la deuda y el pago de los intereses. Uno de ellos sería la posibilidad de acudir al mercado externo en busca de fondeo.
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Si Hacienda atrae con éxito el capital externo este año, ese dinero le daría un leve respiro a las finanzas públicas.
Liquidez y déficit
Las cuentas nacionales muestran varios conceptos para medir la liquidez nacional, pero lo más común y recomendado es utilizar los más amplios.
En este análisis se utilizó el M3, que incluye los activos financieros totales a disposición de la economía emitidos por el sistema financiero nacional. El concepto suma el medio circulante (dinero altamente líquido como el efectivo –billetes y monedas– y los depósitos en cuenta corriente) y el cuasidinero (integrado por instrumentos financieros un tanto menos líquidos que el circulante, como los depósitos a plazo y los cheques).
La M3 ha tenido buenos años de crecimiento como el 2011 y el 2016, cuando aumentó más que el déficit, gracias, en parte, a la contración del gasto público y a un mejor comportamiento en los ingresos.
En esos dos años. el déficit se contrajo 13,9% y 2%, respectivamente.
Sin embargo, la presión de la deuda supera los esfuerzos por recortar el déficit y este año se regresó a un panorama de más estrés en el manejo de las obligaciones del Gobierno.
Eso llevó al presidente Luis Guillermo Solís a anunciar, el 1 de agosto, que el Gobierno enfrentaba dificultades de liquidez para pagar sus obligaciones y una serie de medidas para administrar el flujo de caja y el déficit, medidas que luego fueron calificadas de insuficientes y tardías por varios economistas.
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La teoría dicta que si en un escenario se suma altos niveles de deuda con una política monetaria menos laxa, la presión al alza en las tasas de interés es ineludible.
Ante el creciente déficit, la Tesorería Nacional tendrá una mayor necesidad de buscar recursos para atender sus obligaciones, pero los fondos disponibles serán más escasos.
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Martha Cubillo, viceministra de Hacienda, ha explicado que el mercado de valores está seco, con poca liquidez, y al final es ese mercado el que le otorga los recursos al Gobierno.
Factores a favor del Gobierno
Para empezar, el Gobierno anunció este 17 de noviembre que logró un acuerdo para colocar bonos de deuda interna hasta por $1.500 millones mediante un "contrato de colocación".
El proceso de recepción de ofertas del intermediario que se encargará de emitir los títulos y distribuirlos concluyó el 15 de noviembre y se recibieron cuatro ofertas por hasta $3.700 millones. El contrato se ejecutará en cuestión de seis semanas, según confirmó Hacienda.
De lograrse lo anterior, la liquidez se vería alterada por la entrada de esos recursos al mercado local y por tanto, la presión sobre las tasas sería menor, y el Gobierno tendría un mayor poder de negociación.
Sin embargo, Cubillo ha sido clara en que se trata de una medida temporal que daría un poco de oxígeno a las finanzas públicas, pues le daría recursos para este y el próximo año, ante la ausencia de una reforma tributaria.
A esta medida, se sumaría a la estrategia de canjes de deuda y subastas inversas que Tesorería ha ejecutado con éxito hasta el momento.
Aun así, hay que tomar en cuenta que la demanda de recursos prestables quizá no sería tan alta en 2018 por diversos factores.
El consumidor muestra altos niveles de endeudamiento, hay cierto deterioro de la confianza y menor intención de consumo, junto con una la inversión que se mueve a ritmos bajos, explicó Adriana Rodríguez, gerente senior de Análisis Económica de Scotiabank.
Una ralentización de la actividad económica no da para pensar que la competencia por los recursos podría ser más intensa, lo cual evitarán tanta presión por los recursos prestables y eso beneficiaría a Hacienda.
Este reportaje fue actualizado posterior a su publicación para incluir los datos sobre la próxima colocación de bonos de Hacienda.