En los últimos ocho años, para alarma del mundo entero, las enormes paraestatales y poderosos gobiernos locales de China han obtenido préstamos por billones de dólares para alcanzar sus metas.
Ahora es el turno de Li Jing.
Li, de 33 años, se dedica a vender automóviles justo en la deteriorada zona industrial de China; es solo una de los millones de chinos que aprovechan cada vez más el uso de hipotecas y tarjetas de crédito para solventar un estilo de vida de clase media. Compró hace dos años junto con su esposo un apartamento de $120.000 que han remodelado desde entonces; también compraron dos automóviles nuevos, cada uno con un costo de $30.000.
Para ayudar a cubrir todos estos gastos, obtuvieron una hipoteca a 10 años que absorbe casi un tercio de su ingreso mensual, una proporción de deuda que antes se consideraba inusual en su país, pues casi todas las operaciones se realizaban en efectivo.
“Veo la hipoteca como una especie de ahorro”, explicó Li, “porque en diez años voy a ser propietaria del apartamento”.
El jueves 21 de setiembre, Standard & Poor’s emitió la más reciente llamada de alerta al advertir que China, la segunda mayor economía del mundo, superada solo por Estados Unidos, ha acumulado demasiada deuda en un plazo muy corto. Este marcado aumento podría llegar a desestabilizar el sistema financiero del país, según advirtió la calificadora, lo cual afectaría el futuro del que ha sido el mayor impulsor del crecimiento global durante una década.
Aunque los críticos solo consideran los préstamos otorgados a los gobiernos locales y las empresas, los consumidores chinos, que en alguna época tuvieron fama de ser ahorradores en vez de derrochadores, también están acumulando deuda a un ritmo muy acelerado.
Créditos al consumo
Algunos datos del banco central chino muestran que los créditos al consumo han aumentado casi un 50 % desde el inicio del año pasado, cuando el gobierno comenzó a promover los préstamos a particulares. Este nivel de crédito podría aumentar muchísimo más: el Fondo Monetario Internacional señaló que espera que la deuda de particulares en China como porcentaje de su producción económica se duplique para el 2022 en comparación con la cifra registrada una década antes.
Las hipotecas para comprar la casa familiar representan la mayoría de los nuevos préstamos otorgados a particulares en China por valor, y se suman a un aumento en el precio de los inmuebles. Los créditos automotrices han aumentado todavía más rápido en términos porcentuales. Las deudas adquiridas a través de una tarjeta de crédito también van en aumento en un país que en otras áreas depende de pagos en efectivo u operaciones en línea.
Algunas señales indican que China está tomando medidas para contener el crédito hipotecario, en parte mediante el control de los costos de la vivienda.
La semana antepasada, algunos bancos de Pekín comenzaron a elevar las tasas de interés para los créditos hipotecarios.
En la lista de las ciudades más grandes de China, a la que cada vez se agregan más nombres, los bancos tienen instrucciones de desalentar el uso de préstamos personales con el objetivo de especular en el sector inmobiliario. Seis grandes ciudades establecieron hace poco nuevas restricciones sobre la compra de casas nuevas para desacelerar los precios.
El alza en los precios de los inmuebles ha contribuido a que el gasto de los consumidores se mantenga elevado a pesar de la desaceleración del crecimiento en China, lo que ha impulsado la economía. Sin embargo, si continúa aumentando la deuda, quizá en vez de fomentar un mayor crecimiento se podrían afectar las finanzas de algunos hogares.
“China recibirá menos impulso derivado de la deuda de los particulares en los siguientes 18 meses que en los 18 anteriores”, afirmó Louis Kuijs, un economista de la empresa inglesa de investigación Oxford Economics.
A algunos economistas también les preocupa que el crédito al consumo pueda ser un mecanismo disfrazado para que empresas de dimensiones monstruosas mantengan o incluso amplíen su capacidad.
Los fabricantes automotrices nacionales en China, muchos de los cuales son paraestatales y tienen demasiadas plantas que no se utilizan a toda su capacidad, desataron hace dos años una tormenta de créditos automotrices con tasa de interés cero, muchas veces con financiamiento a través de sus propias subsidiarias.
A partir de entonces, la mayoría de los consumidores chinos comenzaron a pagar sus automóviles mediante créditos y no al contado, de acuerdo con la consultora global J.D. Power and Associates.
China versus EE. UU.
Cabe aclarar que la mayoría de los economistas consideran que el derroche derivado de los créditos al consumo en China es positivo. El nivel de crédito de las familias chinas no se compara en absoluto con el de los estadounidenses, que están acostumbrados al derroche y cuya deuda representa más de tres cuartas partes de la producción económica anual de EE. UU. En China, esta cifra se ubica aún por debajo de la mitad.
Los líderes chinos esperan que en algún momento, como ocurre en Estados Unidos, una porción importante del crecimiento económico de su país se derive de la compra de casas, automóviles y aparatos eléctricos por parte de los consumidores. Para lograrlo, los hogares chinos necesitan tener un mejor acceso a hipotecas, tarjetas de crédito y otros mecanismos que les permitan mejorar su poder de compra.
El sistema bancario de China, que se encuentra bajo el control del Estado, normalmente otorgaba préstamos a las grandes empresas paraestatales.
Los economistas consideran que otorgar crédito a los particulares es una alternativa atractiva en comparación con la situación actual en la que se entrega muchísimo dinero a empresas estatales incapaces de generar utilidades y con enormes deudas, pero que no pueden cerrar porque dan trabajo a millones de trabajadores.
Hasta ahora, el crédito al consumo ha ayudado a los chinos a sobrellevar la desaceleración gradual en el crecimiento económico que ha experimentado el país en años recientes, en particular en lugares como Qiqihar, una ciudad de cinco millones de habitantes ubicada al noreste, en la provincia de Heilongjiang.
La economía local sufrió un fuerte golpe el año pasado cuando una enorme fábrica de acero cerró un alto horno y algunas empresas del Estado y de propiedad colectiva que tenían demasiados empleados dejaron en la calle a más de 40.000 trabajadores.