Llegar a ser un país con un alto bienestar económico y social, esto quiere decir con una vida saludable y longeva, con altos niveles de educación y formación, así como, con un alto nivel de ingreso, es la aspiración de cualquier estadista, incluso de algunos políticos, y más aún de la mayoría de los ciudadanos de este país.
¿Qué tan lejos está Costa Rica de los países desarrollados? ¿Qué acciones podemos tomar, o presionar para que sean tomadas por nuestros políticos, para alcanzar ese estadío?
Este post parte de la premisa de que una buena parte de la sociedad costarricense está haciendo bien su trabajo, mientras que otro sector muestra indicios de no tener un compromiso aspiracional con el país, espero que al finalizar esta lectura usted, al igual que yo, tenga más claro cuál es ese sector.
Para adentrarnos en este aspecto, es necesario repasar los hallazgos de Robert J. Barro en Determinantes del crecimiento económico, donde señala que mayores niveles de educación y esperanza de vida, menor consumo del gobierno, una mejor institucionalidad, mayor estabilidad de precios (inflaciones bajas y positivas), y mejoras en los términos de intercambio, están asociadas a un mayor crecimiento económico, particularmente porque esas condiciones estimulan la inversión.
Para aquellos que son escépticos, al igual que lo soy yo en no pocos asuntos, y necesitan más referencias, pueden consultar Inversión en equipo y crecimiento económico o Una contribución al aspecto empírico del crecimiento económico investigaciones donde se hace énfasis a la fuerte relación entre inversión y crecimiento.
Mankiw, en particular, hace referencia al efecto positivo que tienen la inversión física y en capital humano sobre el estándar de vida de las sociedades.
Para efectos de ilustrar lo que como sociedad hemos encargado al sector público y al sector privado, y los efectos que esto tiene en la inversión, luego en el crecimiento económico y finalmente en nuestro estándar de vida, tomaremos como referencia el reporte de competitividad global (RCG) del Foro Económico Mundial, esto partiendo de que una economía competitiva es un imán para la inversión, lo que nos lleva al círculo virtuoso descrito anteriormente.
Comparando a Costa Rica
Con el RCG compararemos a nuestro país con tres tipos de economías, las de Etapa I, que se refieren a países que compiten principalmente a través de mano de obra no calificada barata y recursos naturales; las de Etapa II, que se identifican como aquellas que desarrollan procesos de producción más eficientes y aumentan la calidad de los productos y servicios que ofrecen; y finalmente las economías de la Etapa III, las cuales se caracterizan por competir proporcionando productos nuevos y únicos.
En resumen, unas economías compiten por precio, otras por eficiencia y las últimas por innovación.
El siguiente gráfico compara a nuestro país en lo que respecta a los requerimientos básicos para competir, los cuales están conformados por la institucionalidad, la infraestructura, el ambiente macroeconómico, la salud y la educación básica.
Estos requisitos básicos nos indican que son la base que debemos trabajar para poder aspirar a un mejor desempeño socioeconómico, entendido esto como más y mejores empleos, ingresos más altos y vidas más saludables, largas y menos ignorantes.
Como se observa no estamos tan bien ni tan mal en este indicador, somos un país promedio -¿acaso mediocre?- en este apartado, sin embargo, al desglosar este índice observamos aspectos muy interesantes.
El siguiente índice resume nuestro nivel de institucionalidad, representa el marco jurídico y administrativo en el que individuos, empresas y gobiernos interactúan para generar ingreso y riqueza.
En este aspecto estamos levemente mejor que el promedio mundial, e incluso en ocasiones hemos estado cerca de los países de alto ingreso que no pertenecen a la OECD.
Este es uno de los aspectos que hacen que a pesar de la insostenibilidad de las finanzas públicas, aún durante los últimos años nos prestaran plata en los mercados internacionales.
El índice de transporte lo presento dividido en sus dos principales subíndices, dado que una de las mejores formas de mentir es escudarse detrás de un promedio que no se revisa.
