Reynosa, México.- Agitando los brazos y blandiendo una larga picana eléctrica, rancheros y conductores arrean a cerca de 400 terneros hacía los vehículos, justo cuando el sol se asoma en las afueras de esta ciudad fronteriza mexicana. Después de haber pasado sus primeros ocho meses en los ranchos de Gildardo López Hinojosa, los animales están a punto de cruzar la frontera, con destino a Texas y luego a corrales de engorda en Estados Unidos.
En uno de los tres puentes internacionales que conectan a Reynosa con Texas, podrían cruzarse con los cargamentos de carne procesada de res y pollo que López importa de Estados Unidos para sus cadenas locales de carnicerías y restaurantes de pollo frito. Dice que le pagan un mejor precio por sus becerros en Estados Unidos y que le resulta más barato importar el pollo procesado en Estados Unidos que el pollo traído del interior de México.
López ha estado vendiendo terneros y comprando carne procesada a través de la frontera desde que entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta por sus siglas en inglés) , la base de gran parte del comercio anual por $500.000 millones entre Estados Unidos y México.
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Trump ha dicho que el Nafta, necesita ser renegociado o desechado por completo. En sus propias palabras, el pacto vigente desde 1994 ha sido " un acuerdo comercial catastrófico para Estados Unidos".
Pero la realidad es mucho más complicada, especialmente en la frontera, donde las comunidades viven una economía compartida que puede verse afectada por acciones o por palabras en cualquiera de ambos países.
"Es mentira lo que de repente tratan de decir que NAFTA no funcionó", aseguró Rafael Garduño Rivera, un economista del Centro de Investigación y Docencia Económicas en Aguascalientes, quien estudia los impactos del acuerdo. "La verdad que sí funcionó y bastante bien y para ambos lados y en varias áreas. Como todo, hubo perdedores y ganadores, eso sí".
Las maquiladoras, como se conoce a las plantas de montaje mexicanas, son las que reciben más atención. Producen de todo, desde televisores de pantalla plana y lavadoras hasta componentes para automóviles que pueden cruzar las fronteras una decena de veces antes de que un coche salga de la línea de montaje en Michigan.
Sin embargo, los minoristas de Estados Unidos –tanto las tiendas de descuento en el centro de las ciudades como las tiendas y centros comerciales de gama alta– también dependen de los consumidores mexicanos, especialmente aquellos cuyos trabajos en las ciudades fronterizas mexicanas les permiten comprar en Estados Unidos.
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Durante casi 25 años, López ha estado enviando vacas a Estados Unidos e importando carne a México. Tres días a la semana carga entre cuatro y seis remolques con sus vacas jóvenes y los envía a través del puente que conecta Reynosa con Pharr, en Texas. Una vez autorizados por los veterinarios del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA por sus siglas en inglés) , compradores de Texas, Arizona o incluso de lugares cercanos a la frontera con Canadá adquieren sus vacas. Después de esa venta inicial, López no sabe adónde van a parar.
En teoría, algunas podrían volver a sus manos, entre las 25 toneladas de carne procesada de vacuno que importa de Estados Unidos cada semana para sus carnicerías. Le compra a los grandes procesadores de carne como IBP, National Beef y Supreme Beef, donde encuentre el mejor precio.
Los terneros de López crean empleos en los mataderos y las plantas de procesamiento de carne en Estados Unidos. El pollo estadounidense que compra, además de ser más barato, le permite darle más empleos a mexicanos en sus restaurantes. Entre todos sus negocios calcula que da empleo a unas 400 personas.
Cerca de 5 millones de empleos en Estados Unidos dependen del comercio bilateral, según un estudio publicado el año pasado por el Wilson Center Mexico Institute, un centro de análisis con sede en Washington DC.
"Tanto los Estados Unidos dependen de México como México depende de los Estados Unidos", dijo López.
Al otro lado de la frontera, en McAllen, Texas, Monica Weisberg-Stewart lo sabe tan bien como cualquiera. Su familia manejó tiendas de descuento en la frontera durante más de 60 años, antes de tomar la decisión, hace un par de años, de cerrar sus negocios. Ahora Weisberg-Stewart arrienda sus propiedades a otros negocios.
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La economía fronteriza está tan interconectada que toda decisión en cualquiera de los dos países puede tener consecuencias nefastas. Por ejemplo, ella recordó cuando Estados Unidos comenzó a requerir un visado nuevo y más caro para los mexicanos que cruzaban a las ciudades de Estados Unidos fronterizas con México.
"Borró a todo un grupo socioeconómico que venía a diario a comprar alimentos, leche y productos, simplemente sus mercancías diarias", dijo. "Si México no viene y México no hace compras, nos afecta".
Los residentes fronterizos de ambos países dicen que eso ya está sucediendo de nuevo. Un peso mexicano debilitado ha sido uno de los factores principales, aunque también la retórica poco acogedora y el temor a cómo serán recibidos.
Varios cientos de kilómetros río arriba desde Reynosa, Lidia González estaba sentada bajo la sombra en El Porvenir, donde señoras suelen vender una vez a la semana ropa usada comprada en El Paso, Texas. "Toda es de segunda porque la gente no puede comprar nuevo", explicó González. "A nosotros nos va bien. De allí comemos".
Pero estaba angustiada porque quien le vendía la mercancía había dejado de venir. Dijo que los agentes de aduana mexicanos súbitamente empezaron a hostigar al comprador, que según ella es por el deterioro en las relaciones entre los dos países.
González tiene una visa que le permite cruzar la frontera, pero la última vez que fue le pareció que los agentes estadounidenses la interrogaban más de lo normal. Por ahora ha dejado de cruzar, por miedo a que le quiten la visa.
Justo al oeste de El Paso, Marisela Sandoval, de 39 años y de Sunland Park, Nuevo México, dijo que en su empleo en Wal-Mart, ha visto menos migrantes como González.
Sandoval dijo que ha disminuido la presencia de compradores mexicanos y que por ende las ventas en la tienda han disminuido mucho.
"Es por el dólar y por el ánimo hacia Trump, todas las cosas que él decía", dijo Sandoval. "La gente tiene miedo porque en el puente le exigían firmar un papel diciendo que les quitarían la visa, así que tenían medio de ir".
La debilidad del peso mexicano puso fin a los viajes de Gilberto Lozoya para ir de compras en Laredo, Texas.
Lozoya, de 24 años, lleva cuatro años trabajando en maquiladoras en Nuevo Laredo.
Ahora trabaja como ingeniero en una fábrica de válvulas de gas y termostatos, pero es ambicioso y desea avanzar.
De noche estudia inglés, sabiendo que así podría avanzar en muchas maquiladoras de propiedad extranjera, como por ejemplo Robertshaw, la empresa con sede en Illinois para la que trabaja ahora.
Antes cruzaba a Laredo para comprar útiles escolares que no conseguía a su lado de la frontera, pero la fortaleza del dólar lo hace todo muy caro. Muchos obreros en las maquiladoras ganan entre $50 y $60 la semana, y tienen que trabajar horas extra para poder cuadrar las cuentas, dijo.
Si se llegan a perder los empleos de maquilas, Lozoya teme que los desempleados se incorporarán a las bandas narcotraficantes que controlan Nuevo Laredo. Pero por ahora no hay nada claro. "Hasta ahorita no sabemos en qué situación estamos y qué vaya a decir este nuevo presidente que nos vaya a afectar a nosotros".