Sancho Panza, el escudero de Don Quijote, era un glotón; le gustaba devorar cabra, vaca, tocino, cecina, nabos y cebollas. Sin embargo, su manjar preferido, el que más apetecía y le hacía la boca agua era el mismo que a antoja a tantas personas: el poder.
Esa fue la mayor obsesión de este humilde labrador, "de muy poca sal en la mollera" —según lo describe Miguel de Cervantes— una vez que el Caballero de la Triste Figura lo engolosinó con la idea de gobernar alguna ínsula con tal de que aceptara ser su aliado en la empresa de "desfacer entuertos". Así consta en el capítulo siete de la primera parte de esta novela que vio la luz en 1605.
A partir de entonces aquel personaje que dejó a su mujer e hijos en casa le recordó a su amo una y otra vez la seductora oferta y promesa que le había hecho, la cual se concretó en el capítulo 45 de la segunda parte (publicada en 1615) cuando Sancho tomó posesión de la ínsula Barataria, un pueblo de unos mil vecinos.
Casi a las puertas de asumir esa responsabilidad, el escudero de Don Quijote pronunció esta palabras: "el deseo que tengo de saber a qué sabe el ser gobernador".
Tan grande era su apetito que no se dio cuenta de que Barataria y su nombramiento como gobernador no eran más que una broma que decidieron jugarle un duque y su esposa, y el mayordomo de ambos con tal de burlarse y reír a más no poder con un episodio divertido.
Sancho mordió el anzuelo y a lo largo de diez días se dedicó, con la seriedad del caso, a ejercer el cargo de gobernador de la ínsula. Así, emitió juicios sobre diversos casos —en realidad eran montajes de quienes se mofaban de él—, disputas absurdas entre un labrador y un sastre, dos ancianos, un ganadero rico y una mujer, y un estafador que se inventó un cuento de una boda para intentar que aquel humilde y folclórico político le diera seiscientos ducados. En cuanto el escudero del caballero andante descubrió este último ardid, pronunció un sonoro "Hijoputa bellaco".
También terció en pleitos propios de casas de juego y en el caso de un supuesto delincuente que respondió con ingenio y burla a cada una de las preguntas de Sancho Panza.
Estos y otros casos forman parte no solo de la novela cumbre de Cervantes, sino también del libro "Sancho Panza en su gobierno", publicado en 1883 por el librero parisino R. Schultz, quien adaptó para niños este episodio de gobernanza. La obra incluye las magníficas ilustraciones de D. A. Bichard.
Tanto el escritor español como el librero francés dan cuenta del cansancio y desilusión que el ejercicio del poder le produjo a aquel "pico de oro" que admiraba a sus gobernados con refranes y palabrerías, al punto que renunció de manera irrevocable al puesto de gobernador.
"Yo no nací para ser gobernador ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quieran acometerlas. Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de dar leyes ni defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir que bien se está cada uno usando el oficio para el que nació. Mejor me está a mí una hoz en la mano que un cetro de gobernador", manifestó en su despedida.
Esta es "La verdad sobre Sancho Panza" (tomo prestado el título de un cuento del escritor checo Franz Kafka) y su efímero paso por el poder.
Aquí les dejo...