Cuando los diputados Óscar López y Ottón Solís presentaron sus candidaturas a la presidencia de la Asamblea Legislativa hace dos semanas, las justificaron al decir que en el año preelectoral “todo se paraliza”. Tampoco es extraño escuchar entre los legisladores discursos sobre la supuesta parálisis del Congreso frente a inminente campaña electoral.
Empero, contra todo pronóstico, el estereotipo de la baja productividad parlamentaria en el año preelectoral es falso. De hecho, el cuarto o último año suele ser el más productivo en la aprobación de leyes en la Asamblea.
Entre el barullo electoral y el disparado ausentismo del último año, los diputados aprovechan los últimos meses en la Asamblea para dar luz verde a nuevas iniciativas: las suyas.
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Más leyes... de los diputados
El último año en la Asamblea aparece como el más productivo, si se valora a partir de la cantidad de proyectos aprobados en Plenario. Ese periodo fue el más destacado para las administraciones de Rodríguez, Pacheco y Arias, y el segundo más provechoso para el gobierno de Chinchilla.
Eso sí, el aumento en la aprobación de leyes no implica que los textos del Gobierno logren tener un mejor ambiente en la Asamblea. En realidad, en el último año los diputados aumentan la aprobación de sus propios proyectos, y disminuyen proporcionalmente el apoyo que brindan a las propuestas que han sido enviadas desde el Gobierno.
A pesar del aumento en la productividad, ese periodo suele ser uno de los menos exitosos para la aprobación de las iniciativas gubernamentales. Es decir, se enfatiza solo el cierre de los textos de interés de los diputados.
El exdiputado (1994-1998) y expresidente del Congreso (2006-2010) Francisco Antonio Pacheco explica la tendencia.
“No me extraña: así lo he vivido. Al sentir los diputados que ya se va a terminar el periodo, hay una solidaridad mayor entre ellos. Se podría pensar que hay una radicalización por las elecciones, pero aún cuando ocurre eso en algunos aspectos, en otros muchos no”, asegura.
Por ejemplo, según Pacheco, el acercamiento del final de la gestión parlamentaria puede provocar que los diputados comiencen a perder influencia en sus partidos políticos. Cuando se sienten “más marginados”, procuran generar alianzas para poder potenciar sus propios proyectos.
No hay reglas generales, pero el último año no tiene que ser improductivo. Los legisladores ya han forjado amistades y desarrollar alianzas es más fácil, argumenta Pacheco. Además, es natural que el legislador busque los medios para encontrar un mayor reconocimiento por su labor.
LEA: La 'receta' para que un proyecto se convierta en LeyFernando Campos, director del departamento de Servicios Técnicos en la Asamblea, respalda la observación.
“Desde el punto de vista estrictamente técnico puede verse un aumento porque se llegan a muchos acuerdos, la mayoría de ellos relacionados con temas de las comunidades”, dice.
El investigador del Programa del Estado de la Nación, Steffan Gómez, agrega algunas precisiones sobre el tema.
Es cierto que los diputados impulsan con más fuerza sus agendas hacia el último año (fenómeno tan frecuente en otros países), pero los resultados también podrían estar afectados por dinámicas particulares de cada legislatura. Por ejemplo, los primeros años de los gobiernos de Arias y Chinchilla priorizaron agendas específicas (el Tratado de Libre Comercio con EE. UU. o el Plan Fiscal) que, tras ser discutidos, permitieron ampliar la agenda de debate parlamentario.
Las cruces del año preelectoral
No obstante, el año preelectoral tiene sus nudos en el ejercicio parlamentario. El más clásico de ellos es el ausentismo: el jueves 9 de marzo se rompió el quórum por falta de diputados para la sesión del Plenario.
Aunque el reglamento impide a los legisladores cobrar su dieta por ausencias injustificadas, las ausencias pueden bloquear la Asamblea ante la imposibilidad de sesionar.
“(En ese último año) vemos siempre ahorros importantes por los rebajos en dietas”, corrobora el director ejecutivo de la Asamblea, Antonio Ayales.
Hay otros elementos propios del ambiente preelectoral, como el bloqueo a iniciativas polémicas o el extensivo uso de la palabra que pueden hacer los diputados.
El último año para Solís...
Esos componentes, sin embargo, no son ajenos al resto de los años. “En la Asamblea el tema electoral siempre va a estar”, dice Sergio Alfaro, ministro de la Presidencia y exdiputado. “En el último año crece en magnitud y es muy posible que las agendas más polémicas no se adelanten, pero también es posible que las otras menos polémicas caminen”.
La influencia electoral puede, sin embargo, configurar nuevas perspectivas. Por ejemplo, la posibilidad de que la oposición pueda llegar al gobierno puede provocar que algunos reconsideren sus posturas en el tema fiscal.
“Sin duda”, dice Alfaro. “Cualquiera que quiera gobernar va a querer empezar sin la necesidad de entrar de lleno al tema”.
Para Alfaro, en un panorama multipartidista, es necesario que el Ejecutivo también evalúe apoyar proyectos de interés planteados por diputados, a fin de generar confianzas y abrir el diálogo.
Sin embargo, el Gobierno también se plantea sus propias prioridades para el último año. Además del tema fiscal, el Ejecutivo cree que los temas de seguridad (que incluyen la transformación de la Dirección de Inteligencia y Seguridad, la reforma a la ley de estupefacientes y la ley para policías municipales, entre otros) podrían tener una salida sin verse muy afectados por el tiempo electoral.
Otro eje está ligado al proceso de integración del país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Costa Rica pretende cerrar la primera etapa del proceso de ingreso antes de mayo del 2018 y la Asamblea deberá aprobar proyectos como la Convención para combatir la corrupción entre servidores públicos, o un texto que permite crear una “autoridad sobre la competencia”.
Solo queda esperar y ver si las picadas aguas electorales permiten a la agenda abrirse camino.