En el 2050, Costa Rica será un país lleno de canas y la economía ya no podrá moverse sin ellas.
La nueva estructura poblacional amenaza los sistemas tradicionales de salud y pensiones pero también es una oportunidad para que otras industrias comiencen a prepararse.
Ya Costa Rica empieza a presentar los primeros signos de la edad de sus habitantes.
En el 2018, la proporción de población “dependiente” de otros habitantes volverá a aumentar.
Es un fenómeno que vivimos por última vez hace seis décadas por la cantidad de niños que estaban naciendo en aquella época. Ahora, se reactiva por la cantidad de adultos mayores que ya estamos cosechando.
Ello es fruto de los altos índices de salud del país y la disminución en la cantidad de hogares que han decidido tener más de un niño. Para un país, estos indicadores demuestran desarrollo.
El nuevo panorama demográfico obligará a la industria a adaptarse a la vejez predominante de los habitantes para que la economía continúe creciendo.
La banca es uno de los sectores con grandes posibilidades si logra atraer, desde ya, el interés de la Población Económicamente Activa (PEA).En el presente, el éxito estará en atraer a una generación que se aleja cada vez más de los métodos de financiamiento y ahorro tradicional y busca sus oportunidades en Internet, con préstamos e inversiones entre pares (sin intermediarios).
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Son jóvenes que, cada vez más, buscan insertarse en mercados laborales informales y flexibles, potenciados por las plataformas tecnológicas.
En el futuro, el reto será innovar en productos y adaptar el servicio para los adultos mayores, asume la Asociación Bancaria Costarricense (ABC).
De hecho, en Estados Unidos, los bancos ya están aplicando este consejo, dando servicios como las hipotecas en reversa: el ente le paga una cuota a los pobladores mayores y recogen sus propiedades cuando fallecen.
Si esos adultos que trabajan hoy logran ahorrar, la industria del entretenimiento, del cuido y de la salud tendrán un aporte importante en la economía, cree el demógrafo Gilbert Brenes.
¿Cómo lo logramos?
Que un joven maneje Uber para pagarse la universidad no es un problema futuro siempre que el Estado logre que ese muchacho pague sus cuotas del seguro y cotice para una pensión.
El golpe que está por propinarnos la demografía se puede aliviar a través de una palabra: “formalización”. Pero no suena fácil.
Hay dos pilares fundamentales que hoy están escondidos tras cristales empañados: las mujeres trabajadoras y los migrantes.
Las mujeres dominan el 70% de las decisiones de compra a nivel mundial según el Fondo Monetario Internacional.
En el país, el cuido retiene a muchas de ellas en casa. Principalmente, a las más pobres.
Para Brenes, lograr que las mujeres se inserten en el mercado laboral con condiciones como las de los hombres es determinante. Si eso pasa, habrá más mujeres produciendo y eso aliviará la falta de personas jóvenes.
Con ello deben convivir y potenciarse las políticas que le den posibilidades de cuido dentro o cerca de los centros de trabajo.
Sobre los trabajadores migrantes también se ciernen las esperanzas de la demografía nacional. Son ellos quienes han logrado extender el bono demográfico durante más tiempo, y quienes podrán sostener los regímenes de pensiones en el futuro si el Estado logra insertarlos en el sector formal, explicó Brenes.
Proteger los derechos de estas personas tampoco es sencillo. Implica, por ejemplo, que sus patronos gasten más en más cargas sociales y eso podría afectar la economía en el corto plazo.
La disyuntiva en general, está precisamente allí: sostener la economía con el empleo informal no es tan malo para la activación del presente como la del futuro.
Es lo mismo para cada uno de los habitantes del mundo. Si logran llevar un ritmo de vida saludable, ahorrar el Fondo de Capitalización Laboral y no fumar, por ejemplo, el panorama oscuro que pinta la demografía no estará escrito en piedra.
Problema arrastrado
Por cada diez personas en edad de trabajar (entre 15 y 64 años), casi seis serán tan niños o tan mayores que tendrán que depender de otros, indican las proyecciones del Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica (CCP).
Esa transición de cabellera está de moda en el mundo, con fuertes consecuencias para las industrias y el país no se queda atrás en evolución y preocupación.
Para estimular la economía, hace falta gente que la mueva y las mujeres de hoy parecen estar menos interesadas en ocupar su útero para que los países logren ese propósito.
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La tasa de reemplazo de la población llegó a 2,1 niños por mujer en Costa Rica y, aunque la población todavía no se encogerá, su crecimiento ya empezó a desacelerarse, dijo la semana pasada el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos en su Panorama Demográfico.
