El acuerdo histórico que el 12 de diciembre sellaron 195 países en una cuestión tan trascendental como cambiar el paradigma del desarrollo en el mundo es resultado de un esfuerzo diplomático sin precedentes, así como de la astucia y capacidad táctica de varios personajes claves.
El primero que decide asumir la aventurada hazaña de intentar poner de acuerdo a cerca de doscientas naciones con intereses contrapuestos tras el devastador fracaso de la cumbre del clima de Copenhague (2009) fue el presidente francés, François Hollande, que elige con gran tino a las dos personas para liderarán esta gesta.
Frente a la costumbre de designar como presidente de la COP al ministro del ramo, Hollande opta por su titular de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, conocido por su sangre fría, para liderar la cumbre de París, apoyado por Laurence Tubiana, una diplomática implicada en las negociaciones del clima desde Kioto (1997).
Tubiana, peso a su aspecto menudo y frágil, es una mujer fuerte con un profundo conocimiento de los complejos actores involucrados en la diplomacia climática y de sus sensibilidades, muy valorada y respetada por los mismos por su capacidad de escucha.
Pese al esfuerzo y la convicción de Francia, el acuerdo no hubiera sido posible sin el impulso recibido por líderes globales como los de Estados Unidos, China, la India o Alemania, que captaron que luchar contra el calentamiento no es una cuestión sectorial y medioambiental, sino transversal, que afecta a todas las políticas.
Cada uno tenía sus razones: Barack Obama llegó a la Casa Blanca comprometiéndose a combatir "la mayor amenaza que pesa sobre las generaciones futuras" y no quería dejarla sin un pacto; y el primer ministro indio, Narendra Modi, es muy consciente de que necesita el apoyo financiero para alumbrar con renovables al 20 % de su población sin acceso a la electricidad.
LEA TAMBIÉN: Acuerdo de París: un arduo camino que apenas comienza
Tampoco hay que olvidar a la secretaria de la convención de cambio climático de la ONU, Christiana Figueres, que asumió el puesto seis meses después de que el fracaso de Copenhague pusiera seriamente en duda la capacidad de las Naciones Unidas como marco de entendimiento de los países en esta cuestión.
Para trasladar con fuerza el mensaje de que era "el momento" del acuerdo la costarricense se ha rodeado, en la sombra, de un equipo de 10 influyentes personalidades de todo el mundo, entre ellos el expresidente de México Felipe Calderón, o la ex secretaria de Estado española de cambio climático, Teresa Ribera, hoy parte de la delegación francesa y clave en las negociaciones con Latinoamérica.
Cuando llega la hora de la verdad y arranca la reunión de París, Francia demuestra haber aprendido de manera sobresaliente de los errores de Copenhague, y dirige las negociaciones con una transparencia sin precedentes.La primera semana deja hacer a los negociadores, y en el segmento de alto nivel Fabius se inventa un órgano llamado Comité de París compuesto de 14 ministros para facilitar y liderar las negociaciones.
Los ministros no estaban nombrados al azar, sino escogidos con astucia entre los países que más resistencia ofrecían en algunos puntos, como Arabia Saudí, Venezuela, Bolivia o Brasil. Con esta jugada maestra neutraliza a los principales agentes de discordia y hace pesar sobre sus hombros la responsabilidad de resolver los desencuentros.
El pasado jueves, cuando se acerca la hora del acuerdo y los países escenifican sus posturas más duras, Fabius decide inteligentemente dar el viernes como día de reflexión, recibir en su despacho a todos y posponer al sábado el acuerdo.A las 11.30 (10.20 GMT) del sábado, un flamante Fabius entra en el plenario a presentar el acuerdo en medio de la ovación de los presentes, lo que demostraba que los países habían visto el texto final de consenso que Francia terminó de redactar a las 06.30 (05.30 GMT) y que lo aceptaban.
Francia da seis horas para que el documento sea traducido a los idiomas oficiales de la ONU y revisado por los juristas y convoca un plenario para su aprobación a las 17.30 (16.30 GMT).
Fabius se sienta puntual a presidirlo pero Tubiana se acerca a levantarlo y el plenario, de bote en bote, se mantiene parado y en vilo durante dos horas que pudieron truncar el acuerdo. Estados Unidos había advertido de que la versión inglesa del texto contenía un error de traducción respecto a lo acordado, y que donde decía que las naciones desarrolladas "deben" seguir encabezando los esfuerzos de reducción de emisiones tendría que haber figurado un condicional: "deberían".
Nicaragua -uno de los solo nueve países que no han presentado objetivos de contribución nacional en la lucha contra el cambio climático- indicó que se negaba a aceptar el cambio y que pensaba bloquear el acuerdo.
La obstrucción de Nicaragua hubiera mandado al traste el pacto, que obligatoriamente debía aprobarse por consenso, si no fuera porque el resto de países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA, (Venezuela, Ecuador, Bolivia o Cuba) le dejaron sola.
Al verse acorralada, Nicaragua decide abandonar el bloqueo y, dos horas después de lo previsto, Fabius toma posesión del estrado para dar un rápido martillazo y fundirse en un fuerte abrazo a tres con Tubiana y Figueres, mientras gran parte de los presentes mostraban su emoción.