Los devastadores problemas de contaminación de China empezaron aquí, en el campo carbonífero, donde legiones de trabajadores se afanaron y a menudo murieron para exhumar los ricos depósitos que alimentaron el tiznado ascenso del país hacia el poderío económico.
Hoy, estas llanuras lodosas albergan a un poderoso símbolo de la nueva ambición china: eludir a EE. UU. y consolidar su papel dominante en la energía limpia.
En un lago creado por el colapso de las minas de carbón abandonadas, China ha construido el proyecto solar flotante más grande del mundo, suficiente para suministrar iluminación y aire acondicionado a gran parte de una ciudad cercana. El gobierno provincial quiere ampliar el esfuerzo a más de 12 sitios, los cuales producirían colectivamente la misma cantidad de electricidad que un reactor nuclear comercial de tamaño completo.
El proyecto refleja el esfuerzo por reformar el orden mundial en la energía renovable a medida que Estados Unidos parte en retirada. Esa experiencia tecnológica formará la columna vertebral de la infraestructura necesaria para que los países cumplan sus metas climáticas, haciendo de China el socio energético favorito de muchas naciones.
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Los paneles solares a prueba de olas son una opción asequible para países hambrientos de electricidad. Delegaciones de Japón, Taiwán, Vietnam, Singapur y otras partes han acudido a estudiar el proyecto mientras el fabricante, Sungrow, se prepara para otorgar licencias de la tecnología para su venta en el extranjero.
Trump despejó el camino
China está capitalizando el vacío de liderazgo que quedó después de que el presidente Donald Trump dijo que retiraría a Estados Unidos del acuerdo de París para limitar el cambio climático.
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China ya ha empezado una costosa campaña nacionalmente y en el extranjero para consolidar su considerable dominio en la energía solar, eólica y otras empresas de ahorro de electricidad. Si tiene éxito, se quedaría con el botín económico y diplomático de que han disfrutado desde hace tiempo Estados Unidos y algunos países europeos por sus dominantes productoras de software , chips de computación y aviones.
La influencia de China quedó de manifiesto en Pekín este mes en la Ministerial de Energía Limpia, una reunión de destacados funcionarios de energía de dos docenas de países y la Unión Europea que representan a productores de tres cuartas partes de las emisiones de gases de invernadero del mundo. Los representantes estadounidenses reflejaron la profunda división del país.
Asistieron el secretario de Energía, Rick Perry, un entusiasta simpatizante de las industrias de combustibles fósiles, así como el gobernador de California, Jerry Brown, un abierto promotor de la energía renovable.
China es un improbable paladín en el combate al cambio climático. El país es el contaminador más grande del mundo, y sus problemas pudieran crecer a medida que la gente compre más autos y use más electricidad. Sigue siendo profundamente dependiente del carbón, una fuente de energía especialmente sucia.
Trabajadores de Sungrow conectan los paneles solares a una red especialmente diseñada de flotadores, convirtiendo el proyecto solar flotante más grande del mundo en un lago que fue creado por tierras que se derrumbaron en minas de carbón abandonadas, en Liulong, China. [side_to_side]
Y la competencia en las energías renovables no ha sido ganada. Estados Unidos y la Unión Europea acusan a Pekín de subsidiar injustamente a sus industrias verdes y han elevado las barreras comerciales contra los productos hechos en China. Compañías y gobiernos locales en Estados Unidos se proponen continuar su campaña por una energía limpia pese a la retirada de Trump del acuerdo de París.
Como con muchas cosas en China, la campaña por la energía limpia gira mucho más en torno de la ventaja económica, la seguridad nacional y la estabilidad política que de un compromiso idealista de salvar a la Tierra.
El programa “Hecho en China 2025”, meollo de la política industrial nacional de Pekín, establece un fuerte gasto en investigación y desarrollo de energía limpia, como una forma de estimular a la economía. Los bancos estatales están invirtiendo decenas de miles de millones de dólares cada año en tecnologías como la energía solar y eólica, junto con estrategias de conservación de energía como el tren de alta velocidad y las líneas de tren subterráneo.
“Un cinturón, una ruta”
El plan “Un cinturón, una ruta” de China —ofensiva mundial de un billón de dólares del presidente Xi Jinping para nutrir los lazos económicos y diplomáticos a través de la construcción de infraestructura— está destinado a financiar proyectos de energía limpia en Asia, incluyendo el Medio Oriente, el este de África y Europa Oriental. Los proyectos llevan a los países a comprar a las empresas chinas.
El gigante asiático ya domina en muchas tecnologías eléctricas bajas en la emisión de carbono. Produce dos tercios de los paneles solares del mundo y casi la mitad de las turbinas eólicas. También está ampliando rápidamente su flota de reactores nucleares y encabeza por mucho al mundo en energía hidroeléctrica.
“Es diferente de la energía tradicional, la cual está dominada por países occidentales”, dijo Li Tao, director técnico de JA Solar, el proveedor chino de los paneles de Sungrow. “China tiene la oportunidad de superar a los países occidentales en la nueva energía”.
Los sofocantes problemas de contaminación y las preocupaciones de que el ascenso de los niveles oceánicos pudieran devastar a ciudades costeras forzó a Pekín hace una década a empezar una campaña para encontrar soluciones verdes. Los gobiernos locales ofrecieron terrenos casi gratuitamente, y los bancos estatales distribuyeron enormes préstamos a tasas de interés muy bajas. En ocasiones, las agencias gubernamentales ayudaron a las empresas a pagar sus préstamos.
El carbón está recibiendo mucha menos atención. Aunque China sigue construyendo algunas plantas eléctricas alimentadas con carbón, ha cancelado planes para otras. Muchas de las existentes están operando muy por debajo de su capacidad.
“El carbón está acabado”, dijo Li Junfeng, un veterano funcionario especializado en energía renovable en la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, la principal agencia de planeación económica de China. “Cada año, se reducirá gradualmente, ciudad por ciudad”.
La campaña verde de China sigue en sus primeras etapas.
La industria solar emplea a más de un millón de trabajadores en todo, desde la producción de paneles para exportación hasta la instalación de los mismos nacionalmente, aunque la energía solar representa solo el 2 % de sus necesidades de electricidad. En comparación, China tiene cuatro millones de mineros carboníferos que suministran a las plantas de energía que generan el 70 % de la electricidad del país.
Pero el esfuerzo de energía limpia ya está transformando a la región del carbón.
Esos esfuerzos solares han puesto a China a la vanguardia de las energías renovables.
Estados Unidos y Japón inventaron muchas de las tecnologías claves para los paneles solares en el último medio siglo. Pero fueron demasiado cautelosos al construir fábricas muy grandes, temiendo que tuvieran que reducir los precios por debajo del costo para vender todos los paneles. Los paneles chinos extremadamente baratos han sacado del negocio a docenas de compañías occidentales, incluidas varias más en los últimos meses.