Algo está mal con el modelo económico al que Costa Rica le ha apostado desde mediados de los ochenta. Y no lo digo porque nos haya quedado debiendo en materia de crecimiento: en los últimos 25 años la economía se ha expandido a un ritmo promedio del 4,7% anual, una tasa muy saludable para un lapso relativamente prolongado. Sin embargo, dos indicadores encienden alarmas. Primero, el porcentaje de familias bajo la línea de pobreza no baja desde 1994. Era 20,4% entonces y es 20,6% ahora. ¿A dónde se está yendo el crecimiento? Eso lo podría explicar el segundo indicador: Costa Rica es uno de únicamente tres países en América Latina donde la desigualdad aumentó en la última década. ¿Qué sucede?
Anoche hice una entrevista en CNN Dinero al respecto (verla en el recuadro). Claramente el modelo económico le está fallando a los que menos tienen. Es necesaria entonces una radiografía de las causas de este fenómeno, especialmente cuando el modelo económico es estrechamente identificado con la apertura comercial. Recordemos que luego del descalabro de inicios de los ochenta, el país apostó por un modelo económico basado en la promoción de las exportaciones y la atracción de inversión extranjera. Luego este modelo se complementaría con la firma de acuerdos comerciales con México, Canadá, Caricom, Chile y más recientemente EE.UU., Perú, China, Singapur, la Unión Europea y Colombia. Además de la apertura comercial, se desmanteló el nefasto Estado Empresario de CODESA y se abrieron a medias algunos monopolios estatales: banca y hasta muy recientemente seguros y telecomunicaciones.
No es de extrañar entonces que mucha gente identifique este modelo con el nombre de "apertura", o en círculos pretileros como "neoliberal". Sin embargo, dentro del caparazón de liberalización se esconde un modelo económico donde la clase política ha mantenido altos niveles de intervencionismo en la economía tendientes a beneficiar a ciertos sectores poderosos a costa del resto de la población. Es un modelo que más se asemeja al mercantilismo que denunciaba Adam Smith en el siglo XVII que al liberalismo que promulgaba. El resultado ha sido una economía que sí crece a buen ritmo pero donde la riqueza resultante se queda en manos de los sectores más favorecidos. Veamos tres ejemplos.
Apertura comercial para unos pocos: Por "apertura comercial" lo que el país ha hecho hasta la fecha es buscar mercados para los exportadores al tiempo que se aspira a mantener nuestro mercado lo más cerrado posible a las importaciones, especialmente si son productos de consumo básico. De tal forma, Costa Rica exporta ahora muchos más bienes que hace 30 años. Pero cuando se trata de importar productos como leche, hortalizas, arroz, pollo, etc., el país se encuentra aún blindado por elevados aranceles que van del 35% hasta el 150%. En cada negociación comercial el equipo de Comex se encarga de buscar excluir estos productos de cualquier liberalización (o al menos poner períodos de desgravación muy prolongados), con la consecuencia de que son los pobres los que resultan más pejudicados. Recordemos el estudio de Ricardo Monge Monge y Julio Rosales que encontró que la "protección" a estos productos "sensibles" reducía el ingreso de las familias más pobres en un 41%*. Todo para proteger a oligopolios como la Dos Pinos, Pipasa y Conarroz. En el caso de los dos primeros, son empresas que exportan hasta China pero dicen no estar en capacidad de competir en Costa Rica. No es de extrañar que la leche costarricense es más barata en Panamá que en nuestro país.
¿Solución? Es simple. Costa Rica debe adoptar un arancel cero para la importación de los productos que consumen las familias más pobres. No se vale que ellos paguen más por sus alimentos con tal de beneficiar a los tagarotes de la Dos Pinos, Pipasa, Conarroz y demás oligopolios locales.
