La noche de este miércoles 25 de octubre el país tuvo su primer debate presidencial con la participación de los seis candidatos que lideran las intenciones de voto -según las encuestas-, pero afuera del auditorio de la Universidad Latina en San Pedro de Montes de Oca, la noche transcurría entre el 6-2 que le propinó Carmelita al Cartaginés, y el nuevo capítulo del cementazo que esta vez tiene como protagonista al aspirante a diputado por Liberación Nacional, Víctor Hugo Víquez.
Antes de ingresar al recinto del debate, Antonio Álvarez Desanti, candidato del Partido Liberación Nacional (PLN), recibió la alerta de la noticia en su celular. Contó que la pudo “medio ver” mientras lo maquillaban para iniciar el intercambio de ideas con los otros aspirantes a la presidencia.
Para ese entonces, el Cartaginés del “Chiqui” Brenes, no anticipaba, ni en sus peores pesadillas, la noche de terror que viviría en el preludio de Halloween. Una verdadera noche de brujas.
A las 7:00 p.m. se encendieron los reflectores, concluyeron las pruebas de audio, y las dos intérpretes de Lesco (lenguaje de señas costarricense) estaban listas para iniciar.
Los seis candidatos ocuparon sus lugares: Rodolfo Piza, del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC); Carlos Alvarado, del Partido Acción Ciudadana (PAC); Edgardo Araya, del Frente Amplio; Otto Guevara, del Movimiento Libertario; Juan Diego Castro, del Partido Integración Nacional (PIN); y Antonio Álvarez, del PLN. Ese era el orden de izquierda a derecha, si usted estaba sentado en la gradería de en frente.
Algunos candidatos gastaron los nervios de entrada con sus teléfonos celulares o haciendo anotaciones en hojas blancas. Pitó el árbitro, comenzó el juego.
La noche inició con un primer bloque de preguntas sobre el tema de infraestructura. Shirley Saborío, exdirectora ejecutiva de la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (Uccaep), fue la encargada de moderar la discusión, y aportar con autoridad, un necesario balance de género en un escenario comandado por hombres, porque así está la oferta electoral para el 2018.
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Las respuestas fueron llegando. Los candidatos sin excepción trajeron a la mesa los proyectos de siempre: la ampliación de la ruta 32, la conclusión del tramo norte de Circunvalación, la modernización de la ruta 27, la necesaria renovación de la vía entre San José y San Ramón. Apoyaron lo que antes ha impulsado el Grupo Consenso, etcétera, etcétera.
Las propuestas llegaban tan rápido, tan comprimidas en respuestas de un minuto y medio, tan sueltas, que se perdían en la mente de quienes ponían atención al debate. Incluso era difícil tomar nota de cada una de ellas.
Así transcurrieron los seis bloques del debate, poco a poco fueron gastando las preguntas y sus réplicas, sobre seguridad, desempleo, educación, comercio, y productividad.
Las respuestas de los candidatos se convirtieron a lo largo de la noche en un mar de propuestas con un centímetro de profundidad cada una de ellas. Culpa del tiempo que los limitaba, culpa de sus largas respuestas, culpa de enfocarse en un par de ideas y dejar las otras sueltas al aire. Habrá que ver más debates para encontrar un buen culpable, o al menos una excusa.
Vinieron los dichos. Por supuesto que sí. Piza citó varios que ya se le habían escapado en los debates de la campaña anterior cuando sus contrincantes eran otros, en cuenta el actual presidente Luis Guillermo Solís.
“Hay que quitarle palos a la carreta”, tal problema “es la madre del cordero”, “gobernar es lo que se hace mientras los demás dicen que no se puede”... Ahí fueron saliendo los dichos a lo largo de la noche.
Guevara en cambio, apostó por un estilo calcado en cada una de sus respuestas: La auto entrevista. Iniciaba sus intervenciones formulándose una pregunta a la que luego le daba respuesta. Hacía las pausas en el momento justo, eso denota, las cinco campañas de experiencia que acumula el candidato libertario.