Si estas condiciones se mantienen, en el 2035 el CCP proyecta un cruce de líneas: será el año en que el país tendrá igual número de adultos mayores que de niños entre los 0 y los 15 años.
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La campana ya suena
La base de la pirámide poblacional ya no es capaz de sostener a la estructura y los demógrafos del mundo la rebautizaron con el nombre de “campana”. Una metáfora para evidenciar sus preocupaciones.
Costa Rica no se escapa de la tendencia: al país se le pasó el tiempo para aprovechar la gran proporción de Población Económicamente Activa (PEA) de la que disfrutó durante la mayoría de las dos décadas pasadas.
La diferencia entre la tasa de crecimiento potencial de trabajo menos la del consumo resultaba en un “bono demográfico” creciente durante estos 20 años.
Ese bono del que tanto hablaron los especialistas (y con el que poco hicieron los gobiernos) se acaba en el 2018 sin remedio.
Con el desvanecimiento de la PEA se abren paso las preguntas. Quién mantendrá a los pensionados del futuro es una de las más incendiarias.
En este momento, lo que un trabajador aporta al sistema de pensiones no asegura su sustento del futuro: se utiliza para mantener a los pensionados del presente.
Los estudios, unos más fuertes que otros en sus conclusiones, muestran que no llegaremos al 2050 sin que los sistemas de pensiones entren en peligro, siempre que no se tomen medidas igualmente agresivas en el corto o mediano plazo.
De todos los males, este es el mayor, no solo porque los adultos mayores necesitan de ese dinero para sobrevivir sino porque ellos serán cada vez más y quienes los sostengan serán cada vez menos.
La presión está sobre los hombros de los directivos de las instituciones más pesadas y sobre las decisiones que tomen los políticos de turno.
El problema es que esas decisiones suelen tener un clima adverso pues perjudican a grupos con poder y con interés en que la situación no cambie.
“Si es cierto que las condiciones actuales se diseñaron pensando en un mundo diferente al de ahora y eso requiere de una flexibilidad de las instituciones de estar constante modificando las reglas”, explicó Álvaro Ramos, jerarca de la Superintendencia de Pensiones (Supen).
¿Y ahora?
Los demógrafos y economistas ya vienen resignados desde hace un quinquenio a que los gobiernos anteriores no aprovecharon el bono demográfico.
Ahora lo que proponen es un puñado de medidas para apagar el incendio.
Los mayores de 65 del futuro habrán tenido más oportunidades para atender su salud de manera temprana que los del presente. Por ende, calcula Ramos, tendrán más vida para trabajar.
Que la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) restrinja, como lo hizo, la jubilación adelantada es una buena señal para los especialistas.
También la discusión que ha encendido la Supen sobre el aumento en el aporte y el recorte en los beneficios de los futuros pensionados de algunas instituciones estatales.
“El país sí está dándose cuenta y tomando decisiones (pero todo se hace a paso lento)”, dijo el demógrafo del CCP, Gilbert Brenes.
No hay soluciones mágicas.
Viejos pero jóvenes
¿De qué color vamos a teñirle las canas al país? En buena parte, eso dependerá de las políticas públicas que impulse el Estado ya, pero también de cómo se comporten las industrias y el comercio.
El nuevo panorama no es necesariamente oscuro: si las personas mayores pueden trabajar más años (porque están más saludables) también tendrán su cuota de responsabilidad en mover la economía.
De hecho, ya lo hacen. Una investigación del demógrafo Luis Rosero y la economista Pamela Jiménez prueba que al menos un 40% de los gastos de la población adulta mayor son financiados por ellos mismos con sus ahorros y con su propio trabajo.
El Estado, entonces, debe impulsar medidas para lograr que las ciudades sean cada vez más accesibles para personas con capacidades disminuidas de visión o de movilidad. Características que aparecen con la edad, peroque no necesariamente incapacitan.
Si se quiere que los mayores continúen en el mercado laboral durante más tiempo en el futuro, esas modificaciones tienen que empezar desde hoy.
El Estado también debe movilizar al equipo humano en salud hacia especialidades relacionadas con la atención de adultos mayores, opinó Cristian Vargas, del Fondo de Población de Naciones Unidas en Costa Rica.
La educación es otro de los sectores que puede virar su rumbo en un futuro cercano, principalmente a partir del 2035, cuando comience a disminuir la proporción de niños.
“Menos población en edades de primaria o secundaria nos dará margen para que, desde el ministerio (de Educación Pública), se pueda atender a una población vulnerable”, dijo el exministro de educación Leonardo Garnier.