La “gastronomía parlamentaria” es un arte complejo: requiere del acuerdo de 57 diputados en la cocina, ingredientes difíciles de encontrar y tiempos de preparación excesivamente largos: usualmente de casi 755 días.
Como en toda cocina, el orden, la mano del chef, los tiempos de cocción y los instrumentos utilizados son claves para lograr el éxito de la receta. Sin embargo, en el menú parlamentario, ¿cuáles factores son comunes entre los platos que logran llegar a la mesa convertidos en ley?
El último Informe del Estado de la Nación parece dar algunas pistas acerca de ello.
La investigación Análisis de supervivencia de proyectos de ley 2000-2016 de la investigadora Ariel Solórzano aplica varios modelos estadísticos para encontrar qué factores están relacionados con un mayor éxito en la aprobación de los proyectos de ley y en la reducción del tiempo de discusión.
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Lejos de la creencia popular, algunos trámites agilizan la discusión y brindan mayores posibilidades a los textos para ser aprobados.
Por ejemplo, si las iniciativas provienen del Poder Ejecutivo, si han sido objeto de consultas constitucionales, si recibieron informes de mociones, si fueron dictaminados por una comisión o si recibieron una vía rápida (dispensa de mociones) tendrán mayores probabilidades de ser aprobadas en un menor tiempo, que el resto de los textos.
La visita a la Sala Constitucional funciona también como una importante coraza de los proyectos de ley, e incluso, el tiempo en que se presenta una iniciativa suele tener incidencia en sus probabilidades de éxito.
El éxito en la Asamblea de un texto suele estar vinculado con la procedencia de la iniciativa.
Por encima de los legisladores, los textos propuestos por el Poder Ejecutivo tienen un tiempo de aprobación 41% menor que el de las iniciativas planteadas por los mismos diputados.
Además, las tasas de aprobación en los primeros 403 días son 22,4 veces mayores si provienen del Gobierno.
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Si se trata de iniciativas del Poder Legislativo, los proyectos tienden a tener más éxito y –si logran ser aprobados– tardan menos tiempo si provienen de los partidos tradicionales (PLN, PUSC o PAC), en contraposición a los textos propuestos por otras bancadas legislativas.
Sala IV no es obstáculo
Usualmente, la visita de un proyecto a la Sala Constitucional se considera un factor de interrupción o ralentización en el debate parlamentario. Empero, la investigación de Solórzano contradice esa idea.
Un 95,1% de los proyectos discutidos entre el 2000 y el 2016 omitieron visitar la Sala IV, pero tardaron –en promedio– un 75% más de lo que dura en aprobarse un texto cuando cumple ese trámite.
Cuando un proyecto es revisado por la Sala es mucho más factible que se convierta en ley. Si la iniciativa fue objeto de consulta constitucional, las probabilidades de que resulte archivada disminuyen en un 99,9%.
Vía rápida y mociones
Los trámites no son necesariamente obstáculos en la Asamblea Legislativa. Algunos de estos instrumentos también aparentan ser determinantes para la aprobación de un texto.
Uno de los más destacados es la “vía rápida”. Los textos que reciben este tipo de moción tienen tasas de éxito de 18,1 veces las que tienen los proyectos sin esa característica. Esto siempre y cuando hayan logrado aprobarse antes del día 245. Si tardan más tiempo, su éxito también es mayor, aunque de solo de 1,8 veces las de los proyectos comunes.
Cuando un proyecto visita una Comisión Legislativa, pueden emitirse dictámenes unánimes que recomiendan o no, la aprobación de un proyecto. En ocasiones, sin embargo, el criterio no es unánime y los diputados emiten varios dictámenes o criterios para un mismo proyecto de ley.
La disidencia de criterios también resulta, en apariencia, positiva. Por cada dictamen adicional que recibe un proyecto de ley, la tasa de aprobación se incrementa en un 73,1%.