Todo modelo termina siendo obsoleto y superado por uno nuevo. El paisaje del arte en los últimos 30-35 años ha vivido el nacimiento y auge del curador, figura protagónica en demasía y con la cual centenares de artistas visuales disienten.
Un(a) curador(a) es la persona encargada de concebir una exhibición, darle un marco conceptual y convocar a los artistas. Es un proceso subjetivo donde queda todo en manos de un solo individuo.
Esto ha dado como resultado que un puñado de curadores de aquí y de allá, trabajen en un especie de circuito cerrado con los mismos artistas, una y otra vez. Claro que hay excepciones, pero basta abrir una revista de arte, revisar los anuncios de las muestras y darse cuenta de cómo se repiten y repiten los nombres.
Todo esto lo ha vivido Cameron McLeod –artista y diseñador excluido–, quien se propuso crear un sitio en la red apoyado en un algoritmo en donde desaparece la figura del curador: el Curatron.
¿Como funciona? En forma relativamente sencilla y muy democrática: Curatron anuncia una exhibición con un tema X. Se abre la inscripción en el sitio web y los artistas que consideren que su obra coincide con los parámetros de la exhibición, someten sus propuestas. Cada creador incluye a la vez un grupo representativo de sus obras. A continuación, los artistas que enviaron propuestas, son invitados a ver las obras de los demás, y a votar con cuáles artistas les gustaría exhibir.
Este sistema no garantiza que todos los artistas estarán en la muestra, pero está concebido a partir de las escogencias de los participantes. El Curatron no es subjetivo, no tiene simpatías especiales por ningún participante y no tiene intereses de ninguna especie (económicos, sexuales o sociológicos) con los artistas. No es difícil, desde ya, ver al Curatron como un retador de la hegemonía de los curadores y sus prácticas subjetivas.