Para aquellos que están preocupados por la economía mundial, China ha sido una de las razones para estar intranquilo.
Su sistema financiero funciona debajo de una montaña de préstamos, mientras el crecimiento lento ha provocado que muchas personas y empresas chinas hayan mudado su dinero al extranjero en años recientes.
Este país sigue enfrentando una deuda considerable y un crecimiento lento. Sin embargo, incluso algunos detractores señalan que el país ha encontrado la manera de contener sus problemas… al menos por ahora.
En parte, este pronóstico favorecedor se refleja en la moneda de China. El valor del renminbi se ha disparado en semanas recientes, gracias al aumento en la confianza de las expectativas económicas del país y al impulso político para lograr la estabilidad.
El 11 de setiembre, Pekín estableció el valor de la moneda en el nivel más sólido en casi año y medio. A pesar de que China mantiene firme el valor de su moneda, el interés de los inversionistas en el renminbi ayuda a fortalecerlo.
Otras señales apuntan a que China ha mantenido el rumbo después de que hace dos años una crisis del mercado de valores y la devaluación sorpresiva de la moneda golpearon el mundo financiero y exhibieron los problemas a largo plazo del país.
Las estadísticas económicas de China sugieren que, aunque no es tan impresionante como antes, el crecimiento continúa a un paso constante. Su mercado de valores está en ascenso de nuevo.
Por supuesto que China no ha resuelto sus problemas. Sin embargo, los inversionistas y economistas aseguran que los esfuerzos que ha realizado para mantener la economía bajo control han restaurado un poco la fe en la administración económica del país. En una muestra de autoconfianza, el fin de semana el gobierno eliminó dos políticas que hacían más caro para los inversionistas apostar en contra del renminbi, medidas que adoptaron después de que el dinero comenzó a salir del país hace dos años.
“Tal vez China es el cisne negro y todo lo que sabemos no sea aplicable en este país asiático”, señaló Zhu Ning, un economista de la Universidad Tsinghua que publicó un libro el año pasado en el que criticaba la forma en que el gobierno ha manejado la creciente deuda bancaria.
La moneda, una de las formas más importantes para controlar la economía que utiliza el gobierno, es un calibrador de la salud del país y una fuente de tensión para Estados Unidos y otros socios comerciales. Conforme creció la economía, el renminbi se fortaleció. Cuando en años recientes el crecimiento flaqueó, grandes cantidades de dinero salieron del país, lo que puso presión sobre la moneda. Las subidas y bajadas de la moneda favorecen las preocupaciones sobre la deuda.
China dependió de una gran corriente de préstamos para impulsar su economía después de la crisis financiera global de hace casi una década.
Aunque la estrategia funcionó, provocó que China llegara a niveles similares de deuda —relativos al tamaño de su economía— a los de Estados Unidos y otros países desarrollados. Lo hizo en un periodo extremadamente corto, lo cual encendió las alarmas en Wall Street y otros sitios.
Medidas cortoplacistas
En mayo pasado, Moody’s Investors Service, una firma de calificaciones de riesgo, bajó su calificación crediticia a la deuda del país, con el argumento de que la racha de gasto de China dañaría el crecimiento a largo plazo. La devaluación de la moneda y la crisis del mercado en 2015 también redujeron la confianza en Pekín.
Desde entonces, las autoridades han tomado una serie de medidas que parecen mantener a raya los problemas a corto plazo, aunque harán muy poco a favor del largo plazo.
Pekín ha limitado de forma estricta la cantidad de dinero que puede salir del país y ha restringido las compras corporativas que cada vez más líderes chinos consideraban derrochadoras.
El mercado de valores ha comenzado a recuperarse de su derrota de hace dos años, a medida que los precios en aumento de los bienes raíces tranquilizan a los inversionistas respecto de la salud de los desarrolladores de China y el crecimiento económico sugiere que podrían aumentar las utilidades corporativas.
Charlene Chu, analista de China de Autonomous Research, una empresa global que asesora fondos de cobertura y otros administradores internacionales de dinero, lleva mucho tiempo preocupada de que la acumulación de deuda de su país se haya vuelto insostenible. Afirmó que en este momento Pekín tiene la capacidad de posponer sus problemas.
“Lo que me tranquiliza en este momento es que no hay ningún participante independiente aquí”, señaló Chu. “No hay ningún banco que vaya a decir en noviembre que ‘el pronóstico de nuestra economía no es bueno: vamos a contraer nuestro libro de préstamos’. Pueden seguir sin rumbo un tiempo”.
No obstante, Chu y otros más perciben los esfuerzos de Pekín como recursos temporales: si no se ocupa de solucionar su deuda, China se arriesga a sufrir un periodo largo de crecimiento lento, como sucedió en Japón. Algunos indicadores económicos sugieren que el crecimiento de China comenzará a desacelerarse en la segunda mitad de este año.
Después de haber caído a casi 7 renminbi por un dólar a finales del año pasado, la moneda se ha recuperado. La mañana del lunes, el banco central de China estableció que la moneda tenía una ligera recuperación de 6,5 por cada dólar por primera vez desde mayo de 2016.
“El mercado ha cambiado de manera significativa su tendencia a la baja” respecto de la moneda china, aseguró Zhou Hao, un economista de la oficina de Commerzbank en Singapur.
Otras fluctuaciones —en especial el dólar estadounidense— están contribuyendo al fortalecimiento del renminbi. El dólar se ha debilitado debido a que la Reserva Federal se ha demorado en aumentar las tasas porque la economía de EE. UU. ha crecido con un poco menos de fuerza de la que se esperaba y porque la inflación en particular no ha cumplido con las expectativas.
China puede obtener ganancias políticas al tener una moneda más fuerte. El presidente Trump ha acusado a Pekín de mantener débil su moneda artificialmente: una acusación que fue verdadera en el pasado pero no hoy.