Tipo de cambio amañado para exportadores y banqueros privados: Así lo dijo nada menos que el presidente del Banco Central, quien en una reveladora entrevista publicada durante Semana Santa en La Nación, confesó que la política monetaria de los últimos 30 años ha estado al servicio de los grupos poderosos del país. ¿Cómo? El BCCR ha apostado a una política de colón barato para beneficiar aquellos sectores que reciben sus ingresos y mantienen sus activos mayormente en dólares (exportadores, sector turístico, banqueros privados). Para eso devaluó el valor del colón por muchos años y, a partir de finales del 2006 con la introducción de las bandas cambiarias, ha intervenido masivamente el tipo de cambio para evitar que este se aprecie más allá del límite de ¢500 por dólar. El resultado ha sido un sostenido nivel de inflación: en los últimos 20 años ha promediado un 11,6% anual; en la última década, un 9,2% anual. La inflacion es el más regresivo de los impuestos porque castiga desproporcionadamente a quienes tienen sus ingresos y exiguos ahorros en colones.
¿Solución? Siempre he sido un proponente de la dolarización. Hay que quitarle al Banco Central la facultad de intervenir la moneda para beneficiar a ciertos grupos. Sin embargo sé que para muchos grupos, especialmente de izquierda, el colón constituye un fetiche nacionalista. Por lo tanto, debería procederse de inmediato a la liberalización completa del tipo de cambio. Dejar que el colón flote contra el dólar y que su precio refleje la dinámica del mercado y no la voluntad de 7 viejos en la Junta Directiva del BCCR que responden a los intereses de los que más tienen.
Regulacionitis: Así como la clase política ha privilegiado la inversión extranjera, exonerándola de impuestos y dándole todo tipo de facilidades, ha garroteado a los empresarios nacionales con regulaciones, permisos, trabas, patentes, impuestos, etc. Es así como en el índice Haciendo Negocios del Banco Mundial, estamos en la posición 128 de 185 países en cuanto a las facilidades que enfrenta un empresario para abrir un negocito. En promedio, toma 60 días abrir una empresa, cuando en los países desarrollados se requiere de únicamente 12. Parafraseando a mi colega Johan Norberg, en los países desarrollados si uno quiere hacerse rico se pone un negocio. En Costa Rica se necesita ser rico para poder ponerse un negocio. Porque esta maraña regulatoria asfixia a los que menos tienen. El rico puede pagar abogados y tributaristas para que le salvan la tanda. Pero al pobre no le queda otra que tirarse a la informalidad. Uno de cada tres empleos en Costa Rica están en el sector informal. De igual forma, así como se exonera de renta a zonas francas y cooperativas como Dos Pinos, al empresario promedio se le impone una carga tributaria promedio del 55% de sus ganancias. En Costa Rica el modelo está hecho para que la gente sea empleado público o empleado de zona franca.
¿Solución? Hay que dejar de lado el palanganeo de "simplificar" trámites y proceder a eliminar muchos de estos. ¿Se justifica que para pedir una patente para abrir un negocio en un centro comercial uno deba presentar un estudio de uso de suelos? ¿En verdad hay que hacer un estudio de impacto ambiental para ampliar un comercial en pleno centro de San José? De igual forma, hay que proceder a equiparar las tasas que pagan las empresas en el país, tanto nacionales como extranjeras. Una tasa única del 10% o 15% resulta competitiva internacionalmente y bien hecha podría incluso generar mayores ingresos para el fisco.
El modelo mercantilista que han adoptado los gobiernos del PLUSC se ha agotado. No requiere de simples ajustes. Requiere de un overhaul. Le ha fallado miserablemente a los que menos tienen, no como una consecuencia no deseada del modelo, sino porque el mismo está hecho precisamente para expoliar a unos en beneficio de otros. La solución, eso sí, no es más estatismo e intervención, sino una verdadera apertura y liberalización económica para todos, no solo para unos cuantos.
* Monge-González, Ricardo y Julio Rosales (1998), “Apertura Comercial e Inversión Extranjera”, en Ronulfo Jiménez (ed.) Estabilidad y Desarrollo Económico en Costa Rica: Las reformas pendientes, San José: Academia de Centroamérica.