El siguiente gráfico nos indica cómo estamos en materia de infraestructura de transporte, algo que creo que no es necesario resaltar que tenemos un problema, sin embargo, es "interesantísimo" constatar que estamos casi al mismo nivel de los países menos sofisticados en sus procesos productivos.
La infraestructura de transporte reduce el efecto de la distancia entre las regiones, integrando el mercado nacional y el externo, esto permite reducir las desigualdades de ingresos y pobreza, tanto a lo interno de una economía como entre esa economía y sus principales socios comerciales.
Nuestra posición en este indicador me hace pensar en el MOPT, CONAVI y una frase muy representativa de Andrew Galambos "un atasco de tráfico es una colisión entre la libre empresa y el socialismo. La libre empresa produce automóviles más rápido que el socialismo puede producir carreteras y capacidad circulatoria".
La historia que cuenta el subíndice de infraestructura de telecomunicaciones es muy diferente, nos ubicarnos cerca, muy cerca, de los países de alto ingreso.
Acá no se debe olvidar el proceso de apertura que se dio en este mercado, el cual confrontó a una buena parte de nuestra sociedad, hoy ya no hay filas por una línea para celular, la evolución de este indicador es más que reveladora de lo que hemos avanzado.
En ambiente macroeconómico también tenemos que separar el índice en sus principales subíndices, por un lado tenemos la desastrosa situación de las finanzas públicas y por otro el manejo de la inflación que está realizando el Banco Central.
La situación de las finanzas públicas es más que evidente, nuestro déficit fiscal como porcentaje del PIB es muy superior a cualquiera de las agregaciones de países con las que nos estamos comparando en estos gráficos.
Aquí es necesario volver a señalar que la única salida para darle sostenibilidad a esta situación es reformar el empleo público, la forma en que crecen las remuneraciones y transferencias del Gobierno Central simplemente es insostenible, y por mucho alejada de la realidad económica de Costa Rica.
La inestabilidad del entorno afecta la toma de decisiones de los individuos y las empresas, y a pesar de que en el apartado fiscal tenemos un enorme problema por resolver, al menos, por el momento, tenemos un Banco Central que hace su trabajo.
La presión política, y la miopía empresarial, para que deje de hacerlo y vuelve a las viejas malas políticas monetarias y cambiarias se presenta todos los días, hoy apenas alcanzamos a los países de la etapa II, estamos cerca de lo que registran los países de altos ingresos no pertenecientes a la OECD.
Por eso, siga haciendo su trabajo, autónomo e independiente, Banco Central.
En salud y educación básica estamos bien, de nuevo al lado de los países de alto ingreso no pertenecientes a la OECD.
Sin embargo, buena parte de la inestabilidad de las finanzas públicas se debe a los sueldos y salarios que se gastan en estos sectores, lo que nos lleva a pensar en eficiencia, en el costo de llegar a estos niveles, y la necesidad de replantear la forma en que estamos organizándonos para prestar los servicios de salud y educación.
La experiencia sueca que nos relata Mauricio Rojas puede servir de ejemplo de las acciones que deberíamos tomar.
La situación, y las preocupaciones, son las mismas en cuanto a educación superior y formación, estamos muy bien, la tarea es tomar acciones para hacer más eficiente y menos costosa la prestación de esos servicios.
En cuanto a la eficiencia del mercado de bienes, la cual se enfoca en como este mercado produce la combinación correcta de bienes y servicios de acuerdo a lo que se necesita, estamos es una posición que aunque nos ubica levemente mejor que los países que se enfocan en la eficiencia para producir (etapa II), dista mucho del nivel al que deberíamos aspirar.
Para mejorar este ambiente es necesario disminuir los impedimentos de la intervención del gobierno en la actividad empresarial, como lo son impuestos abusivos o normas discriminatorias y restrictivas.
Costa Rica ha venido dando señales de una disociación entre la demanda y oferta de trabajo, lo cual genera desempleo y pobreza, situación que el índice de eficiencia del mercado laboral también señala.