Alvarado no dudo en pedir réplicas para interpelar directamente a Juan Diego Castro, pero el tono fue directo y sin tintes de ataques. De hecho, no hubo ataques en toda la noche, los candidatos se guardaron respeto, como quien mide a su rival a manera de estudio, antes de golpear en sus puntos débiles.
Castro por su parte mantuvo el tono característico de su campaña, con una fuerte oferta de reformas, cierres de instituciones para refundirlas en otras, y la reducción de todas las penas a la mitad, para los criminales.
Edgardo Araya fue quizá, el candidato que se atrevió a ir un poco más allá en materia de ataques y comentarios “picantes”, dos veces dijo que le daba pena escuchar las propuestas de los aspirantes presidenciales porque eran lo mismo de siempre. “Estos candidatos ya han estado en partidos que tuvieron la oportunidad de gobernar y dicen que van a hacer cosas que antes no han hecho”.
Antonio Álvarez evitó las preguntas a los otros candidatos, en sus tres réplicas se dedicó a profundizar un poco más en las propuestas que había explicado previamente, y destacó varios proyectos que impulsó desde la presidencia de la Asamblea Legislativa.
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Hasta las 7:20 p.m. apareció la primera alusión al caso del cemento chino en un comentario de Juan Diego Castro, luego el tema permaneció inerte hasta una hora más tarde, cuando Araya sentenció que los “partidos de siempre, nos embarraron ahora de cemento, pero antes de otras cosas como la trocha y diversos actos de corrupción”.
Hubo muchas propuestas sobre diferentes temas, un mar de hechos, todas apenas citadas. Sorprendió sobremanera que el problema más importante del país y de seguro el más impopular en campaña, el déficit fiscal, no tuviera un bloque especial dentro del debate, y tampoco se abrió la oportunidad para escuchar las propuestas de los candidatos sobre este tema.
Tampoco hubo propuestas sobre planes de política cambiaria, posiciones sobre la aprobación del impuesto al valor agregado (IVA), o ideas para contener el crecimiento del gasto corriente en el Gobierno. El déficit fiscal y sus posibles soluciones, fue sin duda el gran ausente de la noche.
Las baterías de cada candidato tuvieron que esperar hasta el final para aplaudir, por una orden expresa de la moderadora. Los asistentes querían ver este termómetro. Álvarez, Castro y Piza, lideraron en cantidad de simpatizantes y también de asesores y equipo de apoyo que les acompañaba. Los vítores fueron mucho más modestos para Alvarado, Guevara y Araya.
Un momento curioso de la noche fue cuando Castro hizo su cierre –en un minuto– y empezó con la frase “cuando la banda presidencial cubra mi pecho el próximo 8 de mayo...” y un grupo de asistentes levantó la voz para pedir que eso no sucediera, a lo que el candidato del PIN respondió: “Que pachucos, ya se habían tardado más bien”.
Al cierre del debate los periodistas ya estaban listos con sus micrófonos y grabadoras para pedir sus impresiones a los candidatos. La atención, sin ninguna duda, se centró sobre Álvarez. Mientras el intercambio de ideas transcurría, la noticia de los mensajes que envío Víctor Hugo Víquez a la expresidenta de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), Vanessa Rosales, para decirle que Juan Carlos Bolaños ayudaba al PLN, estaba a punto de ebullición.
Álvarez Desanti sorteó a los medios diciendo que quería estudiar el caso y conversar con el aspirante a diputado antes de emitir un criterio.
Al final, los aspirantes presidenciales –algunos de ellos– intercambiaron saludos, se estrecharon las manos, y pusieron punto final, a un debate, que si tuviera que compararse con un partido de fútbol, se podría calificar como un encuentro de trámite, uno que permitió medir poderes y ver debilidades.