Hace dos semanas, justo a inicios de Semana Santa, La Nación publicó una reveladora entrevista con don Rodrigo Bolaños, presidente del Banco Central, en donde el jerarca, probablemente en un acto de expurgación propio de la época, confesó sin tapujos lo que algunos hemos venido diciendo por ya varios años: la política monetaria en Costa Rica está al servicio de grupos poderosos.
No hace falta leer entre líneas para darse cuenta de que Bolaños es un hombre atormentado. Al final de cuentas es un Chicago Boy, ex alumno del Premio Nóbel de Economía Milton Friedman del que, sin lugar a dudas, aprendió que la inflación es, en todo lugar y momento, un fenómeno monetario. Y que, además, se trata del impuesto más injusto puesto que castiga desproporcionadamente a los más pobres. Sin embargo, el presidente del Banco Central debe su cargo a gente poderosa, entre ellos al vicepresidente Luis Liberman, junto a quien trabajara en la dirección del Banco Interfín (hoy Scotiabank). Y es así como, si bien su honestidad intelectual podrá estar en Chicago, sus lealtades hasta el momento han estado en Zapote.
No obstante, las declaraciones de don Rodrigo dejan la impresión que está buscando la salida, probablemente porque no aguanta estar más al frente de una institución cuya misión primordial en este momento consiste en restarle valor al dinero de los costarricenses para subsidiar a grupos empresariales importantes.
Bolaños lo dice sin tapujos: "Yo creo que en esta discusión hay que sincerarse, y ese sinceramiento pasa por discutir abiertamente cómo financiamos el subsidio que se le quiere dar a los exportadores, si lo queremos financiar con inflación o poniéndole impuestos a otros sectores de la economía". ¿A qué subsidio se refiere? Pues a la manipulación del tipo de cambio tendiente a abaratar (o evitar el encarecimiento) del colón con respecto al dólar.
Desde 1984 hasta el 2006 el Banco Central adoptó un sistema de "minidevaluaciones" en donde el colón se devaluaba todos los días. Un colón que día tras día valía menos beneficiaba a aquellos grupos cuyos ingresos netos son en dólares (exportadores, industria turística, banqueros privados), pero perjudicaba a quienes tenían sus ingresos en colones (en particular los pobres) y veían cómo todos los años perdían su capacidad adquisitiva. He ahí el subsidio al que se refiere Bolaños.
A partir de finales del 2006, el BCCR adoptó el sistema de "bandas cambiarias", en el cual el valor del dólar flota en un rango que va de un piso de ¢500 y un techo de ¢775,25. Sin embargo, durante el período de las minidevaluaciones el colón fue devaluado tanto que, al ponerse en flotación "sucia" el dólar, lo que hizo fue pegarse al piso inferior de la banda, indicando que su verdadero valor estaba por debajo (no sabemos cuánto) del piso de ¢500. Con la excepción de un momento en que la crisis internacional elevó temporalmente el tipo de cambio, el valor del dólar ha estado firmemente pegado al piso de ¢500, con el agravante que en los últimos meses, la entrada de divisas al país ha puesto aún más presión sobre el tipo de cambio, obligando a que el Banco Central tenga que intervenir más para defender la banda cambiaria ―para lo cual debe imprimir colones y generar inflación. (Irónicamente, como explico aquí, la defensa del piso cambiario incentiva la entrada de más divisas al país, lo cual obliga al BCCR a intervenir aún más.)
De tal forma, las condiciones externas favorables que permitieron que en los últimos dos años el país tuviera una tasa de inflación relativamente baja (y digo "relativamente" porque en el 2012 hubo 10 países latinoamericanos con una inflación más baja que la de Costa Rica), han desaparecido y ahora dicho indicador alcanzó el 6,21% interanual en marzo. Por evitar una mayor apreciación del colón―que perjudicaría a los sectores exportador, turístico y bancario privado―el BCCR permite que la inflación se salga del rango de sus metas. Eso es mercantilismo puro y simple.
Usualmente los jerarcas del Banco Central se andan por las ramas para admitir esta realidad. Culpan de la inflación a fenómenos climatológicos, el precio del petróleo, la caída en la producción de tomates, y mil y una cosas. Don Rodrigo nos hace el favor a todos de decir la verdad con nombres y apellidos: la alta inflación que han pagado los pobres en los últimos 30 años es en realidad un subsidio a los exportadores y banqueros. Gobiernos socialcristianos y socialdemócratas que se llenan la boca hablando de igualdad social y ayuda a los pobres en realidad han venido implementando deliberadamente una política monetaria altamente regresiva que consiste en empobrecer a los que menos tienen para beneficiar a grupos económicos poderosos e influyentes.
Curiosamente don Rodrigo se refiere únicamente a los exportadores en su entrevista. Sin embargo los banqueros privados, a quien Bolaños conoce muy bien, son igualmente beneficiados por la política monetaria del BCCR. Estoy seguro que alguna gente podría pensar que un subsidio al sector exportador o turístico es aceptable por la cantidad de empleos que generan. Pero dudo mucho que hablar de un subsidio a los banqueros privados sea políticamente potable. No obstante es este sector el que tras bambalinas ejerce mucha de la presión a favor del status quo.
Ya en el pasado Bolaños había admitido la influencia de estos grupos. Hace unos años, en respuesta a cuestionamientos de los economistas Jorge Guardia y Bernal Jiménez Chavarría sobre cómo las políticas del BCCR beneficiaban a los banqueros privados en perjuicio de los pobres, el jerarca de dicha institución reconoció que "los banqueros son un grupo poderoso políticamente que gozan de fuertes respaldos en otros sectores importantes que son clientes de los bancos" [léase "partidos políticos"]. Ahora Bolaños reconoce que la presión que recibe por parte de estos grupos es "gigantesca".
Don Rodrigo también habrá aprendido de Milton Friedman que la inflación es un impuesto que no es aprobado por el Congreso. El Banco Central en teoría es una institución independiente que puede terminar hoy mismo con este subsidio a grupos económicamente poderosos. Si la clase política quiere continuar apoyando a exportadores y banqueros privados, que discuta abiertamente en la Asamblea Legislativa un subsidio directo del erario público. ¿Por qué no lo hace?
El meollo del asunto es claro: Hasta el tanto el Banco Central cuente con el poder de imprimir dinero y determinar el valor de los ingresos de los costarricenses, ese poder estará a merced de grupos altamente poderosos que intentarán controlarlo para su beneficio. Cajita blanca a aquellos que se creen los discursos sobre igualdad social de los políticos de turno. Lamentablemente, amplios sectores de la población, de izquierda y derecha, ven en tener una moneda propia un fetiche nacionalista que debe ser defendido a toda costa. Mientras tanto, que sean los más pobres los que sigan pagando mediante inflación el subsidio a los grupos poderosos del país.