La formación de profesionales en áreas con baja demanda de empleo, el descuido de la educación técnica y el hecho de que Costa Rica no ha actualizado su código de trabajo desde hace poco más de 70 años, hace que en nuestro mercado laboral los trabajadores no sean empleados eficientemente y no se presenten incentivos para dar un mejor esfuerzo por parte de estos.
Teletrabajo, outsourcing, trabajo autónomo, trabajo extraterritorial, jornadas de trabajo 4x3 y flexibilización de jornadas en periodos de recesión, son aspectos que tenemos que atender pronto para aliviar el problema de desempleo que afronta nuestro país.
Un sistema financiero eficiente asigna los recursos ahorrados por las personas de una economía, así como los que provienen del extranjero, a las personas y empresas que le darán el uso más productivo y eficiente, a los proyectos más rentables.
Nuestro mercado financiero ha venido perdiendo competitividad en este apartado, la inestabilidad de las finanzas públicas podría ser uno de los factores detrás de este comportamiento, el crowding out existe, y podríamos estar empezando a experimentarlo.
El cambio que inició Costa Rica con la venida de INTEL (1997), Western Union (1998), SYKES (1999), Procter & Gamble (1999), HOSPIRA (1999), entre las principales de ese primer impulso por consolidar nuestra integración comercial con el resto del mundo, ha dado sus frutos.
La transferencia de tecnología y conocimientos que este tipo de procesos significa, junto a nuestra posición en salud, educación y formación, permiten nuevamente ubicarnos al lado de los países de alto ingreso no pertenecientes a la OECD. Para competir y prosperar la tecnología es uno de los principales elementos.
Respecto al tamaño del mercado interno tenemos poco que hacer, a menos que nos adentremos en aventuras al estilo imperialista, Costa Rica seguirá siendo una economía diminuta, de ahí la importancia de mantener y cultivar nuestras relaciones comerciales y financieras con el resto del mundo.
Acá es imposible no mencionar la necesidad de que el actual gobierno le permita a COMEX -uno de los mejores Ministerios que ha tenido Costa Rica en las últimas décadas- iniciar el proceso para ingresar a la Alianza del Pacífico.
Los grandes mercados permiten a las empresas aprovechar mejor las economías de escala, como bien señalaba Benjamín Franklin "nunca una nación se ha arruinado comerciando".
La sofisticación de los negocios en Costa Rica también se encuentra al nivel de los países de ingresos altos que no pertenecen a la OECD, este índice nos dice que ya no nos venden espejos, que la calidad de las operaciones de nuestras empresas alcanza la de estos otros países con altos ingresos.
Competimos en un sofisticado y moderno proceso de negocios y producción, ya hasta nuestra selección nacional lo hace, y todos lo disfrutamos, la sele alcanzó a una buena parte de la sociedad que ya competía a este nivel al menos desde hace 8 años, como señala el gráfico.
Finalmente, en innovación también estamos cerca de los países de alto ingreso no pertenecientes a la OECD, en el largo plazo solo la innovación puede mejorar los niveles de vida, haciendo no solo de mejor forma las cosas sino que produciendo nuevos y diferentes bienes y servicios es que las sociedades tienen mejoras sustanciales en su calidad de vida.
Un aspecto que es importante señalar es como estamos tan cerca de los países de alto ingreso no pertenecientes a la OECD, pero si lejos de los países de alto ingreso pertenecientes a la OECD, de las economías avanzadas y de las economías de la etapa III.
Esto causa frustración, no vemos los frutos de nuestro esfuerzo, por esto el proceso de incorporación de Costa Rica a la OCDE nos pone a soñar a muchos con eso que llaman desarrollo, con alcanzar una sociedad donde el bienestar económico y social de las personas esté cerca de estar garantizado.
Ese proceso de incorporación implica la adopción de mejores en las prácticas públicas, implica emular la transparencia, independencia, disciplina, credibilidad, y estabilidad de los países miembros de la OCDE, con lo que se podrán promover políticas públicas que mejoren el bienestar socioeconómico de las personas.
Y si no se han dado cuenta aún, los principales lastres en competitividad están en esas prácticas públicas, en lo que como sociedad le hemos encargado al Estado, ahí es dónde aprieta el zapato.