Yo soy de esas personas que prefiere no tomar medicinas y que prioriza los remedios caseros. Nunca me he teñido el pelo y creo que no lo haré ni cuando tenga canas. Soy bastante escéptica con esas cremas que aseguran quitar desde la celulitis hasta el acné.
Así que podrán imaginarse que tampoco soy de tomar suplementos, ni pastillas, ni geles, ni barras, ni esos “polvos mágicos” que abundan en el mercado y que prometen mejorar el rendimiento, acelerar los procesos de recuperación, favorecer el desarrollo de la masa muscular, reducir la grasa, complementar y mejorar la alimentación, fortalecer el sistema inmunológico y más..
Parte de mi decisión tiene que ver con mi personalidad anti-químicos, parte tiene que ver con que creo que algo que no cuesta no se valora, y parte tiene que ver también con que sé que no es saludable tomar algo si no se necesita.
Los suplementos fueron creados para suplir una carencia y se recomienda su consumo únicamente cuando la persona no logra cubrir con su dieta ese nutriente faltante.
De hecho, la nutricionista Catalina Miranda, quien además ha sido deportista de alto rendimiento en atletismo y ciclismo, considera que una bebida con leche, fruta y cereal, por ejemplo, puede cumplir la misma función que un suplemento en formato de batido.
“Hay que tratar primero de ver resultados (pérdida de grasa o ganancia de masa muscular) con un plan de alimentación combinado con un plan de entrenamiento”, afirma.
Además, el batido proteico que se tome no se irá directamente de la garganta al bícep.
Si la persona ya está consumiendo la cantidad de proteínas que necesita, el excedente será excretado por la orina, que no solo es un desperdicio, sino que también podría ocasionarle daño renal a largo plazo.
Aunque la nutricionista Rocío González considera que algunos deportistas de alto rendimiento sí podrían necesitar los suplementos, dado que es posible que su dieta no siempre pueda cubrir las necesidades producto de su desgaste físico, tiene claro que no todas las personas entrarían en esa categoría. “Ir al gimnasio una hora diaria no nos convierte en atletas”.
Además, y a diferencia de los medicamentos, antes de salir al mercado, los suplementos no tienen que realizar estudios que demuestren que son inocuos, ni eficaces.
Y aunque cada fabricante es responsable del producto que vende, ¿vale la pena correr el riesgo?
“Para que algo valga la pena, debe costar. Un suplemento que ofrezca milagros, lo más seguro es que no sirva”, dice Miranda.
Concuerdo totalmente. ¿Usted qué opina?